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—Adentro

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—Adentro. —es la demanda de la mayor cuando la empuja hacia el cubículo más cercano, cayendo Rosé sobre la tapa. Jennie la mira desde arriba, superior y sensual, cuando se saca la chaqueta y la deja caer al suelo.   

—¿Qué haces?   

—Cállate.   

Jennie no tiene vergüenza en que la contraria se de cuenta de la reacción de su cuerpo, incluso un poco orgullosa de Rosé por haber provocado su reacción: respiraciones alborotadas, y que las venas de sus manos parezcan reventar por la euforia. Obteniendo una parecida al Jennie sentarse sobre sus piernas.   

Se besan, tan fuerte, tan húmedo y prohibido, que el pensar en lo que hacen les sube el lívido por los cielos, chocando sus labios, sus caderas buscando la fricción ajena y gimen, sin freno ni pudor. Jennie le besa el cuello, le pasa las manos por los pechos y las espalda, le araña la piel y le muerde las clavículas, marcando a su gusto la nívea piel de la australiana, quien echa la cabeza hacia atrás, presa del placer y lleva sus dedos al pantalón de la mayor.   

Un gemido ronco es su respuesta, un sí implícito que hace a Rosé sacar el botón del ojal y bajar el cierre, antes de seguir con su propia ropa inferior. Jennie se entretiene en su cuello, en sus hombros, le saca el suéter y la blusa de un tirón, dejando a Rosé solo con un sujetador y sigue con la suya, después de susurrarle un: nos vamos a ensuciar Rosé, que le sabe a gloria.   

Jennie se pone de pie, sus pantalones a mitad de sus glúteos, mostrando apenas su coño bajo una tela negra, con una pequeña, y, creciente, mancha de humedad extendiéndose en las bragas, reclamando por atención. Jennie ondeando sus caderas, empezando a masajear su femineidad.   

Rosé traga saliva, se levanta apenas lo suficiente, e ignorando su falda, baja con cuidado sus shorts cortos, para seguir con la ropa interior, ante la mirada fija de Jennie en sus movimientos. De pronto demasiado cohibida, se detiene antes de bajarla por completo:   

—No es un buen momento, Park. —Jennie no detiene el suave vaivén sobre su cuerpo.   

—Lo sé, es sólo que... Nunca, yo-...   

—Entiendo —Jennie se acerca, con cuidado y sus ojos fijos en los ajenos, brillantes. Rodea la cadera de la menor con sus piernas, erguida sobre su pecho mientras termina de liberar la ropa interior de Rosé, dejándola expuesta hacia ella—, yo tampoco.   

Rosé gime al sentir la mano de Kim atravesar la tela de la falda, comenzando a frotar su entrepierna, una dulce y caliente fricción que las embriaga y sabe tan bien; se siente tan bien. Es la mayor quien se mueve primero, juntando finalmente ambas femineidades, empujando hacia arriba, rozando deliciosamente contra Rosé, quien se muerde los labios y se sostiene de los costados del cubículo. Cuando la mayor de ambas le sujeta el cabello desde atrás, es el delirio; el infierno mismo revestido de ardiente tentación, nuevas sensaciones abrumadoras que la atascan por completo, nublando sus sentidos.    
                 
Pero no todo podía ser tan bueno.    

rude girl ↬ chaennieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora