Capítulo 1

200 7 7
                                    


Aún recuerdo lo que me dijo aquella tarde, "ya no te quiero Serena".

Esas palabras se clavaron en mi cabeza sintiendo un vacío inmenso en mi pecho, jamás había tenido ese sentimiento de ansiedad y dolor. Todos los días me reclamaba a mí misma las posibles causas por las cuales Darien decidió alejarse, me sentía tan culpable, tonta e insegura.

Me pregunté por mucho tiempo ¿qué hice mal?, ¿era muy inmadura e infantil para él?, ¿pensaría que sólo era una jovencita sin experiencia y exagerada en mis expresiones de afecto?,¿necesitaba a una mujer que no tuviese la dependencia emocional que yo tenía hacía él?, ¿lo sofocaba?, todas mis putas y jodidas inseguridades habían salido a la luz, lo cierto es, que nunca me sentí suficiente y merecedora de tener a un hombre como Darien a mi lado y arrastré por largos meses, quizá años, pensamientos intrusivos, destructivos y estúpidos hacia mi persona, creyéndome culpable de que esa relación había llegado a su fin a causa de mi personalidad de niña boba.

En aquel entonces yo lo veía como el gran estudiante universitario, de mundo, elegante, maduro y con claridad en sus objetivos, ¿y yo que quería?, ¿qué planes tenía para mí?, ¿depender de él lo que me restaba de vida?, ¿esperar a que terminara su carrera universitaria, casarme y tener familia? ¿jugar a la casita como una familia feliz?

-por favor Serena-

digo en voz baja mientras se me marca una ligera sonrisa sarcástica en el rostro.

Estoy en mi oficina sentada en un sofá de piel color blanco con la chimenea encendida, tomo con mi mano derecha mi copa de whisky seco y doy sorbos pequeños mientras mi mente juega conmigo trayéndome recuerdos de hace años, cierro los ojos y recuesto mi cabeza en el respaldo del sofá, siento como el calor invade mi cuerpo y entro en estado de relajación, no sé si sea la bebida o el cansancio del día, quizá ambos.

Aún vivía mi madre cuando él me dejó, recuerdo haberme metido a una cabina telefónica para avisarle a mamá, que Darien no iría a comer ese día, que simplemente hubo cambio de planes,


- ¿tiene que estudiar para un examen hijita? -
-sí-

respondí con lágrimas en los ojos intentando que no se me escuchara la voz entrecortada.

Me acomodo en el sofá y sigo bebiendo de mi vaso, continúo analizando mi vida después de todos estos años,
- ¡Já! Cuánto tiempo ha pasado- tomo un trago,

- ¡aún existían en las calles de la ciudad de Tokio las cabinas telefónicas! -

me digo a mí misma con asombro para caer en cuenta de lo relativo que es el tiempo, de cómo las situaciones cambian y también las personas, todo evoluciona y pasa por transformaciones.

Ya no queda mucho de la antigua Serena, ingenua y distraída, pocos o más bien nadie me veía futuro, ni siquiera yo lo podía imaginar, la poca confianza en mí era absurda, solo mi padre fue el que jamás dejó de confiar y acompañarme en cada una de mis decisiones.

Suspiro y coloco mis pies descalzos en la alfombra, me paro dirigiéndome hacia el ventanal de mi oficina, observo la ciudad iluminada y cómo la vida nocturna en Tokio comienza a tomar su turno, es viernes y seguramente muchos saldrán a algún bar, fiestas, baile, reuniones, mientras tanto, yo solo quiero seguir contemplando lo que tengo enfrente.

Se escucha una llamada desde el teléfono de mi escritorio, no tengo deseos de responder y solo me quedo esperando la remota posibilidad de algún mensaje de voz, y sí, mi padre, siempre incondicional, la única persona que ha estado conmigo a lo largo de mi vida, se hacía presente preocupado por saber cómo está su "niña" aun sabiendo que su pequeña estaba más cerca de los 30's.

SerenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora