A la cocina

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11 de febrero

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11 de febrero

Como era de esperarse la víspera de amor y la amistad estaba a tan solo unos cuantos días. Era una gran tradición hornear, crear o comprar galletas y/o chocolates para regalarle a esa persona especial que se encontraba en los pensamientos y corazones de las jovencitas.

Sin embargo, este San Valentín era muy diferente, más de lo habitual, y eso era porque Yaoyorozu Momo nunca había horneado absolutamente nada. A ella le encantaba está festividad, pero en la secundaria donde asistía no sé acostumbraba a dar chocolates o galletas, era un incumplimiento ante las reglas del prestigioso colegio.

Así que siempre había soñado estar en la cocina, manchar su delantal con harina, sus mejillas de crema batida y reír mientras estaba con sus amigas; y sabía a la perfección que eso era algo que si podía suceder.

En la academia de héroes más famosa y reconocida, no había ninguna regla que decía que estuviera estrictamente prohibido regalarse detalles por el catorce de febrero.

Solo había un problema.

No sabía cómo decirles a las chicas que quería hornear algo, más aún porque no sabía cómo hacerlo y había leído un par de recetas y libros de cocina, pero nunca tuvo la oportunidad de practicar y si bien sabe, la práctica es fundamental para entender a la perfección la teoría.

—Siento demasiada vergüenza —se tocó sus mejillas mientras se miraba al espejo notando que su rostro se tornaba de un color rojo.

Un sábado por la mañana Momo se había levantado temprano, algunos de sus compañeros de clase se despertaban incluso más temprano de lo habitual para entrenar, por eso era que se sentía y se escuchaba cierto movimiento por todo el edificio donde dormían.

—¡Oh! —Sonrió cuando una brillante idea apareció en su mente. —No sé porque no lo pensé antes, con mi poder voy a crear un horno y una mesa de trabajo y así voy a hornear un pastel o galletas —asentía orgullosa de sí misma por tener esa magnífica idea. Se hincó y su espalda comenzó a brilla de un color dorado, estaba comenzando a crear.

Cuando terminó de crear los dos artefactos que necesitaba, se comenzó a sentir más deprimida.

—Debí de haberlos comprado —dijo en un susurró mientras estaba acostada en la alfombra circular color morada de su habitación —le he fallado al flujo de la economía de mi país —limpiaba unas lágrimas falsas. —Aunque no pudiera cargar el horno y la mesa donde voy a preparar todo -sonrió recobrando sus ánimos —pero, le pude decir a Ochako-san que me ayudara a subirlos a mi habitación —se volvió a deprimir y se llevó sus manos a su cara —entonces le tendría que decir porque compre un horno.

Nadie sabía los cambios de humor que podría llegar a tener la subdelegada de clase, era algo que solo escondía y prefería que fuera un secreto.

Fue hasta su baño donde se lavó sus dientes, y decidió darse un relajado baño. Al salir usando una bata de color blanco, se miró de nuevo al espejo y cepillaba su larga cabellera color azabache, se dirigió hacia su armario y buscaba que ponerse, siempre en la temporada de amor y amistad hacia un leve frio, tomo un suéter de lana hasta el cuello de color rosa pastel, una falda larga de color celeste con un diseño de figuras triangulares de color verde limón, unas calcetas blancas y una botas cortas color negro que se escondían por su larga falda.

Chocolates y Galletas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora