Sangre V

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"¿Por que siempre sucede?, ¿Qué fue lo que hice para que todo esto me pasara?... Padre, si tan solo pudiera verte, si tan solo pudiera escuchar tus palabras, si tan solo pudiera ocultarme nuevamente entre tu pecho, yo... Ya no tendría miedo ni dudas..."

Ana podía sentir un extraño calor, venia de su pecho, le quemaba algo dentro, como si estuviera insertándose en ella un liquido caliente, y en su cabeza imágenes aparecían, imágenes que parecían transmitirse por si solas directamente a su mente, como una especie de extraño mensaje, y constantemente se repetía el código de "Error" señalando un lugar que Ana de alguna manera supo como encontrar, formándose un mapa en su propia mente, que fue imbuida por aquella información de una manera anómala. Tal vez hubiera sido tocada por aquel supuesto dios invisible. Aunque al pensarlo sonrió, quizá mas bien era Narko quien toco su corazón y le mostro aquello que tanto necesitaba urgentemente, "aliados útiles en su lucha contra la Nacion Sagrada, contra los malditos Okranitas que tanto lastimaron a su familia, contra aquellos que lastimaron a su padre, y sintió una satisfacción inmensa de solo sentir en su mente aquella oportunidad. Era como si el destino conspirara finalmente a su favor, aquel cartucho que había sido arrojado por una fuerza misteriosa a sus pies, este poder del conocimiento le superaba, sabia que finalmente tendría la oportunidad de tomar venganza, podía mirarlo en aquella extraña visión, como si sus deseos se mostraran ante ella, casi podía alcanzarlos, se había fundido y su rastro ahora yacía en su memoria...

Cuando una gélida contracción le despertó del sueño profundo, la joven se encontraba encadenada y semidesnuda, apenas tenia harapos que cubrían su cuerpo, le había sido arrancada la armadura y estaba sin botines, no tenia nada mas que aquellos harapos suficientes para no desdicharla mas de lo que ya se encontraba, y se vio entonces en medio de lo que eran las canteras de Renacimiento, se percato entonces que había solo una presencia en junto de ella, a ese hombre Chamusklandés que vio alguna vez y quien había intentado ya varios atentados contra su vida y dignidad, ahora finalmente estaba en sus posibilidades. La ira le recalcitro temiendo que lograra lo que quería y preparo la tensión muscular de sus piernas, no tenia intención de dejarle fácil las cosas, si eso pasaba e intentaba asaltarla, ella pensaba poner toda la resistencia posible y por lo menos dejarle desfigurado el rostro de una buena patada si se acercaba los suficiente.

-Tranquila, puedo notar tu ira hasta aquí con solo mirarte, ¿verdad?, no eres una mujer a la que alguien se le pueda acercar fácilmente, ni yo tampoco son un simple hombre al que se le pueda ignorar, ¿te das cuenta de algo curioso? si miras con atención, ninguno de los Centinelas ha notado mi presencia y creo que sabes perfectamente que esos fanáticos no se dejarían comprar por nada, creo que doy fe sobre mi habilidad...-

Ana vio que la mirada que alguna vez fue lasciva ahora parecía tener otro brillo aun mas siniestro, pero era verdad que no sentía ninguna clase de herida interna, ella dudó que ese desgraciado se aprovechara de ella en su inconsciente vulnerabilidad, pero le era imposible confiar en un monstruo que había torturado de aquella cruel manera a su amiga.

La imagen de ella le vino a la mente en un golpe fatal, fue terrible, las lagrimas cayeron de sus ojos al instante... "Kyrae, ella, ella estaba..." La ira hizo que mordiera tan fuerte su labio inferior que la sangre mano de su boca y aquel hombre sonrió de manera desganada.

-No me sirves si estas rota, necesito saber que sigues dispuesta a pelear, me queda claro que solo contigo yo podría salir de aquí de una maldita vez y por todas...-

Aquel Chamusklandés lo dudo un instante antes de quedar de nuevo asombrado con la fiera expresión de aquella joven. En realidad, el infeliz había luchado hasta ese momento para en verdad no tomarla por la fuerza mientras aun estaba inconsciente, la oportunidad de escapar era aun mas tentadora, y sonrió complacido al ver que aquella chica asintió tan solo.

Kenshi SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora