1997

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Los grisáceos días calurosos eran como una ansiedad triste y silenciosa, pero que bien podía ser una agónica y agobiante bulla, la campanilla hasta cierto punto cansante sonaba y sonaba, a las cuatro treinta de la tarde, al compás estudiantes salían, puñados a puñados, tríos y cuartetos amistosos, alguno que otro solitario iba más adelante priorizando llegar a su casa, hasta en algún momento esa misma idea invadía pensamientos ajenos.

Sus amigas la despedían mientras ella se iba alejando de a poco con su mano levantada, moviéndola frenéticamente, su sonrisa iluminaba aún más su rostros, sus ojos grandes y marrones tenían una chispa de luz mientras con la mayor felicidad se alejaba. Iba por el callejón que cerraba con el pedacito de pueblo, donde terminaba el colegio e iniciaba una calle desolada que daba paso a grandes lotes, y más al fondo casitas de cosecheros de pequeños arrozales.

Pero aún y en ese entonces tal vez aún no me atrevía, era un comino de controlador de mis impulsos.

Seis meses después, los sueldos bajaron y la línea natural del flujo económico se secara después de que la renovación de la facturera de los arrozales y la pesca acabaran por un periodo, los negocios y fábricas habían estado quebrando de a poco y los sueldos bajando.

Se quedaba más tiempo en el colegio, a vender galletas de Ppopgi a los demás estudiantes y hasta sus amigas eran su mejor clientela, esto tal vez durante un mes aproximado, unas tres veces llegué a comprarle galletas, ah realmente deliciosas.

No fue hasta un día, inusual vez se me cruzaba por la cabeza arriesgar el pellejo de hablarle, pudiendo juzgar con gusto, que maniático que se le acercaba, o alguna babosada, pero esa vez freía mi pellejo casi al verla, cargando su puesto de galletas sobre sus hombros, junto a casi la mitad de la caja llena, era tonta, mientras ella quería ganar dinero para ayudar a sus viejos padres, otros perdían este, eso no funciona cuando estas en un pueblo escaso de trabajo y con la mitad de la población pobre.
De la forma más despistada parecía pasar, me acerqué y le brinde de mi ayuda, amablemente me rechazó, pero seguí insistiendo, y ella sin querer parecer grosera y costándole pronunciar un no, me permitió ayudarla, con una avergonzada hermosa sonrisa me asinceró su agradecimiento.

Un silencio nos acompañó el principio del camino, lo acorté con pequeñas preguntas de porqué alguien tan linda viajaba casi a las obscuras por las calles desoladas fuera del pueblo, recibiendo como respuesta pequeños hipidos que iban a unas risitas, hipnótica su compañía me bloqueó el pensamiento y olvidé la hora, por unos cuantos segundos, como si algo me molestara, tal vez el hecho de que ya estaba por llegar a su casa, o simplemente el hecho que parecía querer evadir con tontas risitas mis preguntas, esa sonrisilla se borró de su rostro, había dejado caer todas las cosas que cargaba, ella se asustó y denotó preocupación y miedo en su rostro, que no tenía por qué temer, parecía que le decía todo lo contrario, porque con mas razón temió, caminé hasta ella con cuidado, pero retrocedía a cada paso, a ese punto su miedo me estresó, en cuestión de segundos había temido lo peor.

Corrí hasta ella y de los nervios tropezamos, tapé su boca ante su intento por gritar, con fuerza la tomé de su nuca mientras aún tapaba su boca, golpeé su cabeza con el pavimento de la calle y a cojeadas me puse de pie, arrastrándola en un inicio y después subiéndola a mi espalda.

Caminé unos veinte minutos, que se hubiesen reducido a catorce pero cargarla había sido tarea difícil, entrando a mi casa, la tiré a la cama, lave mis manos y tomé de una cerveza caliente, que mantenía dentro de la estufa, amarré sus brazos de lado a lado, y lo mismo con sus pies, hasta salir de la duda de cualquier intento factible de movilidad. Recuerdo regresar a oscuras a la calle sola, recogí la hielera y el puestito de galletas, lo llevé al botadero que estaba cerca de la fábrica, todos los viernes siempre lo quemaban, sin dejar rastro de las pudriciones que aventaban. Al volver a casa, quité su uniforme y ropa interior, la contemplaba con nervios por un par de horas, y después de un rato deposité mi cariño en su cuerpo y lo aprecié nueve minutos, después de ese tiempo, hasta ese punto creí que se había desmayado, pero a esa hora ya llevaba por muerta, toda la madrugada hasta el amanecer aprecié su rostro, hasta que en un punto perdí conciencia de la hora y empecé a notar cómo su piel blanca palidecía y de sus mejillas frías desaparecían su rosita rubor. Al olvidarme de la hora, sólo el honor a humo llegó a mis narices, y supe que era muy tarde para llevar otra bolsa de basura... descuarticé su cuerpo, corté brazos y piernas en dos y tres partes, había tomado prestada la camioneta de el dueño de la casa que rentaba, la usaba siempre y cuando le ayudara con los trabajos de electricidad a los que él era citado, no era un plan b, simplemente se dieron las cosas diferente.

Después de trabajar daba un paseo por las empinadas montañas de Gicheon, ese día volví a subir a las montañas, el pueblo estaba muy ruidoso de sirenas policiales, así que era buen momento para ir a pasear. Y mientras subía aumentaba la velocidad del carro, el viento fresco pegaba en mi rostro con fuerza, depositando besos en él, como si me amara. Mi canción favorita empezó a sonar por la radio, y fue como si el día no fuese más hermoso.

a continuación la canción del momento con car, the garden.

was going to lose it, uh, that was comfortable
filling the debt of pieces that have never been
written, pack up the things you left behind
yes, I hope this is the best blush, it's not me,
i was trying to see
even if I believe that it will be a divided me
i have never tried to prepare for myself.

originalmente la canción es en
coreano, por; car, the garden.

𝐌𝐄𝐌𝐎𝐑𝐈𝐄𝐒 𝐎𝐅 𝐌𝐔𝐑𝐃𝐄𝐑  ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora