Capítulo 2
—no, no, no!— Dakota golpeó la rueda de su coche con una patada antes de maldecir ante el agudo dolor que se extendió por su pierna tras el impacto.
Debía estar en el maldito pueblo vecino. Si su coche hubiera arrancado a la primera lo estaría, pero oh claro, luego de pasar la maldita noche en un motel de mala muerte junto a un bar de carretera el maldito coche decidió que no funcionaría. Se suponía que se encontraría con un maldito contrabandista en el pueblo vecino, antes de ir a Blackwood, había conseguido que lo aceptaran con un programa de beca completa en la Bu. Se suponía que desayunaría un poco de huevos grasosos y luego correría hacía su libertad, los vampiros no eran conocidos por la paciencia a pesar de lo que podría esperarse ante la perspectiva de vivir eternamente. Su novio Miles lo esperaría en los dormitorios que compartirían. Miles era hijo de uno de los directivos que le había conseguido la beca. Se habían conocido por grindr y se habían enamorado el verano pasado. Habían pasado en contacto todo el maldito año hasta que pudo escapar de sus "padres abusivos". Una parte de Dakota se sintió culpable, sabía que su padre no tenía opción realmente, pero eso no lo hacía más fácil.
—diablos. — el vampiro, Dante, no sólo era conocido por su participación en el mercado negro. Sabía que vendía información, información que Dakota necesitaba con urgencia para deshacerse de su lobo antes de que Alguien lo descubriera. Necesitaba los supresores y contactar con el brujo del que solo se oían susurros. Si podía permanecer como humano, entonces podía hacer realidad todos los planes que tenía junto a el dulce Miles. Sabía que había tenido suerte hasta ahora de no entrar en celo pero ocurriría, podía presentirlo. Sus vellos volvieron a erizarse y se volteó cubriendo su espalda con el coche. Tenía calor, mucho calor, su frente sudaba a pesar del clima frío y desértico que comenzaba a levantarse. Sudor pegó los rusos cobrizos a su frente. Necesitaba seguir, estaba aterrado. Frunció su nariz, olía a lobo. Había alguien cerca. Otro lobo. Mierda. Mierda. Mierda. Su Omega chilló dentro de él pidiendo llamar a la manada. Alfa, alfa, alfa, ayuda. Amenaza. Ayuda, alfa.
Su parte más primordial quería rendirse y correr a la seguridad que solo un alfa podía brindarle. Que otro se hiciera cargo del problema. Su lobo quería enroscarse con el rabo entre la piernas y esperar a que su alfa cuidara de él.
—no eres un Omega necesitado—se recordó, él no necesitaba un alfa que lo cuidara, que lo hiciera sentir seguro, seguro seguro, alfa, manada, manada. Su lobo, ese era su lobo, estaba mandando todas las señales de alarma, intentando convencerlo de volver a casa.—¡No!—maldijo y en un arranque de valentía intento abrir el capó del viejo vehículo, lo único que pudo reconocer era el motor, si es que realmente eso era esa cosa entre todos los tubos y manguera. ¿Que había estado pensando? El no podía repararlo, él no sabía nada de motores — ¡estupido Dallas!—cómo era posible que su cacharro viejo no hubiera hecho más que un par de millas sin averiarse.
Su manada probablemente estaría tras él. Lo llevarían, lo arrastrarían. Dios, el alfa probablemente le diera una paliza en el mejor de los casos. Se estremeció. Su primo kelan de hecho había amenazado con violarlo un par de cientos de veces antes de que lo entregaran al criadero. Había estado asquerosamente elocuente una tarde en la que los dejaron solos cuando lo ilustró sobre cómo lo preñaría. El maldito bastardo se había estado relamiendo esperando su celo. No podía tocarlo antes, pero una vez llegará tendría tarjeta verde para hacer lo que quisiera con él. Dallas probablemente lo defendería, había sido un buen hermano mayor, siempre había cuidado y mimado a Dakota, estaba seguro de que si su instinto alfa ganara no le haría daño. Pero kelan era otra historia, él y su padre eran dos sádicos. De hecho se había entretenido en más de una ocasión ilustrando a Dakota con descripciones aterradoras de lo que le haría cuando lo entregaran a él.
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Dakota
WerewolfNacido en un mundo dónde los cambiaformas se extinguen, la perpetuidad de la especie es más importante que la felicidad individual, las parejas destinadas han quedado en el olvido y los Omegas son tratados como un bien de uso común y reproductivo...