4.

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Se despierta abruptamente con el impacto de un plato estrellándose contra el piso.

—Uh, perdoname —se disculpa Julián.

Enzo lo mira, con una mano en el pecho, sintiendo su corazón latir, acelerado por despertarse de manera tan repentina.

Durante unos pocos segundos, ignora por completo todo lo que pasó la noche anterior. Baja la mirada, avergonzado, cuando los recuerdos empiezan a aflorar en su mente.

—Igual estuviste roncando bastante, así que tampoco te podes quejar —continúa Julián, a pesar de no haber recibido respuesta.

—Sí, no pasa nada.

A Enzo se le ocurre que puede que Julián haya olvidado todo lo ocurrido. Encuentra con la vista la botella de vino que bebieron el día anterior, pero parece bastante llena.

—Busquemos más comida abajo —sugiere Julián—. Estoy harto de comer arroz y fideos.

—Bueno.

Mientras recogen más latas del sótano, Enzo observa a Julián con sutileza, en busca de alguna señal delatora: una mueca incómoda o una risa falsa, pero no encuentra nada. Se siente como un domador de leones a la espera de que le desgarren la cara de un arañazo.

Suben a la cocina y analizan sus hallazgos.

—Tenemos pescado y unas verduras —comenta Julián—. Y algunas especias también... algo rico podemos hacer, ¿no?
—Mirá lo que me preguntas, boludo. Están en alemán las latas.

Enzo está tanteando el terreno. Necesita saber el nivel de normalidad que existe entre ellos.

—¡Pero tienen fotos! —argumenta Julián.

—Ah, ¿sabes qué hay en las latas por la foto?

—Para mí es salmón.

—¿Cómo sabes?

—No sé, tiene cara de salmón.

Ante eso, a Enzo se le escapa una risotada.

—Fijate atrás, debe decir los ingredientes en español.

Julián voltea la lata y la acerca a su rostro para leer, concentrado, la diminuta letra.

—¡Sí! ¡Es salmón en serio! —comenta Julián entusiasmado—. Acá dice: contains oiled salmon.

—Apa, ¡qué acento! ¿Cómo es? ¿Contains salmon? —pregunta Enzo imitando el precario acento inglés de Julián—. ¿Te anduvo dando clases el Dibu?

—Callate, boludo —le dice Julián, dándole un suave golpe en el hombro.

Mientras cocinan —si es que se le puede llamar cocinar a combinar salmón, vegetales y especias desconocidas en una cacerola y revolverlas rezándole a Dios que el resultado sea delicioso— Enzo comienza a entender mejor el porqué de la actitud de su amigo.

Julián recuerda los hechos de la noche pasada, de eso no hay duda, pero Enzo comprende que se encuentran en una situación extrema, por lo que sería contraproducente estar peleados. Se necesitan mutuamente para salir de ahí, y no es momento para ponerse melodramático y arrepentirse de confesiones de borracho.

—Para mí ya está listo —dice Julián.

—Todo suyo, chef.

Julián sirve varias cucharadas del dudoso guiso en dos platos hondos. Enzo se saliva al sentir el aroma tan cerca y tras llevarse una cucharada a la boca, suelta un gemido involuntariamente.

Es la comida más rica que probó en toda su vida.

Incrédulos, ambos devoran plato tras plato con desesperación. Ya llevan cinco días de comer alimentos con sabores sosos y artificiales. Esto, en contraparte, tiene un gusto completamente distinto: casero y gustoso.

Atrapados | Julián x EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora