2. La vida de un simple terrícola.

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12 años después.

Bajo la divina luz de la luna se encontraba un pequeño Briel de 12 años de edad luciendo su corto cabello castaño que se alborotaba por la brisa de la madrugada. El pequeño Briel tenía la tradición de observar el mar a esas altas horas de la noche porque era en ese momento en que el brillo de la luna se apreciaba de mejor forma. 

Luego de apreciar la luna por un rato, se dirigía a casa a alistarse para luego ir a la escuela. Su mamá siempre lo llevaba al instituto en su auto. El pequeño Briel estaba emocionado por su primer día en la escuela secundaria, como cualquier niño de 12 años fantaseaba con la llegada de ese día pensando en las aventuras y conocimientos que le depararían al llegar ahí. 

Sin embargo, el pequeño Briel no conocía la crueldad del mundo. Él no sabía que las palabras podían llegar a matar un alma y corromperla a un punto sin retorno. 

Ese primer día, Briel conoció a su confidente personal, ella era una chica hermosa, de cabello rojizo, su rostro era fino, sus ojos de un color casi castaño, era bastante delicada, con cáracter fuerte y una personalidad envidiable. El nombre de esta chica era Geomari, durante todo ese año ambos se volvieron el confidente del otro, se consideraban almas gemelas entre ellos porque su conexión era de otra galaxia.

Pero ni su aclamada alma gemela fue capaz de defenderlo de todas las burlas que el pequeño Briel sufría debido a su marca de nacimiento. Los niños a esa edad son seres muy impulsivos, no miden el peso de sus palabras y encuentran diversión en minimizar a los que son diferentes. 

Para un niño de 12 años el ser diferente es casi sinónimo de ser débil. 

Los dos primeros años de la secundaria de Briel no fueron los mejores, sufría los constantes abusos de sus compañeros por el simple hecho de tener una marca de nacimiento en la nuca, algo tan natural como esa pigmentación en la piel era suficiente para hacer sufrir al pobre Briel. 

Esto causo un deterioro en la estima propia de Briel, no quería verse al espejo porque su cuerpo no le gustaba, porque sus ojos eran diferentes y daban "miedo", no se soportaba a si mismo porque esa etapa de su vida cambió al pequeño e inocente niño que habitaba ahí, en términos simples, las palabras que pueden parecer indifensas lograron matar al pequeño ser de luz que Briel era. 

Briel ya no podía ser él mismo frente al mundo y solo recuperaba su brillo cuando estaba con su mejor amiga y cuando contemplaba la luna en las madrugadas. 

Sentía mayor confort al estar observando a la luna, era como que si su brillo lo llamaba y le insisitía a quedarse contemplando ese cielo. Evidentemente, Briel desconocía el porqué sentía tanta admiración por la luna y era ignorante al hecho que su marca de nacimiento brillaba levemente cada vez que en ese manto oscuro lleno de estrellas aparecía la luna llena. 

El tiempo seguía pasando en su transcurso natural hasta que llegó el último año de secundaria, fue ahí cuando definitivamente el ser de luz que Briel era, desapareció. Incluso llegó al punto de dejar su cabello largo simplemente para cubrir la causa de todos los abusos y de sus inseguridades. Ya no era el mismo, no sonreía tan seguido, no disfrutaba ir a la escuela, ya ni siquiera veía la luna en las madrugadas. 

Su ser cambió tanto, que ni él mismo se reconocía cada vez que se detenía a verse al espejo y por esa razón decidió tapar el único espejo que tenía en su habitación, para no tener que verse reflejado en el.

 Y todo empeoró cuando Geomari conoció al amor de su vida porque en ese momento Briel se sintió desplazado por el nuevo hombre que llegaba a la vida de quien se supone era su alma gemela.

Mi luz distanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora