"El Emperador ha muerto."
Nunca en su vida había odiado una frase, ni siquiera cuando su hermanastro dijo las peores palabras que había escuchado en su vida, aquel día en el que le dio la espalda a su padre.
Hablando de ello, su padre era la razón de todo este alboroto, ya que era él quien había muerto, y no, esa no era la razón por la cual odiaba aquella frase, sino la ligereza con la que se estaba empleando y repitiendo por todas partes, cierto, no había otra manera para comunicar la noticia, pero, también era verdad que, para ella, no solo había muerto el Emperador, sino su padre; eso era lo que de alguna manera le molestaba, que nadie reparaba en que su amado padre había abandonado el plano de los vivos.
Tras haberse pronunciado aquellas palabras, las voces críticas al gobierno imperial no se hicieron esperar, incluso de aquellos que en su momento se vanagloriaban de ser "amigos" del Emperador; asimismo, pese a que toda su vida había sido entrenada para ello, el peso que previsiblemente algún día iba a tener que soportar, recayó de un momento a otro como una fastidiosa carga, y aquello la enfurecía, sentirse incompetente para ocupar el enorme lugar que dejó su padre.
Todos esos sentimientos se resumían en "el Emperador ha muerto", y cada vez que repasaba con los dedos esa frase impresa, deseaba con toda su alma que la tinta se quedara en su piel, borrar todo rastro de la muerte del Emperador, todo vestigio de que alguna vez existió aquel gobierno, regresar el tiempo, cambiar las circunstancias y que solamente tuviese la exclusiva ocupación de llorarle a su amado padre.
Pero no, el destino, incluso en aquel pasado, no estaba bajo su control; ella, al igual que su padre, fueron víctimas de las circunstancias del momento, de las necesidades de la historia, esas que no reparan en los deseos egoístas del individuo, sino que, bajo la premisa más falaz, el bien común, le arrebata al paisano más común y más corriente su inadvertido discurrir por el tiempo y el espacio, para colocarlo en el centro de todo, dotándole de características "especiales", todo ello bajo las ambiciones más subrepticias del poder.
Y no, que no quepa confusión, la ahora Emperatriz no pensaba que su padre fuese un ser común y poco especial, ya que, fueron justamente las características especiales de su padre las que lo hicieron resaltar de entre todos, pero también, lo maldijo y lo ató de por vida a la obsesiva necesidad de solucionar los problemas de todos, sacrificando de por medio lo más valioso, uno diría que cosas, pero en realidad el difunto Emperador sacrificó personas, sacrificó el amor, sacrificó su ser mismo, para poder cumplir su deber, bajo una postura tozuda, casi dogmática, de hacer siempre las cosas bien, aunque la vida se le fuera en ello; esa era la ironía, su padre había dado todo y el resultado de todo ese esfuerzo, de toda la soledad al final de sus días, fue que, aún estando tibio en su lecho mortuorio, aquellas voces criticas mostraran su verdadero valor y con palabras lascerantes insultaran la memoria de su padre, como espadas atravesando su cuerpo sin vida.
La Emperatriz cavilaba todos estos pensamientos en la oficina lúgubre de su padre, corrección, en su oficina, y no pudo evitar que un sentimiento de soledad la asaltara por sorpresa, comenzó entonces a reflexionar acerca de lo solitario que su padre siempre se sintió, y aquello no era una inferencia personal, sino que, en su momento, su difunto progenitor se lo comentó en una de las noches más oscuras que aquella familia hubiese tenido.
Absorta en sus impresiones personales, no notó que desde hace un rato tocaban a su puerta, hasta que finalmente su atención se centró en la puerta que timidamente se abría, y de ella un rostro conocido se asomó.
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Historia de un Imperio
Fiksi Ilmiah¿Cómo se forjan los imperios? ¿Las Cortes Reales los crean? ¿Las conquistas? ¿La tradición? Esta historia sigue la vida de Alois quien desde que nació carga el peso de ser uno de los legítimos herederos al Trono del Iris, sin embargo, contrario a lo...