prólogo;

217 46 27
                                        

— Una pastilla.

Eso que te descontrola al punto de no saber qué será de ti si se fuera, y aún así no te importa, porque sabes quién eres si está contigo. 

...

— ¿Segura que quieres hacerlo? —Con su respiración al ritmo de lo agitado de mi corazón, no sé cómo puede sacar las palabras de su boca.

— Solo quiero estar contigo, aquí y ahora. — Con algo de ironía en mi tono de voz, me acerco lentamente a su rostro para morder su labio inferior.


— Dos pastillas.


Eso que te roba el aliento y con nada más que palabras que solo el universo podría borrar, en segundos te lo devuelve.

...

Y ahí estaba... de pie frente a mí con su traje negro y su camisa blanca pastel que parecía hecha para él. Su sonrisa que combinaba a la perfección con él y lo hacía dueño de mí... Listo para llevarme a mi primera cita y yo no podía dejar de preguntarme: ¿Cómo pudo verme?

No digas tonterías hoy, Liv.

 Ese pensamiento rondará todo lo que dure ésta noche.


— Tres pastillas.


Eso que hace que tus rodillas tiemblen cuando lo tienes a metros de distancia, mientras tu cerebro se vuelve independiente y tu corazón levita. 

...

— Ya puedes soltarme. — Le pedí, mientras mi mano temblorosa tocaba la suya alrededor de mi cintura. — No me caeré. — aunque la tensión que se creó en su rostro podía hacer que lo hiciera.

¿Y por qué no me has soltado tú primero? —Susurró.

¿Y tú? —¿Por qué le preguntarías eso a un completo extraño?

–No lo sé.

Tampoco yo... —Mi cerebro volvió a su libertad de expresión.


—Cuatro pastillas.


Eso que tus dedos buscan rozar, mientras tus labios suelen permanecer deshidratados por cada beso que nunca parece suficiente.

...

— ¿Por qué hoy me besas más de lo normal?  Pregunté mientras lo veía sonreírme.

— Porque no sé si mañana tenga la misma suerte de hacerlo y me rehúso a tener que recordar un día donde no te besé lo suficiente.


— Cinco... Cinco pastillas.


Eso que llena tus noches de sueños, llevándote del cielo al infierno sin punto intermedio. 

...

— Cómo... — No podía respirar. — ¿Cómo pudiste hacer todo esto y no sentir culpa? ¿CÓMO PUDISTE PERMITIR QUE ME ENAMORARA DE TI?

— Livie... — Sus ojos no me miraban, ni siquiera un segundo. 

— NO. Te lo imploro, jamás en tu miserable vida vuelvas a pronunciar ese nombre. Lo creaste para mí y morirá contigo. — Sabía que mis lágrimas dolían porno aparecer, pero no las dejaría. — Porque en lo que a mí concierne; todo lo que haya salido de ti es sólo basura. Te odio. 

Ojalá la última oración fuera verdad, todo sería más sencillo. Pero tenía que empezar a creérmela...


— Seis pastillas.


Eso que sientes que podría reemplazar el oxígeno que te rodea, porque sólo él... o ella te existe.

...

— Recuerda siempre derramar lágrimas por grandes cosas, no por las pequeñas. Las pequeñas cosas te preparan para llorar por lo que realmente vas a sufrir, así que sé selectiva sobre a qué o a quién le permitirás deshidratarte. ¿Está bien?



— Bueno, definitivamente esto es una cosa muy grande. — Reí, mientras unas 3 pastillas más acompañaban mi trago. — Saluuud.


...

Eso que es tan malo, pero no puedes dejarlo porque te hace sentir lo bueno que es. 

— Si fumar es malo, ¿por qué dejas que lo haga? — Preguntó mientras dejaba escapar el humo levemente de sus labios.
— Porque no sé cómo haces para que te vea haciéndolo y que me gustes más...— Le quité el cigarrillo de la boca y lo apagué en el cenicero delante de nosotros para besarlo bruscamente, se había vuelto una costumbre.


— Di... Diez pastillas. 

Y entonces... Al ver esa pequeña cápsula, por un segundo me replanteé que tal vez no tenía por qué irme.


...

— ¡Lia, espera! — Antes de que pudiera irse, la tomé del brazo obligándola a mirarme.— No te vayas, eres lo que más quiero en este mundo.

No entendía por qué estaba tan enojada, o tan decepcionada... Pero el sólo hecho de pensar que podría perder a mi lugar seguro... Me fracturaba el pecho de mil maneras diferentes, una tras otra.

— Se soltó de mi agarre, como si no soportara ni tocarme. — Lo siento, Liv... — Sostuvo mi rostro entre sus manos, que estaban muy heladas. — Te amo, eres esa pequeña luz que hace que no tenga miedo de cerrar los ojos pero...

Con una mínima lágrima escurriendo por su cara sabía que lo que quería decir no iba a ser fácil ni para ella... ni para mí.

— No puedo, no puedo verte... No sabiendo que estás con él, no sabiendo que estás... con esa persona. — Y desplazando mi rostro lentamente, se fue... y algo me decía que no iba a volver.


Sí, definitivamente no tengo por qué seguir aquí.

...

"Todo parece un sueño; pero ésta vez no quisiera despertar de él. No quiero olvidar lo que me trajo aquí, aunque honestamente no creo que exista licor suficiente que lo borre.
Ver negro para siempre suena tentador, de igual manera no sería muy diferente de lo que es mi vida hasta estos instantes; a ver si unas seis pastillas (tal vez un poco más)lo hacen durar...

Adiós."

— ¡MIERDA! — Fue lo último lo único que logré o creí escuchar a la distancia antes de desvanecerme en la oscuridad.


Eso eres tú.

punto y co;maDonde viven las historias. Descúbrelo ahora