- ¿Qué desea?
Él se mordió el labio mientras me miraba.
- A ti - dijo sonriente.
- ¡Brandon! - le regañé - Mi jefe está cerca. Imagínate si se entera.
Seguía riéndose; pero por mas que me gustase verlo feliz, no debía arriesgarme a que alguien nos pillara.
- Mmmm......un café...vale.
- Que sean dos.
- ¿Dos? ¿Esperas a alguien?
- Sí a ti, durante toda mi vida.
- ¡Imbécil!
Me dirigí a la barra a preparar el café. Hablaría un poco más con él aprovechando que no había mucha clientela. Más bien poca diría yo.
**********
- Toma - dije tendiéndole el café.
- Gracias cariño - me contestó de esa forma tan sutil que él sabe que me encanta - . Antes de nada, tienes que saber que me haría muy feliz que me dijeras que sí por favor. Necesito que aceptes - me quedé en shock al ver como me suplicaba -. Vayámonos lejos. A Sudamérica. Quiero ver las cataratas del Iguazú. Contigo. Contigo y solamente contigo. Acepta por favor y perdámonos allí.
Pensé bien lo que iba a decirle. Me costaba darle la respuesta apropiada.
- Yo...yo...no puedo Brandon...no puedo... - musité.
- Pero, ¿por qué? - preguntó exasperado.
- Porque no puedo dejar a mi madre sola aquí.
- ¿Por esa estupidez vas a rechazar mi propuesta? Pensaba que te importaba más. Que querías estar conmigo sin tener que ocultarnos.
- Y quiero; pero si mi madre te parece una estupidez, mal empezamos.
- Ni eso. Ni siquiera empezamos - dijo antes de levantarse y desaparecer por la puerta del local dejándome completamente sola.
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El resto del día pasó tranquilamente.
Al final de la jornada, agarré mis cosas y me fui a casa. Estaba agotada.
Arrastraba los pies sin fuerza alguna. Diez horas andando de acá para allá sin respiro hacían bastante.
Por fin llegué a mi destino. Giré la llave con la poca fuerza que me quedaba y entré en casa.
- ¿Qué tal te ha ido el día, cariño? - preguntó mi madre nada más verme entrar por la puerta. Estaba sentada en el sofá leyendo un libro. Orgullo y prejuicio. A mi madre le apasionaban los clásicos.
- Bien - contesté seca.
- A mi no me engañas - dijo quitándose las gafas y mirándome como solo una madre puede hacerlo - . Cuéntame.
Finalmente, me rendí y tumbándome desanimada en el sofá le conté lo sucedido.
- Brandon me ha invitado a viajar con él.
- ¡Eso es maravilloso! ¿Habrás aceptado no?
- Pues no, no quería dejarte sola.
- Irina...tienes veinte años...ya es hora de que dejes de preocuparte por tu madre un poco. Y creéme, no debería ser yo la que te dijese esto; pero ya eres mayorcita como para decidir lo que quieres hacer.
Dudé.
- Está bien...me has convencido - dije satisfecha. Mi madre podía ser muy comprensiva si se lo proponía.
Me armé de valor, agarré el teléfono y llamé a Brandon.
Un toque...
Dos toques...
Tres toques...
Cuatro toques...
- ¿Diga? - preguntó soñoliento. Se le notaba en la voz que ya estaba dormido.
- ¿Brandon?
- ¿Irina?
- Mmm...bueno, verás...¿nos podríamos ver mañana por la noche?
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Iguazú: Aguas Grandes
AdventureEntre Brasil, Argentina y Paraguay se extienden tres kilómetros de saltos de agua con una altura media de 80 metros. Son las cataratas del Iguazú. Irina trabaja de camarera en Nueva Orleans. Con diez horas diarias trabajando en el pub de su tía, no...