Capítulo 1

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Durante toda la noche no pude dormir, pendiente de la alarma

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Durante toda la noche no pude dormir, pendiente de la alarma. Este día era tan importante que sacrifiqué a mi cuerpo por ser la primera en la fila.

La tienda de telas abría a las siete, y logré estar aquí a las cinco y media de la mañana, sin siquiera haber bebido una taza de café. Conseguir esto ayudaría a terminar este diseño tan importante.

La irrepetible pieza de tela, con el encaje y pedrería perfecta.

Mi equipo dependía de mí, de conseguir algo que, quizá, para muchos no era demasiado valioso, pero para este diseño lo significaba todo.

Con el pasar de los minutos, la larga fila iba creciendo. La hora de apertura se asomaba, y, con el último bostezo, me acomodé el cabello, observando a mi alrededor, tan pacífico que se convertía para mí en algo extraño. Suelen mencionar que, cuando más tranquilo se está, algo malo está por ocurrir, o tal vez eso sea sólo una de mis manías. Sacudí mi cabeza, saliendo de ese pensamiento, vine con una misión y sin importar qué, nada me moverá de este lugar.

De forma imprevista, las personas detrás entre sus murmullos repentinos hicieron que fuera a darme la impresión de que sus susurros iban dirigidos hacia mí.

¿Qué sucedía? ¿Acaso la ropa que escogí para hoy estaba rota? ¿O tal vez tenía el cabello desaliñado?

Algo en mí dio indicio de que algo no cuadraba dentro de un orden, incluso la ligera brisa se manifestaba con una brusquedad inusual. Quizá eran sólo mis pensamientos tratando de mantenerme alerta, pensando que mientras me mantenía en mi lugar, la puerta se abriría.

Un fuerte estruendo y los gritos de auxilio fueron la razón exacta para que todos nos descontroláramos sin siquiera apartarnos de la fila. Una mujer en medio de dos hombres; uno la sujetaba con fuerza de la cintura de ella, mientras el otro forcejeaba intentando sacar la cartera de sus manos. El rostro de la mujer lleno de agonía, imaginó que tal vez se trataba de un sueño, que no estaba siendo atacada por esos hombres.

—Deberían llamar a la policía —dijo uno, sin moverse de la fila. Claro, era fácil decirlo y no hacerlo. Pedir ayuda era lo correcto; sin embargo, en esperar a que llegaran, la mujer a la que estaban asaltando ya perdería su cartera, y todo resultaría en vano.

¿Y si llevaban todo el dinero de su bolsa y los asaltantes se regocijaban de ello?

Los nervios carcomían todo de mí. Mis manos formaban puños, haciendo que mis uñas clavaran mi piel. Cerré los ojos, esperando a que se me ocurriera algo, y me odiaba por estar pensando en aquella situación más de la cuenta, porque sabía dónde iba a parar. No podía perder este lugar, pero tampoco podía esperar sin hacer nada. La policía no llegaría a tiempo, y aquella mujer pedía auxilio.

El llanto, las palabras que escuchaba detrás de mí, los gritos de exigencia, los autos que aceleraban a la luz verde sin enterarse de lo que ocurría en esta cuadra. Mi corazón iba a explotar por dentro. Eran segundos, aquellos que si no obligaba a mi cuerpo a moverse ahora mismo, quedaría en mi conciencia para siempre. Allí, fue cuando dejé todo de lado: mi trabajo, las esperanzas por conseguir la pieza de tela, fallando a mi equipo, que confiaba en mí, y, por sobre todo, a la señora Smith; que era más que una simple clienta. Tacaña y exigente por donde la mirasen, y con una presencia llenaba todo su alrededor de una oscuridad interminable. Sabía que su ira llegaría, pero no impidió que mis piernas avanzaran por impulso, dándome cuenta en ese instante que ya nada importaba.

El Sazón de la Moda© (En proceso de edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora