II

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Los días siguieron pasando, pero Horus aún no volvía de Heliópolis.

Seth trató de no volver a dormir, no quería arriesgarse a soñar lo mismo que la noche anterior. Y al ser un Dios, no le era tan complicado hacerlo por varias semanas.

Pero había un incoveniente, Seth siempre fue una persona somnolienta. Incluso cuando era un Dios de la Guerra, no podía evitar dormir largas horas en sus descansos.

Y eso no terminó incluso luego de todos los sucesos. Es más, parecía haber empeorado con el tiempo.

Pero no querían volver a vivir lo que había vivido la última vez, incluso aunque se tratase de un sueño.

Al séptimo día, Seth cabeceaba mientras esperaba a su presa. Había salido a cazar para evitar dormir. Pero en ese instante el jabalí corría a su alrededor sin temor alguno.

Seth, que estaba detrás de una piedra, al sentir como su cuerpo caía al suelo, se levantó rápidamente.

Esto era inútil, necesitaba dormir. Aunque tuviese miedo, debía hacerlo y era mejor hacerlo en su pequeño campamento.

Cuando entró y se recostó en su cama, se dijo a sí mismo que era solo un sueño y que no necesariamente iba a soñar con lo mismo. Sólo dormiría un par de horas y se olvidaría de todos los problemas.

Pero apenas soltó un suspiro de cansancio, una rama espinosa entró en su campamento. Seth aterrado se levantó
y empezó a correr pero la rama ya había tomado su pie y le había hechado al suelo.

No puede ser. Se decía Seth asustado. ¿Porque sigo soñando esto?

El Dios de la Guerra decidió esta vez pelear, porque aunque fuese un sueño, no permitiría que Osiris molestara su paz siquiera así.

Pero cuanto más cortaba las ramas con su Khopesh, estas aparecían más y más.

Es inútil escapar de mí, amor mío. Dijo una voz. Eres mío Seth, y aunque te escapes por mí cientos de años. Tarde o temprano serás mío. Nadie te sacará de mi lado nunca, mi desierto.

Seth ya estaba gritando el nombre Horus y Anubis. Aún sabiendo que era un sueño, estaba aterrado. Pero cuando Osiris aparecía como una sombra para sostener su cuerpo enredado, una luz le partió a la mitad. Segundos después todo a su alrededor había desaparecido y sólo había oscuridad.

¿Seth?...¿¡Seth!?

¿Horus? pensó el Dios.

¿Seth? Despierta. Está todo bien. Aquí estoy.

Seth abrió los ojos rápidamente y frente a él estaba el rostro de la persona que más quería ver.

Horus.

— ¿Horus? ¿Eres tú? — preguntó Seth aliviado.

Horus le sonrió y le acarició el rostro sudoroso de su amado, y segundos después e inesperadamente, Seth saltó a sus brazos llorando.

Horus sólo atinó a abrazarlo y consolarlo. Era bastante obvio que Seth había tenido una pesadilla y lo último que necesitaba eran preguntas innecesarias.

Cuando Seth se calmó, empezó a contarle lo que había pasado esos últimos días. Horus simplemente lo acostó y lo abrazó mientras le decía que todo estaría bien, pero eso era más que suficiente para él.

— Sabes que donde tú vayas, yo iré y no dejaré que nadie te haga daño — mencionó Horus mientras besaba la frente de Seth y este se acurrucaba más en él.

— Lo sé Horus, lo sé. Me lo has demostrado siempre — sólo atinó a decir antes de volver a llorar. Pero segundos después Seth continuó — Te extrañé tanto.

Horus, sonrió y lo abrazó más a él.

— Yo también amor mío.

Sabiendo que todo estaba bien. Continuó hablando.

— Se que no es el momento ideal pero te traje una sorpresa.

Seth, emocionado como un niño pequeño, se levantó.

— ¿Qué es? — preguntó sonriente.

Horus se enderezó y luego un gatito blanco apareció en medio de ellos. Seth se asustó al principio pero luego preguntó curioso:

— ¿Simba? Es Simba?

Horus agarro al gatito y lo puso en los brazos de Seth. Él algo curioso pero también emocionado, empezó a acariciar al gatito.

— No lo es, pero es un descendiente suyo. Anubis me dijo que te lo diera, ya que su madre había muerto hace poco y estaba solo.

Seth rápidamente levantó la mirada hacia Horus y preguntó:

— Anubis estuvo en Heliópolis?

Horus asintió y continuó.

— Si, fui yo quien llamó a todos los Dioses para una reunión importante. No creí que él apareciera, pero lo hizo. Y antes de venir me dio a este lindo gatito y me dijo que te diera y lo cuidaras. Se llama Kaphiri, tiene 2 meses de edad y…

Seth escuchó atentamente lo que decían mientras seguía acariciando al gatito. Pero de repente algo vino en su cabeza.

— ¿Tú fuiste quién llamó a los Dioses? — Horus asintió confundido— Y si era asunto tuyo ¿Porqué no me llevaste contigo?

Horus le agarro la mano y con subidas le dijo lo que sucedía.

— Porque no quería que arruinaras la sorpresa, sabiendo como eres tú, hubiera sido imposible.

Seth preguntó curioso mientras bajaba al gatito a lado suyo. ¿Sorpresa?

Horus sostuvo la mano de Seth hasta que algo apareció en ella. Un brazalete, con piedras tan rojas como el color de su pelo.

Es preciosa, pensó Seth feliz.

— Quería que todos supieran que deseo casarme pronto.

Seth se quedó en blanco.

— Que…que?

— Lo que escuchaste Seth. Fui a buscar a los dioses para que nuestra relación sea bendecida y aceptada como tal. Pero aunque no lo consiguiera, igual hubiera buscado la forma de unirme a ti para siempre. Y que no había nadie en este mundo que me detuviera. Serás conocido como el consorte del rey. Seth, realmente quiero casarme contigo de una vez por todas y no me importa como vean los demás. Deseo pasar toda mi eternidad unido a ti.

Seth no sabía que responder por largos segundos, así que sólo atinó a abrazar a Seth.

Horus correspondió su abrazo y simplemente se quedaron así por varios minutos, mientras Kaphiri jugaba con las cosas que encontraba, ignorando el suceso indecente que estaba por pasar detrás suyo.

Desde ese momento Seth, ya no tuvo pesadillas de nuevo. Con el tiempo se dio cuenta que las pesadillas habían desaparecido por completo cuando Horus formó parte de su vida. Solo habían reaparecido en el momento en que Horus fue a Heliópolis por primera vez en mucho tiempo.

Horus era como su amuleto de la suerte. Y que amuleto de verdad.





— FIN —

KABUS · Horuseth [Ennead]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora