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Amaría culparle a la ingenuidad sobre mi descuidada y descabellada aventura romántica. Pero eso sería avergonzarme de mi amorío.

No lo hacía realmente.

Conocí a Satoru Gojo en el gran banquete. Todo el sitio estaba repleto de grandes nobles. Y maldita sea por las bellas mujeres, algunas solteras, casadas y viudas.

Satoru realmente no era tan encantador, con su actitud respetuosa y poco coqueta ante el público; sin embargo de alguna forma logró alterar mi pulso, y las tantas otras veces que le seguían.

Una noche tan espectacular ¿como no disfrutarla? obviamente me había pasado de tragos aunque seguía sobrio ante mi entorno, pero no del todo en mis palabras. Fue cuando se me acercó con sigilo.

— Así que ¿Es usted Suguru Geto? Mis nuevos conocidos me han platicado sobre usted. —aquellos dos lagos azules se posaron en mí con curiosidad, eran malditamente encantadores, haciendo juego con aquellos labios... ¡maldición!

Mi reacción fue pasarme la mano por todo el rostro sin parecer desesperado, Gojo era una malditamente hermosa ilusión. No recuerdo haberme encontrado tan nervioso, ¿era por este hombre? debía ser un chiste.

— Mmm, espero que no te hayan contado nada vergonzoso sobre mí. —recuerdo bien aquello, la sensación de una extraña corriente llegarme de los pies hasta la cabeza y seguidamente al pecho logrando hacer de mí un caos. Pero Satoru sonrió y nada más me quedó que seguirle, ignorando los espasmos de mi cuerpo alertándome.

— No tiene el por qué preocuparse, más bien, me contaron demasiadas cosas admirables.

— ¿Es así? Bueno, supongo que tampoco vendría mal presumir un poquito de ello. —mi lengua estaba un tanto pesada esa noche y mis acciones eran totalmente aleatorias, Gojo lo había notado.

— No se encuentra tan estable señor Suguru. ¿Es bueno seguir?

Reí un poco, ¿preocupado?

— Estoy bien. Puedo continuar.

Gojo era tan fácil pero a la vez tan difícil de leer, era un libro abierto con páginas en blanco. No sabría describir bien la tensión y conexión que sentimos al chocar palabras por primera vez, o el sentimiento de aquella mirada cómplice, era seguro que todo había ocurrido con una rapidez anormal. Y estoy seguro que yo fui el primero en tentarme a la suerte.

Supongo que ese era el famoso "mariposas en el estómago". ¿Era siquiera posible aún cuando estaba viudo? Gojo era caballeroso, cuidadoso y fuerte, y creo que la atención, la adrenalina, aquella sensación de esperanza; esa posibilidad de sentir atracción fue aquello lo que me había permitido desafiarle a la vida. Satoru aún en ese entonces se había dispuesto a echarme una mano hasta mi hogar, invitándole sin siquiera pensar en las consecuencias que podrían surgir. Era estúpidamente un milagro no haber sido atacado en mi propio piso por un hombre que había conocido de una noche.

— Avanza hacia la izquierda. —sugerí.

Mi mano fue levantada con desgana mientras tanto Satoru me arrastraba de los hombros. Con cuidado este me posó en el frío colchón y me había tumbado de lado con los ojos entreabiertos.

Satoru seguía ahí, tan paciente. Creía odiar aquella paciencia pero realmente era algo que actualmente entrañaba.

— ¿Te quedarás a pasar la noche? No creo que sea bueno quedarte ahí parado. —había reído en aquella habitación que se había convertido en el testigo de llantos y felicidad, así como el de pequeños y grandes suspiros.

— Mm, ¿sería adecuado?

— Claro que sí hombre. —mi mano izquierda palpó el colchón.— Acuéstate.

Había sentido a Gojo dudar, supe que se había creado un sin fin de escenarios posibles y me había parecido más gracioso que tonto, hasta que su peso hundió la otra parte de la cama, fue cuando realmente mi respiración se volvió un tanto irregular.

— Bien. —había cerrado los ojos por un momento, el silencio reinó cosa que me inquietó, por lo que me había colocado del otro lado llevándome la sorpresa de que Gojo mantenía los ojos abiertos, observándome.— ¿No dormirás?

— ¿Dejará que un hombre que ha conocido en una noche, y quien sabe de donde provenga, duerma en la misma cama que usted?

— No lo sé, pero, puedes hablarme informalmente.

— Podría lastimarlo. —no sabía el por qué había ignorado mi protesta esa vez, pero tampoco me había molestado mucho como para seguir adelante.

Lo había observado con firmeza, tratando de entender lo que aquel relajado rostro intentaba decir realmente, sí me hiciese daño supongo que yo tampoco cedería.

— Yo también podría hacerte daño, ¿no crees?

Ambos habíamos quedado en un momento mudo, hasta que Satoru cerró sus ojos dando respiraciones lentas.

— ¿Cree... que sea raro que un hombre sienta atracción por otro hombre?

Una pregunta tan desprevenida, me había colocado nervioso e inquieto, y no sabía realmente qué responder. No quería arriesgarme en decir algo equivocadamente cuando no tenía la experiencia necesaria en aquel terreno.

— No lo sé... con exactitud.

— Mmm. —había movido su cabeza de arriba hacia abajo con una notable lentitud.

Sus ojos se abrieron lentamente y esta vez de alguna forma, no sé cómo y cuando el brillo de la luna había pasado a alumbrar una parte de mi habitación logrando posarse en el rostro de Satoru, hacía un bello contraste con sus cabellos platinados y pestañas del mismo color, sus pupilas brillaban con una gran intensidad, el azul de sus ojos podrían reemplazar el mar con facilidad. Cada rasgo estaba tan bien tallado que ante su presencia me hacía sentirme inferior.

Y aquello no me pudo desconcertar aún  más.

— Mi esposa falleció. —había dicho sin pensar, esperaba alguna reacción negativa de Gojo, la cual nunca llegó y había proseguido.— Hace algunos años ya, ni siquiera  recuerdo. La había amado con todo lo que podía ofrecer. Creo que ha sido la única persona que he amado con sinceridad, o tal vez no.

Creía haber matado el ambiente en ese entonces, que no debía haber sacado el tema de algo tan personal, o no tanto después del tiempo pasado. Pero aún así Gojo me sostuvo la mano derecha que descansaba en la almohada dándole un ligero apretón.

— Debió ser duro.

— Mm.

Mis labios se apretaron. Yo no sabía cómo sentirme, era una extraña situación reconfortante, estaba ansioso. Me sentía como una adolescente.

— Duerme.

Gojo permaneció el resto de la noche con su palma encima de mi mano, el poco contacto físico calentaba el resto de mis extremidades dejándome acunar por su presencia.

MILITIA | satosugu - OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora