Mi cara se contrajo dolorosamente mientras los escuchaba reír, la risa que muchas veces contemple maravillada, me causaba tanto dolor. Quería sorprenderlo con un postre que había preparado especialmente para él, por eso lo había ido a buscar a su departamento pero jamás me hubiera imaginado que me encontraría con aquella escena.
—Es muy extraño...
—Hubiera sido lindo si estuviéramos en la secundaria, pero ahora... es algo patético...
—Son las tácticas antiguas que enseñaban las abuelas...
Escuchar aquello me causaba dolor pero tenía los pies anclados al suelo, hasta ahora solo había escuchado la voz de otros chicos, y su risa, pero no a él.
—Solo es amable...
Eso fue lo que necesitaba para irme derrotada, hipnotizada por su comentario; "solo es amable"... así era, amable.
Ese día llegue a casa sin energías, pero en cuanto sentí los besos desesperados de Haru me anime un poco, era cierto que los animales eran las criaturas más inocentes y sinceras, ellos jamás te mentían, mucho menos actuaban complaciente solo para quedar bien. Me quede dormida con un nudo en el estómago, no quería que llegara la mañana, no quería enfrentar la verdad de la que ya era consciente.
Esa mañana me levante algo más renovada pero con esa espinita que no dejaba de susurrarme al oído, al menos ahorre minutos al solo preparar mi almuerzo, se veía realmente delicioso, colorido y alegre.
La mañana comenzó terrible, el último día de la semana estaba cargado de personas descontentas, enojadas y de mal trato, además para mi mala suerte, todos los clientes más molestos estaban en mi ventanilla, luego de casi 6 horas de pie y sin descanso llego la hora en que iría a comer.
Generalmente iba a buscarlo para entregarle una comida casera, hoy simplemente me había ido en la dirección contraria, estaba en la parte norte del edificio, donde se juntaban los del departamento de arte, técnicamente no eran de arte, sino de diseño, pero ellos hacían lucir hermosos todos los productos que nosotros ofrecíamos. Estaba en una mesa sola intentando distraerme cuando el color azul de unos dedos llamo mi atención, dedos largos y azules como los de una criatura mítica del océano. Era demasiado llamativo para obviarlo, color zafiro, destellaba incluso cuando los rayos de luz tocaban su piel. Hasta ese momento solo había mirado sus manos, pero entonces la sonrisa dulce y traviesa de un joven me aterrizo.
No volví a levantar la mirada y cuando termine me fui casi corriendo al trabajo.
Tenía una semana desde que empecé a comer en el otro sector, no era de hacer amigos, no me gustaba socializar, las pocas veces que lo había hecho no resulto de la mejor manera. Usaba el tiempo de la comida para leer un rato así evitaba mirar a otras personas, como había pasado aquel primer día. Los almuerzos elaborados y lindos se habían reducido a solo almuerzos saludables y bien proporcionados.
Dedos azules rozaron mi mesa, dejando caer una gota de papel, azul como aquellos dedos, y brillante en algunas zonas, dedos azules, hermosos dedos largos que pronto se unieron a un rostro, aquel sinvergüenza con una sonrisa traviesa y amable. Dudando en tomar aquella gota, como un animal callejero, finalmente la gire y en simples palabras decía; buen día.
La sonrisa fue inevitable, entonces lo busque solo para darme cuenta que ya no estaba.
La gota azul fue a parar a una esquina de mi pc, cada vez que la miraba sentía la risa aflorando en mi rostro. Fue un lindo incentivo a volver a comer con alegría.
Los días pasaron y aquellos dedos azules dejaron su color, celeste suave y nuevamente de un color lechoso casi blanco, aunque las gotas siguieron llegando a la esquina de mi mesa, simplemente con una frase alegre.