LUZU

INGENUO

— ¿Quackity? — su corazón aún no podía superarlo, mucho menos olvidar a su patito, en cuanto lo vio no pudo evitar sentir cierta afección por él.

Soltó la pala casi tirándola a un costado y sin dudar ni siquiera un segundo se acercó al sofá donde descansaba el chico pato, extraño tanto tenerlo en su casa, su compañero y mayor deseo.

El chico pato dormía cómodamente en aquel duro sofá, sintió su corazón doler al verlo en ese incómodo sofá y durmiendo con el frío que hacía aquel otoño,  se preguntaba como era capaz de poder dormir tan a gusto en ese duro sofá y sin nada que lo caliente.

— Quackity, lo siento por lo que estoy por hacer — susurro una disculpa antes de cargarlo en brazos.

Pasó sus brazos con cuidado cerca a sus alas, elevando el pequeño cuerpo del menor intento ir en silencio hasta la habitación que le había construido a su querido patito, había estado soñando por días volver a estar junto a Quackity que le costaba creer que en verdad había pasado.

Miraba esa carita tan tierna, ese pelo negro cubierto por un gorrito que nunca se quitaba ni para dormir y sus alas doradas,

—oraaa carbón — se encuentra con la mirada del menor, se aparta un poco de la cama dándole su espacio — ni bien pinches me descuido ya me llevas a la cama viejo criko pervertido —

El joven de alas doradas se estira sintiendo su espalda muy adolorida, el mayor estaba muy confundido, la última vez que se vieron su patito le había jurado matarlo.

— oraaa Lusuu — jamás pensó verlo tan alegre otra vez — a ver Luzu calmate, Luzu calmate — el menor tenía muchos planes con el mayor.

Él le debía la alcaldía, le robó lo que por derecho era suyo y lo iba a recuperar, al ver esa carita tan ilusionada sabía que no sólo lo tenía en sus manos, ahora él tenía el control de todo lo que Luzu, el buen Luzu haría todo por él, estaba por cometer un gran error.