el pasar de los años fue rápido e inclemente.

Años donde el carácter fuerte que recupere ayudo a mi sobrevivencia. A mi familia acaudalada de gran reputación

Ronald Ness hijo de Santino Ness hombre de sociedad que heredó una gran suma de su abuela Loan Ness dueña de una. Gran empresa de tratas de blancas.

Ellos  tenía un característico color de cabello y de ojos.
Cabello rojo como las rosas más hermosas de sus jardines, ojos color lila tan bonitos como una petunia, una tez color melocotón.

Una familia dotada de belleza externa.

Pero tenían años y años de registro de actos bajo la mesa, los peores actos.

Eran humanos despreciables que aprovechaban cada oportunidad para arrebatar a los demás todos sus bienes más preciados incluso sus vidas.

Decir que eran ratas serían palabras demasiado bonitas para describirlos.

"Pobre bastardo"

Palabras que escuché cada día desde que recordé quien soy, quien fui y quién  seré.

Lo que ellos no saben que este bastardo sin importar lo que me hagan, sin importar que me enserraran un mes en un sótano húmedo o que la mujer de mi padre tratara de violar me  y que el me azotara por ellos.

Nada de eso puede ser peor de lo que ya he vivido.

Aquellas semanas sin comer, o cuando me tocaba dormir con los perros.

Y la verdad es que ese tipo de cosas no eran nada.

Nada comparado a mis otras vidas.

Mi cumpleaños número quince estaba a la vuelta de la esquina

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Mi cumpleaños número quince estaba a la vuelta de la esquina.

Todo estaba listo para el espectáculo.

Fueron cinco años donde planee algo magnífico y satisfactorio.

Venganza.

Lo más satisfactorio de ella es usar sus apariencias para mi conveniencia.

Después de todo a los ojos del público soy el pequeño niño que los Ness sacaron de la calle.

Mentiras.

Aun así, nadie ponía en duda la palabra de ellos.

Un niño de cabello avellanado y con ojos heterocromáticos no podía llevar la sangre Ness por sus venas.

Aunque me alegraba bastante ser la viva imagen de mi difunta madre

Mujer a la que no recuerdo mucho.

La gran fiesta estaba a minutos de comenzar.

La señora Colins que siempre se había encargado de mi tironeaba de mi cabello para peinarlo decentemente.

— mira niño tienes que comportarte, aunque no le enseñaran modales, ni de lectura tiene que dar la talla para esta fiesta o el señor le hará cosas peores—

Fue una sugerencia de parte de la mujer que siempre me decía cuánto me odiaba.

—no...No te preocupes—tartamudeé—yo...Yo aré mi... Mi mejor es...Esfuerzo Na...Nana.

La mujer dejó escapar un largo suspiro.

—advertido estás— gruño.

El mayordomo entró a la habitación mientras se soltaba un poco la corbata de moño.

—joven amo, todos los invitados están presentes— anunció.

Nana dió unas fuertes palmadas en la espalda.

— no la cagues niño— vocifero mientras salía del cuarto.

No existía ninguna expectativa hacia mi persona.

El niño que tartamudea al hablar, que nunca aprendió a vestirse, ni a leer.

Ese era yo.

Una sonrisa se escapó de mis labios mientras el mayordomo caminaba frente a mí.

Las puertas del gran salón.

Cruzar aquella puerta marcaría el inicio de todo.

El mayordomo abrió efusivamente el par de puertas y se colocó a un lado mientras con una reverencia me señalaba.

— el joven maestro Logan ha llegado—

Esa fue la primera vez que escuché mi nombre.

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