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Hey, it's all me, in my head
I'm the one who burned us down
But it's not what I meant
Sorry that I hurt you
I don’t wanna do this to you
I don’t wanna lose this with you

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Flashback.

Mara había logrado colarse al hotel donde estaban los jugadores. Era una mentira si decía que tenía miedo, porque sabía que si los jugadores la veían no iban a mandarla al frente con Scaloni ni nadie del cuerpo técnico. No había logrado hablar casi nada con nadie, pero sabía que no iban a meterlos en quilombos a Julián y a ella.

Caminó rápidamente a los elevadores y marcó el botón que indicaba subir. Mientras Mara esperaba la llegada del ascensor, dio un vistazo rápido a su alrededor. Habían múltiples personas en el lobby. Prensa, personal de seguridad, jugadores entrando y saliendo. Todo era un poco desastre, dentro de los controles de COVID, ya que se sentía el éxtasis en el ambiente del partido que se iba a vivir al día siguiente: Brasil contra Argentina. Eternos rivales en el fútbol latinoamericano.

Pocos segundos más tarde, el sonido del elevador llegando a planta baja distrajo a Mara de sus pensamientos. Inmediatamente se subió, marcó el piso siete y, justo cuando iba a presionar el botón de cerrar puertas, escuchó un grito para que parara el ascensor.

Como si hubiera sido un reflejo, Mara presionó el botón de mantener las puertas abiertas y esperó a que el dueño del grito hiciera acto de presencia para seguir con su camino.

—¡Gracias! No esperaba que lo fueras a parar. Las personas no suelen hacer eso —habló Nahuel Molina entrando al ascensor.

El futbolista aún no se había percatado de que su salvadora había sido Mara, debido a que estaba muy ocupado intentando recuperar el aire. A la morocha le causó gracia la situación y no tardó en soltar una pequeña risa, captando la atención de Nahuel.

—¡Mara, no te había visto! —soltó divertido—. Me salvaste la vida. Muchas gracias.

—No hay de qué —dijo sonriente Mara—. ¿A qué piso vas?

—Ocho.

Mara pulsó el botón y las puertas del elevador se cerraron.

—¿Cómo te preparás para mañana? —le preguntó al futbolista para hacer el viaje en ascensor menos incómodo.

—La verdad que estoy nervioso —el cordobés hizo una mueca—. ¿Vos venís a ver a Juli?

—Sí. Él también está nervioso, así que me colé para verlo un ratito —confesó Mara—. No te preocupes. La copa ya es de ustedes, se la merecen más que nadie.

Nahuel sonrió y se rascó el cuello. Por las medidas de seguridad que habían tomado por el coronavirus, no había tenido la oportunidad de hablar casi nada con ninguno de los chicos. Julián la había presentado con ellos, y cada tanto se saludaban, pero no mucho más que eso. Sin embargo, Mara ya había notado que Nahuel era muy tímido y eso le daba ternura.

—Espero que cuando todo esto del COVID afloje, podamos verte más seguido. Julián nos habla mucho de vos.

Mara sonrió, animada. Era obvio que Julián no les había hablado sobre quién era su padre, porque dudaba que siguiesen manteniendo la mismo opinión en ese caso.

—A mí también me gustaría conocerlos más —dijo.

El ascensor frenó en el piso siete y abrió las puertas para que se baje Mara.

DOBLE VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora