5. Mesa ocho

546 91 12
                                    


Tres meses después...

•Becky•

Dicen que el tiempo lo mejora todo, yo creo que soy la excepción a esa regla. En mi mente soñadora un par de meses parecían más que suficientes para poner en orden esos planes cargados de ilusiones que el tiempo se encargó de apagar lenta y silenciosamente. Mis expectativas casi marchitas guardaban en su interior una pizca de esperanza, que día a día dosificaba para tener un motivo por el cual levantarme en las mañanas, pero esa reserva ya se estaba agotando, y aquellos amaneceres cada vez tenían menos sentido.

Ahora entiendo las miradas de súplica que recibía por parte de mi madre cada que anunciaba mi partida. Sus ojos cristalinos solo reflejaban ese sentimiento de abandono y melancolía incapaces de ser expresados en palabras, que no logré comprender hasta que los experimente en carne propia, cuando caminé una última vez por aquellos pasillos, sin mirar atrás, repitiendo la misma historia, pero con un nudo en la garganta que ciertamente no recordaba.

Si algo me duele más que tener que abandonar mis sueños, es mentirle a mi familia. En un principio parecía buena idea ocultar la realidad, pues tenía la impresión de que sería algo provisorio, pero cada vez se vuelve más difícil alimentar tantas expectativas a base de mentiras, disfrazas en historias fantasiosas, que solo son producto de mis delirios en soledad, único sentimiento del que no carezco en estos momentos. En tres largos meses mi única compañía seguía siendo una bola de pelos con cuatro patas, que en mi retorcida mente entendía y consolaba mis penas, cuando en realidad lo único que hacía era tumbarse boca arriba sobre mis pies, con la lengua afuera, sin comprender ni cuarta parte de la pesadez de mis palabras.

Había cambiado todo, y a la vez nada. Al finalizar el primer semestre me di de baja en la universidad, ya no solo se trataba de mí, otra pequeña boca debía ser alimentada y el dinero no era suficiente. Una acción tan simple como apoyar el bolígrafo y firmar nunca había significado tanto, desde esa noche no puedo dormir, me paso horas pensando en que será de mi vida ahora que no existe un motivo por el cual seguir aquí.

-Rebecca, ¿me estás escuchando?- Una mano siendo agitada en frente de mi cara interrumpió mis pensamientos -Te dije que lleves esto a la mesa ocho- dijo mi compañero mientras me extendía una bandeja. Fruncí el ceño sin entender de que me estaba hablando, rápidamente asimilé que estaba en el trabajo, así que tomé el pedido y obedecí a sus indicaciones.

Divagué por el lugar en busca de aquel número, segundo más tarde me dirigí hacia la mesa correspondiente. Allí se encontraba una chica conocida por todo el personal, frecuentaba el lugar y siempre se sentaba en la misma mesa, era fácil de reconocer, a pesar de que hasta ahora nunca había tenido la oportunidad de atenderla. Tiene una edad similar a la mía, pero aparentaba más por la formalidad de su vestimenta, se ve concentrada, lo noté por la dureza de su mirada, no sé exactamente qué está haciendo, pero se empeña mucho en ello. Me acerqué con su orden, una forma de divertirme en horas de trabajo es sacando conclusiones de clientes con solo observar lo que piden, y esta no era la excepción. Un café negro sin azúcar y una galleta, típico en personas de carácter fuerte, perfeccionistas, que aman su trabajo y solo piensan en eso, mi teoría acaba por confirmarse al analizar el traje y la insana atención que le presta a un simple trozo de papel.

Estaba tan metida en el juego, que en un descuido, la taza de café que ya se encontraba sobre la mesa, ahora estaba esparcida entre las pertenencias de la desconocida.

-Deberías ser más cuidadosa, así nadie te dejará propina- Dijo la castaña mientras secaba con una servilleta el dibujo dueño de toda su atención -Estaba a punto de terminarlo, ahora tendré que tirarlo.

-Lo siento, hoy no es mi día. En seguida le traeré otro- respondí avergonzada. Recibí una mirada de desaprobación ante aquellas palabras ¿A caso dije algo malo?

-Eso es lo de menos, invertí como cinco horas en esta cosa y ahora parece una mancha gigante- Tragué en seco, y sin emitir una respuesta agaché la cabeza, ella solo observaba la situación -Como sea, no me estaba gustando, creo que me hiciste un favor derramando ese café- No sé si lo dijo en serio, pero sentí un alivio al escuchar aquello, ahora el ambiente parece menos tenso y puedo hablar sin sentirme presionada.

-Le prometo que no volverá a suceder- Dije mientras la daba la espalda, dispuesta a cumplir con mi palabra y traer una taza nueva.

-Espera- Al escuchar el llamado detuve mi paso -Dile a Non que traiga mi pedido, por favor- Asentí sin darme la vuelta, no esperaba eso, y aunque entendía el motivo me sentí ofendida.

Me acerqué a Non y le asigné la mesa que antes me correspondía, él no pidió explicaciones y se dirigió con el pedido en mano. Tal vez se conocían de otra parte y ella solo quería verlo, o tal vez tenía miedo de que arruine otro de sus dibujos, la entiendo después de la torpeza de mis acciones. Me quedé parada por unos segundos esperando la aprobación de la castaña, a penas llevaba un par de semanas trabajando allí y ya traía un accidente encima y un cliente menos.

Después de mi descuido todo transcurrió con normalidad, sin tazas derramadas, pero si con un mal sabor de boca que no tenía intenciones de desaparecer. Me encontraba limpiando la última mesa, cuando escuché los pasos de Non acercándose hacia mí, traía algo entre sus manos, probablemente la propina que me correspondía, siempre me la daba al finalizar el día. El chico llevaba poco más de un año trabajando en la cafetería, siempre fue muy amable y paciente conmigo, en otras circunstancias podríamos haber sido buenos amigos, pero mi situación no me lo permitía, estaba muy ocupada resolviendo mis asuntos y por eso solo éramos buenos conocidos.

-Toma, aquí está tu parte de propina, hoy fue un buen día para ambos- Dijo sonriente mientras me entregaba el sobre con la paga.

-Habla por ti, yo le arruiné la tarde a un cliente- Respondí mientras golpeaba su hombro burlonamente -Nunca me había sentido tan avergonzada en toda mi vida, a este paso me despedirán la próxima semana- Ambos soltamos una carcajada, ya extrañaba reír así de fuerte.

-¿A qué te refieres?- Quedé desconcertada ante su pregunta, creí que ya sabía a quién me estaba referido -Si lo dices por la chica de la mesa ocho, déjame decirte que no estaba molesta, de hecho, toma- Sacó un papel todo doblado de su bolsillo y me lo entregó -Me dijo que te diera esto cuando te vea, casi lo olvido.

Con curiosidad desdoblé la hoja misteriosa, tranquilamente podría tratarse de una queja u orden de despido, pero a juzgar por la tranquilidad de mi compañero puedo deducir que no es algo grave. Me llevé una grata sorpresa al notar que en mis manos traía aquella "mancha gigante", que en realidad se trataba de un hermoso paisaje, acompañado por algunas gotas de café que de cierta manera le aportan personalidad y un aroma peculiar pero agradable. Luego de contemplar cada detalle y admirar su talento, noté que en la esquina superior había un pequeño mensaje.

"Dijiste que no era tu día, espero mejorarlo un poco con esto."

Atte: La chica de la mesa ocho, Freen.


N/A:


Holaa, como están?

Paso a comentarles que a partir de ahora actualizaré todo los lunes. En caso de no llegar lo informaré en mi perfil, así ustedes también pueden estar al tanto de lo que ocurre :)

Lo prometido es deuda, por hoy solo se trata de Becky, pero para la próxima el formato volverá a la normalidad. Quiero compartirles que estuve pensando en la idea de hacer una especie de maratón de tres capitulos más adelante, les gustaría algo así o prefieren uno por semana? Tengan en cuenta que escribirlo me tomará tiempo, y puede que no haya caps por varios días.


Cambiando de tema, estoy muy emocionada por el estreno del último cap, pero a la vez no quiero que se termine, mis sábados ya no van a ser los mismos...

Desde ya muchas gracias por el apoyo, y espero que tengan un lindo día :)

MESA PARA DOS || FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora