capítulo 1; ataque de pánico.

97 21 1
                                    

—"¿Seguirás mirándome de la forma en la que yo nunca lograré mirarme?"—Musité en mis adentros una de las frases que ya tenía tiempo escribiendo.

Como todas las mañanas; me encontraba sentada en el pequeño comedor de la cocina de mi casa. Era algo incómodo el tránsito dentro de ese espacio; pero me acostumbré tanto a vivir en lugares reducidos, que se volvieron mi zona de confort. Y como todos los días; mientras yo leía o estaba absorta en el ruido de mis auriculares, mi mamá cocinaba sus hotcakes perfectos de vainilla, mientras yo solo me encargaba de fingir que la escuchaba al mismo tiempo que sólo balbuceo cosas que voy leyendo.

—Liz, ¿quieres miel? —Creo que eso dijo, aunque no la escuché, pero mi método a sus preguntas es sólo asentir con la cabeza. Te ahorrarás muchas conversaciones a largo plazo.

—Asentí. —"¿Y si nos escapamos a ese atardecer con sabor a tus besos?" —Uh, ésta es buena.

—Ok, ya fue suficiente. —El estruendo de la mesa al chocar fuertemente con el plato que cargaba en sus manos me hizo aterrizar.

Agh... No de nuevo.

—Y ahora, ¿con qué saldrás esta vez? —Pregunté, con algo de arrogancia en mi tono de voz. Pero sin despegar la vista de lo que leía, odio el contacto visual. —No te presté atención, fui grosera y desconsiderada.

—Te faltó mencionar que tu empatía y amabilidad se fueron de sabático. —Añadió.

—Excelente, también. —Sonreí con ironía. —¿Algo más?

—Liz... —Ni siquiera me miras a la cara desde que bajaste de tu habitación. —Realmente no me había percatado de que tenía todos mis sentidos puestos en mi diario por más de 1 hora, por lo que despegué mi vista de él para pegarla en ella. —No podemos seguir así. Ya pasaron un poco mas de 3 semanas en las cuales no desayunas.

—Bufé. —Sí lo hago, acordamos que dejarías de invadir mi espacio en mi cuarto si me sentaba en el comedor a convivir y...

—Exacto. —Me interrumpió en seco. —Convivir. Cosa que tú no haces. ¿Crees que no me doy cuenta de que sólo lees hasta que se haga la hora exacta para salir e irte al psicólogo?

Es gracioso que seas tú quien lo diga, porque por tu culpa es que tengo que ir.

—y es en ese momento tomas un cubierto para fingir que sí comías algo. —Pude sentir el calor de la sangre pasando por mis mejillas, francamente pensé que mi presencia no le hacía peso. —Pero no lo haces porque "se te hizo tarde"

—Ok. —Sobre la mesa tiré la libreta que cargaban mis manos el 90% del día. ¿quieres que coma?— ¡Bien! Comeré. —Procedí a darle un mordisco a uno de los hotcakes y el desagrado en mi rostro no tardó en aparecer cuando mis papilas gustativas percibieron la miel.

—¿Te gustan? —La risa que emanaba tras hacer la pregunta me hizo enfurecer.

—Sabes lo repulsiva que se me hace la miel , ¿¡Qué sucede contigo!? —Grité.

—Yo detesto tu actitud. —ya éramos dos, pero yo tenía la sutileza de no decirlo en voz alta. —Para mí tu manera de comportarte simboliza lo horrendo que para ti sabe la miel. —Al tiempo que soltaba su tonta frase, expandió una de las sillas del comedor y se sentó lentamente sobre ella, como para tratar de evitar que yo me fuera. —Por lo que haremos un juego; si sigues siendo una malcriada recibirás miel en cada cosa que comas que salga de ésta casa. —Dios, qué absurdo.

Tan linda, cree que voy a caer en su intento de chantaje.

—Pensé que sabías que no estoy comiendo, por lo que no importaría mucho. —Necesitaba más que asqueroso aderezo de soborno si quería llegar a algún acuerdo. O más bien, otro acuerdo. —Y, de igual modo puedo cocinar lo que consuma YO sola. —Enfaticé. —Tengo 17 años, no soy una niña y he podido cuidarme mejor sin compañía.

punto y co;maDonde viven las historias. Descúbrelo ahora