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La mañana estaba llena de frescura y caricias, luego de la llovizna de la noche, el aroma a tierra mojada era impresionante, los rayos del sol se asomaban lentamente, el canto de los pájaros pequeños resonaba en toda la cuadra, definitivamente era una mañana hermosa, una mañana en la cual Jade desearía estar haciendo cualquier otra cosa que caminando hacia la casa de su padre. Era sábado y Jade había pensado mucho sobre lo que estaba haciendo y en cómo podría afectarle a su padre, pero todos sus pensamientos la llevaban a no querer regresar.

Aún conservaba la llave, así que decidió abrir la puerta principal y caminar sigilosamente hacia su cuarto en la planta alta, tomó algunas de sus pertenencias y bajó en seguida, lo menos que deseaba era encontrarse con su progenitor o con su madrastra, pero al parecer el universo estaba en contra de lo que ella quería. Una voz hizo que Jade no saliera por completo de la casa cuando se encontraba tan cerca de la entrada.

— Regresa a tu cuarto en estos instantes —ordenó el hombre que se encontraba con los brazos cruzados.

— No, no pienso hacer lo que me dices.

— Deja de ser tan infantil y haz lo que te ordeno.

— No, no pienso regresar papá, entiéndeme y respeta mi decisión —habló Jade mostrando el poco respeto que le quedaba hacia su padre.

— Eres una chiquilla inmadura que no piensa en las consecuencias, ¿Qué harás? ¿Vivirás en la calle? ¿Eso quieres? —rechistó abruptamente el padre de Jade mientras se acercaba a su hija.

— Buscaré trabajo, aplicaré a una beca, pero prefiero hacer las cosas por mi propio mérito que seguir soportando tu mala actitud y las ofensas de tu esposa —contestó Jade caminando hacia la salida con una maleta de mano donde llevaba las pocas cosas que le pertenecían.

— Estás siendo tan estúpida como lo fue tu madre cuando se fue de esta casa, ¿Qué dirán en la iglesia cuando no te vean?

— Claro, al pastor hipócrita es lo único que le importa, lo que las personas puedan pensar sobre él —Jade observó a su padre con el rencor que él había generado en ella.

Natanael Morris, pastor de una de la iglesia más conocida en la ciudad siempre fue una persona que guardaba las apariencias ante los demás, deseaba crear a fuerza propia una familia perfecta que no existía, mientras Jade crecía sin su madre desde los siete años, cuando esta decidió divorciarse de su padre, Natanael mantenía una relación amorosa con Tamara la cual ahora llamaba esposa, descuidando así de una pequeña Jade.

La chica no tuvo tiempo de emitir sonido cuando la mano de su padre impactó contra su mejilla derecha, el dolor empezó a esparcirse por la zona rápidamente.

—  Espero que algún día te arrepientas de todo lo que hiciste para arruinar tu vida y la de tu familia y le pidas perdón a Dios por esto —Jade dijo.

¿Había rebasado la línea?

Tal vez, pero la chica se limitó a colocar su mano en su rostro, la cual se encontraba fría por los nervios que en algún momento tuvo, observó por última vez a su padre deseando no encontrárselo más y salió de su casa.

Su antigua casa.

Natanael no la detuvo, no tuvo el coraje ni la valentía para exigirle que se quedase, pensó por unos momentos que su hija estaba siendo imprudente y que regresaría cuando no tuviera opción. Lo que el pastor no sabía es que en los planes de Jade no estaba regresar.

Jade caminó unas cuantas cuadras con lágrimas secas en su rostro hasta llegar a una casa pequeña con una fachada antigua, una pequeña morada que muchas veces fue el refugio de los malos ratos que su "familia" la hacía pasar, tocó inmediatamente la puerta y fue recibida por la persona que esperaba ver desde el inicio de su día.

Mariposas en otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora