La Casa del Dragón: Dragones enamorados

10. Los aliados

La pareja se separó rápidamente. De la misma manera que Daemon se había puesto delante de Rhaenyra para protegerla de la ira del rey, ser Harwin se puso ante Millicent.

- Mi señora, no es lo que os imagináis - se apresuró a decir el caballero, tan sonrojado o más que la dama de Rhaenyra.

La princesa alzó una de sus cejas, cruzada de brazos; dado lo que acababan de hacer Daemon y ella aquella mañana antes de regresar a Desembarco del Rey, no podía censurar a Millicent y ser Harwin por besarse, aunque su príncipe y ella tenían la excusa de estar prometidos, al menos a los ojos del mundo.

- Alteza, por favor, decid algo - intervino la joven Tyrell, con voz suplicante y expresión de susto.

Al fin y al cabo, una dama de compañía soltera de la heredera al trono o de la reina, debía comportarse de manera casta y, además, necesitaba la aprobación de su señora, a parte de la de su familia, para un posible matrimonio.

- Por vuestro bien, espero que os hayais limitado a los besos y no hayáis ido más allá - sentenció la princesa, cuando por fin dijo algo.

Ser Harwin avanzó unos pasos hacia la princesa, con expresión decidida, y se arrodilló ante ella.

- Alteza, os puedo jurar por mi honor que no haría nada que mancillara el de lady Millicent - le aseguró el honesto caballero, con firmeza y determinación. - Y si cayera en la tentación, lo repararía de buena gana... la amo y espero que no sea arrogancia pensar que ella me corresponde.

Millicent se limitó a asentir, aún conmocionada por que su princesa les hubiera sorprendido.

- Levantaos, ser Harwin - ordenó Rhaenyra, llevándose las manos a las sienes. Fue a sentarse a uno de los sillones de sus aposentos. - Francamente, al menos para mí, lo que hagáis es cosa vuestra, aunque quiza no tanto para los padres y los hermanos de Millie... por otro lado, un enlace con el futuro señor de Harrenhall sería beneficioso para la Casa Tyrell... Hablaré con mi padre tras las fiestas de Día de la Conquista; hasta entonces... sed discretos.
- Gracias, alteza - susurró Millicent, haciendo una profunda reverencia, que su enamorado imitó, y luego corriendo a buscar un paño húmedo para ponerle a Rhaenyra sobre los ojos. - Lamento mucho haber utilizado vuestros aposentos para... bueno...
- Para besarte con ser Harwin - completó la princesa en tono burlón, haciendo que la chica se sonrojara mucho más de lo que ya estaba.
- Perdonadme, alteza... - susurró, apretando fuertemente los ojos.
- No importa - contestó Rhaenyra, riéndose. - De hecho, mis aposentos son el mejor lugar que podríais hacer elegido.
- Os doy las gracias por vuestra comprensión - dijo ser Harwin. - Ahora, con vuestro permiso, volveré a mi puesto...

La heredera se quitó el paño húmedo que Millicent le había puesto sobre los ojos y miró a la pareja especulativamente.

- Permaneced aquí sólo un momento más, ser Harwin - dijo Rhaenyra. - Y tú también, Millie... Vosotros sois mis amigos de más confianza y algo que debo contaros.
- Nos honrais, alteza - se apresuró a decir ser Harwin, algo incómodo.

Antes de seguir hablando, Rhaenyra se puso en pie y fue hacia la puerta para comprobar que estuviera bien cerrada.

- Lo primero de todo, lo que os voy a contar es altamente secreto - empezó Rhaenyra, volviéndose a sentar. - Por lo que, si queréis ayudar, necesito el juramento de ambos de que no se lo revelareis a nadie, ni a vuestras familias, ni tampoco a vuestro padre, ser Harwin.

Los dos se miraron sorprendidos por aquello que su princesa les estaba diciendo.

- De cualquier manera, no voy a obligaros a nada - continuó Rhaenyra, malinterpretando sus miradas. - Si no queréis saber nada de esto, podéis iros en paz.
- No, de ninguna manera, mi señora - se apresuró a responder ser Harwin. - Juro por mi honor no revelar nada de lo que vos nos contéis, aunque mi vida esté en juego.
- Yo también lo juro, alteza - dijo Millicent, algo más insegura, pero decidida a ayudar a su princesa. - No revelaré nada de lo que nos digáis, tenéis mi palabra.