03

174 17 12
                                    

Los árboles otoñales dejaban caer sus hojas las que variaban entre suaves tonalidades ocre hasta un rojo carmesí. Las hojarasca cubría la vegetación del suelo dando una sensación de calidez pese a que la temperatura amenazaba con bajar conforme pasaran los días.

Una cálida brisa del sur llegó y revoloteó los cabellos del joven A-Lian. Sus ojos se cerraron mientras sus manos buscaron sujetar los mechones que aleteaban como mariposas alrededor de su rostro, mientras el rubor producto de la medicina para entibiar el cuerpo se esparcía por sus mejillas y ojos dándole un aspecto delicado y tierno, con esa piel tersa y nívea.

Los ojos del zorro rojo no pudieron apartarse de ese cuadro, haciendo que su mirada pareciera cobrar aún más intensidad.

Cuando vio esos ojos castaños abrirse mientras el viento se sosegaba, pareció recordar algo y volteó hacia los demonios que se encontraban escondidos entre las sombras de los árboles.

El asombro de los demonios pronto se convirtió en pánico, por lo que se postraron al suelo sin atreverse a levantar la mirada a su señor.

El zorro al ver que estos lacayos ya no tenían el atrevimiento de seguir mirando, se acercó a A-Lian para después inclinarse mientras sus patas se doblaban sobre el suelo.

A-Lian lo observó inclinarse frente a él.

—¿Qué sucede?

El zorro dirigió su hocico a su espalda y después bajó la cabeza con mansa actitud.

A-Lian pareció comprender sus gestos pero no tenía el coraje de montar la espalda de semejante criatura.

—¿Cómo podría...?

Al ver que A-Lian se rehusaba a subir a su espalda por cuenta propia, el zorro se acercó por la espalda, empujando su lomo contra lo muslos del joven, haciéndolo sentarse sobre su espalda. A-Lian, avergonzado de semejante acción, solo pudo actuar por reflejo sujetando el pelaje del zorro con sus manos.

Cuando pudo sentir, estaba sentado sobre el lomo del gran zorro rojo y se sujetaba al pelaje de su cuello en un intento de no caer al suelo. La distancia entre sus pies y el suelo era la misma que el largo de las patas del zorro, poco más que la altura de un caballo. La suficiente distancia como para hacerse algún daño si caía, por lo que se aferró rodeando lo más que pudo el grueso cuello del zorro.

De pronto, el zorro comenzó a moverse, primero unos pasos, como si de asegurara de que no caería. Tras cerciorarse que el joven se asía a su espalda, su velocidad fue aumentando. Siendo golpeados por el viento, A-Lian fue obligado a cerrar los ojos.

Acostumbrándose poco a poco, abrió los ojos lentamente, viendo como el zorro se movían con agilidad entre los árboles, saltando ramas y arbustos, pasando entre la luz del cielo filtrada entre algunos árboles y las sombras que los ocultaban. Fue más estable que un viaje sobre una montura veloz, así como ligero y resuelto al pasar entre diversos obstáculos.

Una estructura de madera comenzó a ser visible no muy lejos.

—¿Un puente?

El zorro disminuyó su velocidad y comenzó a pasar por el puente de madera dando la vista del río que reflejaba la luz del cielo entre sus turbulentas corrientes, mientras que las montañas era por fin visibles. Grandes montañas de bosques ocres era lo que inundaba la vista, como ver miles de flores hechas de un fuego que nunca se consume. Se detuvo a mitad del puente ya que sintió como el joven a su espalda se erguía con curiosidad y asombro ante el paisaje.

—Es una vista maravillosa.

Tras algunos momentos, el zorro comenzó a continuar su travesía sin acelerar demasiado, como si el destino estuviera cercano y buscara prolongar esos momentos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 20, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

A-Lian y el Zorro RojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora