Ella y Diego se han ido. Y aunque me gustaría poder dar más detalles acerca de su desaparición, sólo puedo decir que he llegado a mi casa, he abierto la puerta y todas mis corcholatas estaban regadas por el suelo, el puré de papa embarrado en la pared y la cuarta habitación -que siempre se mantuvo cerrada- con un rayón hecho con alguna clase de cuchillo. Estoy que me lleva la chingada.
La policía no pudo decir nada y mucho menos encontrar alguna pista, pues aunque la casa quedó hecha un infierno, no hay huellas digitales, notas, pistas, nada. Pero doy gracias de que no se hayan tomado la molestia de abrir la puerta que va directamente al sótano. Está intacto. Con la máquina de escribir y las hojas ordenadas de la misma manera en que yo las dejé cuando salí de casa.
Me quedé un momento absorto en mis pensamientos. Después de que se fuera la policía, los restos de casa quedaron en completo silencio. Sólo escuchaba mi respiración y los trinos de pájaros que posaban tranquilamente en las ramas de los árboles. Contemplé la obra maestra que algún hijo de puta había hecho en mi casa. Había llegado, abierto la puerta principal, tirado cualquier cosa que encontrase en su camino para causar miedo. Ella y Diego seguramente estarían juntos tocando la guitarra o cantando en el techo canciones de Ed Sheeran mientras aquel bastardo rompía y tiraba al suelo todo aquello que alguna vez significó tanto para mí. Escucharon el ruido y bajaron para ver qué era lo que estaba pasando. Y así, sin más, aquel hombre se robó mi felicidad.
¿Qué se supone que tenía que hacer? ¿Salir a buscarlos? ¿Adónde? ¿Se habrán internado al bosque? ¿Se los habrán llevado a la ciudad? ¿A otro estado? La desesperación flotaba en el ambiente. No sabía qué hacer. Tomé mi chaqueta y decidí salir a tomar aire. El día, aunque fuera el peor de mi vida, era perfecto. No había nubes en el cielo, no hacía frío ni calor. Estaba sumamente fresco. El trino de los pájaros se había intensificado y ahora se mezclaba con el sonido de las hojas de los árboles al rosar entre ellas por el viento. Caminé unos metros dentro del bosque y me senté en una gran piedra que encontré. A mi alrededor varios árboles tapaban el sol, por lo que rayos de luz entraban dispersos por los pocos agujeros que encontraban. Y junto a toda aquella hermosura, el sonido de unos pasos se mezcló en el ambiente. Se escuchaba cómo alguien movía las hojas de los árboles para pasar a no se sabe dónde. Me reincorporé de un salto. Mi corazón se aceleró y empecé a respirar más rápido. Volteaba a todas partes. ¿Qué ocasionaba eso? ¿Sería el bastardo? ¿Sería mi familia? Rápidamente me puse de pie y recorrí con la mirada los 360° de mi alrededor. El sonido de las pisadas regresó. Se producía a mi derecha. Corrí hacía allí y sin pensarlo metí la mano en el matorral por donde se escuchaba la respiración. Podría ser un animal, pero no me iba a tomar el tiempo de pensarlo. ¿Y si sí era una persona pero tenía un arma? ¡Caramba, no me importaba, alguien se llevó a mi hijo! Ya adentro del matorral, mi mano comenzó a explorar rápidamente para encontrar algo que coger y jalar hacia el exterior. En eso, sentí un brazo. Un gemido salió del matorral y mis ojos recuperaron el brillo de la esperanza. Jalé el brazo con fuerza y lo lancé al exterior.
Ni un animal ni mi familia ni un hombre armado: era sólo un niño. Un niño pelirrojo con un nuevo chichón en la frente producto de mi lanzamiento.
El niño está llorando. Era de esperar. Se soba la frente mientras repite a lo tonto palabras que no entiendo.
-¡Connard! -dice entre sollozos- ¡Connard, connard!
La verdad no tengo idea de qué hacer. Me siento junto a él y le levanto la cabeza para mirarlo mejor. Él no parece asustado de mí, simplemente está enojado conmigo. ¿De dónde habrá salido? Si un niño anda solo, es de esperar que sus padres no estén tan lejos. Y este niño no se ve descuidado, está muy bien peinado, tiene una camisa a cuadros con tirantes y unos pantalones y zapatos cafés que ya presentan las marcas del tiempo. Pero sin una sola arruga ni agujero.
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Bajo mi techo
Misterio / SuspensoHace mucho tiempo compré una casa que estaba al lado de un río. En la sala tengo una colección de corcholatas, todos los cuartos tienen cuadros de personajes importantes y en el sótano tengo un pequeño escritorio donde escribo historias de amor. Un...