Renacimiento I

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El sol inmisericorde se alzaba por sobre lo alto del cielo, alumbraba con esplendor una figura que se crecía en una inmensa sombra que cubría a los desgraciados, todos de rodillas ante la penitencia de diferentes actos cometidos en contra de la Nacion Sagrada, algunos culpables de crímenes atroces, otros llevados dada su maldición en carne de raza, pero solo una era señalada como la oscura y mas tétrica blasfemia, aquella que reza la traición a la raza, que reza la traición a todo lo santo, rebelión, sedición, asesinato, la lista que le llevo ante aquella sombra que se cubría con la luz de Okran era demasiado larga, y aquellos hombres que les sometían lo sabían y le miraban con repulsión.

-Serás libre de posesiones, libre de nombre... Arrepiéntete de tus pecados, arrepiéntete de tus impíos actos y encomienda tu alma a la causa de la luz, pues solo será así que obtengas piedad...-

Aquel a quien los centinelas entregaron a los prisioneros hablo, un hombre de armadura pesada profería en voz estridente, sus ojos negros y carentes de cualquier emoción que no fuera la llama del fervor a su encomienda divina estaban encajados sobre la débil joven que yacía tendida en el suelo de rodillas y cabizbaja junto otros enormes hombres de piel escamosa y cornamentas cortadas, estos se miraban con la misma desdicha frente al hombre imponente que se acercaba a ellos.

-Solo trabajando, pagando a la luz con su sangre y sudor será que sus cuerpos se purifiquen, y así al morir en penitencia reencarnaran como un hijo de Okran, regocíjense pues ante la piedad de Renacimiento...-

Tras lo dicho, aquel hombre tomo por la fuerza la trenza castaña de aquella joven y le alzo con violencia, pero no hubo reacción alguna de su parte, así que con la misma crueldad, de un tajo con un cuchillo la corto, dejando sus cabellos alborotados y erizados, mientras que la chica aun se miraba absorta y apenas se movió cuando le dejo caer de nuevo al caliente suelo rocoso, parecía que su conciencia yacía perdida en una oscuridad que le mantenía serena aun ante el dolor y la crueldad de aquel hombre, así que ella tan solo se volvió para mirar el rostro de aquel Paladín sagrado, quien se estremeció al ver aquella mirada en la joven. Él se volvió para ordenar a los centinelas que se encontraban junto a él, para llevar por fuerza a los nuevos prisioneros a cumplir su sentencia de por vida. Aquellos hombres bien armados cumplieron de inmediato la orden, tomando a los prisioneros por la fuerza y adentrándolos en aquel monumento a la crueldad de la Nacion Sagrada, recorriendo los campos de trabajos forzados, aquellas canteras y minas, mirando con horror a aquellos que compartían su destino, siendo maltratados y obligados a trabajar en terribles condiciones y con ropajes apenas dignos de ser llamados telas. Guiados por sus castigadores hasta sus estaciones de trabajo frente a enormes pilas de piedra pura, y haciéndolos tomar la herramienta para iniciar a trabajar sin más, les fustigaron.

Así era Renacimiento, las enormes minas de purga para los cuerpos impuros, emplazado en mitad de una cordillera, al norte del Orgullo de Okran, alzada en mitad de un valle que aparenta haber sido picado por la mano del hombre. Tiene 4 entradas, de las cuales una da directamente con el Golfo de Okran y las demás dirigen a Wend.

En el fondo de la cantera hay varias minas de piedra en las cuales trabajan los desdichados condenados a la purificación. También hay varias atalayas que se alzan en varias ubicaciones, donde los guardias vigilan que nadie intente escapar. También hay algunas casas de tormenta donde los esclavos son encerrados durante las noches, y jaulas donde son encerrados y torturados con el azote del sol, negándoles agua y comida hasta que estén al borde de la muerte. Cabe decir que en el centro hay una estatua gigante del temible emperador, la cual está en proceso de construcción por los propios esclavos.

La joven se volvió a donde aquella gran estatua y la miro con furia recalcitrante, en su mente solo había lugar para un solo sentimiento, el odio, y mientras tomaba entre sus manos aquella herramienta, inhalo profundamente para alzar por sobre ella una gran pica y dejarla caer con furia en contra las piedras, que fueron tronadas con fuerza tras su colérico golpe. Siendo esta fuerza lo que llamo la atención de mas de alguno de aquellos condenados, Sheks en su mayor parte. En algún tiempo atrás aquella chica habría quedado fascinada por aquellas criaturas, o aterrada por las mismas, pero en ese momento su ira no le había dejado  espacio alguno para el temor, ni para la duda, no le importaba estar con la piel expuesta frente a aquellos monstruos, vestidos con aquellos harapos de esclavo, mismas telas gastadas con la que le vistieron. Tampoco le importaba trabajar con fuerza hasta que sus manos sangraran y el calor le quemara la piel blanca de su cuerpo, tampoco le importaban las vacías predicaciones que sus castigadores le recitaban a ella y al resto de los condenados, menos aun le importo el dolor de las cadenas en su piel, para aquella chica solo había algo que tenia sentido y eso era la pregunta de, ¿Qué tendría que hacer para conseguir su venganza?, ¿Cómo actuar contra un ejercito de hombres bien armados?, ¿Cómo matarlos a todos?.

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