Capítulo 13: ¿Novios? y el Diario.

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Era Martes por la mañana, Helga se vestía para ir a la escuela, no sin antes hacer su cotidiano ritual. Reverencio tres veces a la figura inanimada de Arnold hecha con gomas de mascar que el chico había masticado y desechado en los últimos años. Una obra maestra por si se lo preguntan a la rubia.

-Oh mi majestuoso Arnold. ¿Qué me espera el día de hoy? Me perseguiras de nuevo, me insistiras mi atención. Que alegría ser tu objetivo. Cada día que estás a mi lado me haces tan feliz. Por favor que no sea solo un sueño.

La mamá interrumpió sus plegarias, gritando desde la escalera.
-Eh, Helga te busca tu novio.

La niña se sonrojo.
-¡No es mi novio Miriam!

Helga cerro bajo llave su armario, agarro su mochila y salió para recibir a Arnold en la entrada de su casa. El niño esperaba apoyado en una pared. Cuando la vió le dedicó la sonrisa más hermosa del planeta. El corazón de la rubia dió un brinco.
-Helga! Vamos juntos a la escuela.

-Cabeza de balón, si quisiera un guardaespaldas buscaría a un tipo más alto. ¿Por qué me sigues a todas partes?

-Ayer quedamos en que iríamos juntos.

-Si, si, si. Lo que sea. Vámonos.

Se adelantó, Arnold siguiéndola de cercas. Llegaron a la parada del autobús. El chico trataba de sacar plática para romper el hielo. Hacia preguntas y observaciones simples como "¿Cómo amaneciste?" "El día está muy fresco" "Espero que no tarde el chófer" "¿Crees que el profesor Simmons llegué temprano?"

Helga daba respuesta breves y cortas. Acostumbrado a eso, Arnold no sé desanimaba, al contrario, que le pusiera atención lo ponía muy contento. Ni en sus más alocados sueños, se imaginaba el día en el que Helga y él pasarían tiempo de calidad, sin insultos o reproches por parte de la rubia.

El autobús llegó, ambos subieron, vieron a sus amigos, Phoebe y Gerald, también subir. La rubia, como era regular, se sentó esperando a su amiga, creyendo que el niño se iría con su amigo y la dejaría. Pero no fue así, se sentó a su lado y se atrevió a tomar su mano. Helga volteo los ojos y miro hacia la ventana como si le molestará, pero por dentro estaba muriendo de la emoción y Arnold lo sabía, de alguna manera lo sentía.

 Helga volteo los ojos y miro hacia la ventana como si le molestará, pero por dentro estaba muriendo de la emoción y Arnold lo sabía, de alguna manera lo sentía

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El día paso, entre miradas nada sutiles, pequeñas charlas triviales y uno que otro pequeño e insinuante coqueto por parte de Arnold para llamar su atención. Helga tragaba saliva con dificultad. Esta faceta del chico nunca la había experimentado. Era nuevo e inquietante, hacia su corazón revolotear como mariposa.

En la salida, la volvió a acompañar hasta su casa. Él se despidió con un beso en la mejilla y le pregunto si deseaba ir por un helado mañana, cosa que la niña acepto no sin antes fingir que no le agrada la idea pero que no le quedaba de otra que resignarse.

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La temporada de lluvia había llegado a su fin y con ello, la bienvenida de una oleada de calor. Un fuerte sol abrasador.

Oye Arnold, Oye Helga. ¡Me Gustas! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora