Capítulo 3

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—Mike, ¿qué mierda haces aquí?

Quería obtener respuestas. No. Necesitaba respuestas. Sus ojos cafés me escaneaban sin ningún tipo de pudor. Su cabello café estaba un poco desordenado por el viento típico de Santa Monica a las nueve de la noche. Su quijada estaba más marcada, y se había dejado crecer la barba, dándole un aspecto más maduro.

—Un hola no estaría mal, ¿sabes?

—Debes tener las bolas más grandes de la humanidad para venir hasta aquí. ¿No te bastó con romperme el corazón? ¿No te bastó con hacerme una chica insegura que tiene miedo de confiar en todos? ¿O te parece correcto ahora mostrarte luego de seis meses porque quieres tener la conciencia tranquila para seguir siendo un imbécil? ¿Cómo está Hannah? ¿O ya la engañaste a ella también?

Mike fue mi primer novio apenas cumplí los dieciséis años. Él era el típico chico que le iba bien en todas las asignaturas habidas y por haber, y a mí me iba muy mal en química. Mi profesor de química me citó con él dos veces por semana, y desde ahí, empezamos a salir más seguido y no precisamente a estudiar. Pero él conoció a las personas equivocadas. Empezó a salir a fiestas cada que podía. Cambió notoriamente; se volvió alguien tan superficial, frío, arrogante, déspota, altivo y egocéntrico.

Un día lo acompañé a una fiesta para ver qué era lo que tanto le gustaba de éstas. Dió un rumbo inesperado. Terminamos besándonos apasionadamente, hasta que besarnos parecía no ser suficiente. Pero empezaron a llegar muchísimos mensajes que fueron el punto final a nuestra relación.

Un número desconocido me había enviado múltiples fotos de una chica y Mike besándose tal cual lo estábamos haciendo nosotros.

Ver mi expresión lo dejó aún más confundido de lo que ya estaba. Me arrebató el celular y sus ojos se abrieron como platos. Fue suficiente para que yo saliera, literalmente, volando, y no volver a hablarle. Desde entonces, deja el mismo mensaje, todos los días, a exactamente, la misma hora. Me hace pensar que no es interés genuino en explicarme, solo quiere alivianar la culpa para poder dormir tranquilo por la noche.

—Eres un imbécil. En mayúscula, negrita, cursiva y subrayada. Ahora ándate de mi casa antes de que te golpee.

—¿Tú? ¿Golpearme a mí? Pfff, no eres capaz de matar una mosca.— Escupe con arrogancia,

— Agradezco que realmente nunca me conocieras, porque si lo hicieras, no me subestimarías de esta manera.— Lo golpeo justo en la mandíbula, dónde sé que le dolerá más que si lo golpeo en la nariz y el dolor perdurará por una semana, como mínimo. Agradezco internamente las clases de boxeo que mi mamá me obligó a tomar.

—Ahora piérdete. No te quiero volver a ver en mi vida. Ándate por dónde mismo viniste.

Le cierro la puerta en la cara, y cuando volteo me encuentro con la cara estupefacta de Alex y Ben.

—¿Alex?— Ben murmura.

—¿Sí?

—Recuérdame no molestar a mi hermana nunca más en lo que resta de mi vida, por favor.

Alex solo asiente animosamente, y me toma de la muñeca con delicadeza llevándome al baño. Una vez adentro, me sienta en el wáter, pone pestillo a la puerta y empieza a buscar desesperadamente por los estantes del baño.

—Oye, estoy bien. No dejé que me tocara un pelo.

—Si, si, pero necesito revisar tus nudillos. Le diste un buen golpe, debieron haber quedado magullados.

Ah, cierto. Lo olvidaba.

Reviso mis nudillos, y es verdad, están rojos y con un poco de sangre. Aunque no siento dolor por el calor y adrenalina del momento.

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⏰ Última actualización: Feb 04, 2023 ⏰

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