Capítulo 1

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Había llegado a tiempo antes de que las puertas del centro se abrieran, de manera a poder ser la primera en llevar la única pieza de encaje que estaba en promoción, y lo necesitaba de suma urgencia para el vestido que debía entregar este domingo. Por lo que era necesario estar aquí presente, a las seis de la mañana, pese a mi falta de sueño, y sin haber desayunado. ¿Pero qué podía hacer? Esto era cuestión de vida o muerte, y mi equipo dependía de ello.

Veía la larga fila que iba formándose a medida que pasaban los minutos, y no había nada ni nadie que me quitaría este lugar.

Me acomodé el cabello en una coleta, mirando la hora desde mi celular, faltando sólo unos cinco minutos antes de que esto acabara. Sin embargo, el hecho de estar muy tranquilo ya me parecía un poco extraño de que no hubiera tanto bullicio, aun así, debía de concentrarme en una cosa: ir por el encaje y largarme de aquí. Ese era el plan. Debía de serlo, sino fuese por el simple hecho de escuchar a alguien gritar.

Todos llevaron la vista hacia el lugar de donde provino el sonido, incluyéndome. Aun así, nadie se movió de su puesto, y era más que obvio, todos madrugando para luego perder tu sitio. No, nadie lo haría, pero ver la razón por la cual hubo el alboroto, hizo que me lamentara presenciar algo así.

ㅡDeberían de llamar a la policía ㅡdijo uno, sin moverse de la fila.

Sí, era lo correcto, sin embargo, esperar a que llegaran, la mujer ya perdería su cartera, y todo resultaría en vano. Mientras ella estuviera bien, todo estaría bien. «¿Y si llevaban  todo el dinero de su bolsón y los asaltantes se regocijaban de ello?», pensé. No, eso estaría mal, nadie puede pasar por eso. Entonces, ¿qué debía de hacer?

Cerré los ojos, esperando a que se me ocurriera algo, aunque mis piernas ya se estaban moviendo en aquella dirección. Esperar no habría cambiado algo, ¿verdad? Quería creer que no, pero ¿perder mi lugar en la fila? Sí, era como una daga clavando mi corazón.

Maldición. ¿Qué estaba haciendo?

Los dos hombres y la mujer estaban entre tirones con la cartera, mientras yo iba hacia mi propia tumba. Aun así, no dudé en sacar del bolsillo de mi camisa el gas pimienta que compré ya hace unos días atrás en caso de emergencia, y al parecer sí serviría de algo efectivo.

ㅡ¡Apártense! ¡Apártense! ㅡRocié en los ojos de ambos sujetos, viendo como se apartaban a gritos y quejas. ¡Sí! Se lo merecían.

Agarré el antebrazo de la mujer, haciendo que corriera en otra dirección, dejando atrás a los asaltantes, ignorando la voz de uno.

Cuando llegamos hacia el otro sector en el que estaba, la policía se hizo presente, viniendo hacia nosotras. Ella se acercó hasta ellos con la expresión de ponerse a llorar en cualquier instante. Yo lo haría, sobre todo por ver a la gente abarrotada en la tienda, yendo para conseguir su propio material.

Apresuré mis pasos, pero la mujer me detuvo, agradeciendo porque la había ayudado. Le sonreí, aun así, no soltaba mi brazo, contándome la historia de prácticamente toda su vida.

ㅡY fue así como conseguí esta cartera ㅡconcluyó, con un suspiro al finalㅡ. También...

Retiré su brazo del mío. ㅡMe tendrá que disculpar, pero tengo un asunto pendiente que atender.

ㅡAh, claro, claro. ㅡSe acomodó la blusa que llevaba puestaㅡ. Una vez más, estoy agradecida por lo que has hecho, y...

Le mostré una sonrisa de disculpa, corriendo de ahí. ¿Por qué debía de pasarme a mí? ¿Acaso era el único ser dispuesto a ayudar?

No pude evitar maldecir durante todo el trayecto desde que entré al establecimiento buscando ese pedazo de encaje por el cual tuve que madrugar. Y no, no lo encontraba por ninguna parte, puesto que era el único en venta. Sólo uno, ¿ahora qué podría colocar en esa parte del vestido? Ya lo pensaría después, ahora debía de enfocarme en una explicación para todo mi equipo.

El Sazón de la Moda©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora