Hace mucho tiempo el mundo fue despojado de su inocencia, a tal punto de que muchas veces en los niños dicha inocencia se pierde... hagamos una mirada algo obscura a un Arroyo sin inocencia, sucio y manchado en sangre... ¿Te sientes listo para esto...
Estába dibagando por aquel bósque con su mente en blanco y vacía, siendo únicamente llenada por una duda desde la noche anterior se su cometido. ¿Ahora qué van a hacer?
No se podrán acercar a Aggie o Jackie sin que alguno pregúnte por Keun, o sin que sospechen de Xavier, tampoco se podrían asegurar estar estar asalvo con el cuerpo del ex-campeón bajo las tierras del Arroyo. Necesitaba hablarlo con el ex-rey de inmediato, sentía que ésto la estába carcomiendo lenta y dolorosamente.
Por más que no quería animarse a alzar la vista y llamar a Xavier, quería estar junto a él, y que la sane de estos pensamientos; no sabía porque sentía necesitarlo de esta forma, pero lo hacía, y sólo la perdía más.
Entre su caminata inconciente no se dió cuenta de que poco a poco se acercába a alguien igual de distraído que ella, y no lo notó hasta que chocó con el indivíduo.
—¡Oye ¿Qué te?!— fue frenada al ver de quien se tratába —... ¿Aggie?— Maya sintió que su cuerpo le pesaba al verla.
—Maya... ¡Cuanto ha pasádo!— se mostró alegre la chica robusta, levantándose antes de que su contraria de tes obscura, acercándose a ella.
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—¡Hace cuanto no nos vemos ¿Semanas?!— decía estrujandola en sus brazos —¡¿Por qué no respondías mís mensajes?!—.
—Estuve ocupada— decía suavemente en un tono tartamudo por la forma en la que la estaban abrazando, hasta que la soltó y pudo respirar, para luego preguntarle —Y... ¿Qué haces aquí?—.
—Oh, sólo quedé de verme con Jackie, pero la muy bastarda no me especifica donde diablos está— decía enseñandolapantallade suteléfonocon una charla con la mencionada, con varias fotos mandadas —Y tal parece que no sabe sacar fotos— se quejába hasta que recibió un golpe en la espalda —¡Ay ¿Pero qué?! Oh, hola— saludó a la persona con la que se quería encontrar, quien sólo rodó los ojos.
Entre un corto ir y venir con aquéllos dos campeones, finalmente salió la pregunta del millón: —Hehe. Y Maya, de paso ¿Has visto a Keun?—.
Se quedó de piedra y no contestó mientras pensaba una mentira creíble, hasta que, cual ángel salvador llegó Xavier para llevársela.
—¡Oye ¿Donde habías estado? Te estuve buscando!— la sermoneaba para acto seguido, llevársela tomada del ante brazo, arrastrándola.
