02

177 22 6
                                    

Una habitación iluminada con luces rojas resguardaba a un joven príncipe que había quedado inconsciente y que también había dormido durante largas horas.

A-Lian despertó escuchando el sonido peculiar de algo moviéndose, como si fueran piezas de cerámica chocando ligeramente. Se incorporó con lentitud en la suave cama dejando caer la manta que tenía encima. Su mente aún estaba desorientada y tardó en reaccionar.

Recordó los acontecimientos de los días anteriores, como si recordara una pesadilla. Había pasado meses con gran tensión desde que la plaga había azotado las cosechas, dejándolas inservibles. El fuego se levantó para quemar los cultivos infestados y mucha gente comenzó a pasar hambre.

El rey había decidido conseguir alimentos del reino vecino, pero estos se le fueron negados, diciendo que ellos también estaban pasando por una situación semejante y sus reservas eran escasas. El rey quería solicitar víveres de reinos más lejanos, pero los mensajeros que enviaba nunca regresaban, como si una sombra de muerte recorriera sus fronteras.

La situación se volvió insostenible. Los soldados, que debían proteger a la vulnerable población, se volvieron insubordinados y por las noches saqueaban a los propios ciudadanos quitándoles lo poco que tenían para alimentarse.

Los campesinos, hambrientos y enojados, se levantaron contra los soldados. Las revueltas empezaron. En medio del caos y la violencia, una caravana llegó del reino vecino. Carretas llenas de víveres llegaron con un iracundo líder que exigía ser recibido como mensajero. Su actitud fue poco respetuosa y al entrar al territorio gritó sobre cómo su reino se había enterado de la precariedad que estaban atravesando y cómo la generosidad de su gente había sido negada por su orgulloso rey.

Las palabras de este mensajero y su repentina ayuda fue la chispa que lo empezó todo. Alguien insultó al rey, llamándolo tirano de corazón ennegrecido. Alguien más acusó a la reina de despilfarradora y egoísta. Finalmente un individuo levantó la voz y dijo que la unión de ambos seres malignos y crueles solo podría ser la mayor de las ofensas a los cielos. El príncipe heredero era la culminación de esa maldad y debía morir con su familia para acabar con tan nefasto linaje de la faz de la tierra.

Los reyes habían envejecido y los pobladores no se sentirían satisfechos con la muerte de dos personas mayores. Dejarían caer su ira sobre el joven príncipe.

La población pudo ponerle un rostro a la desgracia y la sed de sangre no pudo ser saciada.

A-Lian se sintió aturdido, todo había sucedido como un torbellino y su mente luchaba por dentro queriendo olvidar lo que había pasado mientras los recuerdos regresaban con nitidez, todas y cada una de las cosas ocurridas llegaron a su mente como una tormenta.

Sintió un gran malestar en el interior. Dicho malestar no era algo físico.

Lentamente fue consciente de su entorno actual.

Notó que había sido despojado de las prendas superiores y un vendaje elaborado cubría su torso desnudo.

El sonido de cerámica volvió a sus oídos y levantó la mirada hacia su procedencia.

El origen era una criatura de cuerpo inhumanamente delgado con una máscara de madera con cuernos y dos huecos para los ojos, en los que se apreciaba oscuridad.

La criatura lo miraba fijamente mientras que sostenía un tazón de cerámica entre sus huesudas manos. Su cabeza se inclinó a un lado y luego al otro varias veces mientras lo observaba en silencio.

A-Lian estaba perplejo. No sabía cómo reaccionar.

La criatura se aproximó a él y extendió el tazón hacia él. Su contenido era extraño una bebida espesa de color oscuro con un fuerte aroma amargo.

A-Lian y el Zorro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora