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Seth se sentía extraño en ese momento, y con justa razón, pues era la primera vez que se separaba de Horus desde que se eran pareja. 

Era algo irónico que de siempre separarse (la mayoría de las veces por culpa suya), ahora su corazón se sentía ansioso al ver partir a su amado a Heliópolis.

Seth era consciente de que Horus seguía siendo el rey y por ende tenía responsabilidades con Egipto, pero aunque los dioses no estaban contentos con su presencia, Horus siempre lo llevaba con él cuando era necesario.

Pero esta vez por alguna razón Horus le pidió que se quedara en el campamento, mientras solucionaba algunos problemas. Claramente Seth reclamó tal pedido, pero luego de algunas caricias y palabras dulces pudo convencerlo, más o menos.

Seth le avergonzaba admitir que era débil ante su sobrino, por alguna razón estar con él era como un bálsamo para sus heridas. Desde su existencia, él tenía que ser el “hombre” fuerte y protector, siempre tenía que velar por los demás antes que él. Pero desde algún tiempo, Seth disfrutaba de la protección que le brindaba Horus, después de mucho tiempo no tenía que pensar más que en sólo sentir el calor de su amado mientras le rodeaba con sus fuertes brazos.

Algo que muchos no sabían era que Seth, antes de ser considerado el Dios de la Guerra y el Caos, simplemente era un Dios aventurero. El protector de Egipto. Le encantaba viajar por muchos lugares y ver las maravillas del mundo. Era tan libre como la arena volando en el viento.

Pero con tal de mantener a Seth cerca suyo, Osiris inició una guerra y Seth como el protector de las tierras, peleó contra los enemigos y se convirtió en el “Dios de la Guerra”. Luego de eso, inició una familia que tristemente le fue arrebatada tiempo después.

Luego de todo lo sucedido con los Dioses y Osiris, y al verse por fin libre de todo pesar, Seth decidió seguir con lo que realmente quería; viajar por todos los confines de la tierra, sin ataduras. Le confesó lo que sentía a su sobrino y empezó a trazar un mapa de sus próximos viajes. Horus decidió acompañarlo a pesar de las objeciones de su madre y otros dioses, pero su corazón ya no quería separarse de su tío y más luego de que su amor fue correspondido. Seth también le había mencionado lo arriesgado del viaje, pero aún así Horus quiso acompañarlo. Seth sintió su corazón latir de emoción.

Horus decidió renunciar a su titulo de rey, pero al final su madre le dijo que no era necesario. Ella podría estar a cargo durante su ausencia, pero que él debía venir regularmente y ante cualquier emergencia. Horus acepto y se marchó con Seth.

Han pasado 10 años desde ese momento, y aunque durante ese tiempo hubo varios problemas, siempre pudieron interponerse juntos. No había humano o dios que lograba separarlos.

Seth estaba acostado en su campamento improvisado, aburrido mientras se distraía con sus pensamientos. Por un momento pensó en desobedecer a su sobrino e ir también a Heliópolis. Necesitaba saber del porque tanto misterio y porque que él no tenía permitido (de alguna forma) estar allí.

¿Qué era lo que Horus le estaba ocultando?

Estaba a poco de coger una carroza e ir a escondidas junto a Horus, pero luego de pensarlo un poco más, decidió que no quería meterse en problemas con su amado, y lo mejor que podía hacer era esperarlo como lo pidió. Luego de frustrarse el mismo sus planes, suspiró y minutos después, más cansado que antes decidió dormir.





Al abrir los ojos, se vio envuelto en arena. ¿Qué significaba esto? ¿Acaso estaba en un sueño?

No lo sabía, pero si que sentía el calor de la arena que lo rodeaba. Luego en un segundo el cielo se oscureció y frente a él apareció la figura de un hombre alto con una máscara de chacal. Era Anubis.

Seth rapidamente se levanto y fue a él emocionado.

-Anubis, hijo mío ¿Cómo has estado? ¿Qué haces aquí? - preguntaba Seth mientras trataba de acariciar su rostro.

Pero antes de que sucediera esto, la cabeza de Anubis caia al suelo, como si se tratara de la cabeza de una figura rota. Seth asustado retrocedió unos pasos.

El cuerpo de Anubis aún está parado frente a Seth. Segundos después del cuello empezaron a salir ramas espinosas oscuras.

Seth sabía a la perfección a quién le pertenecía eso. Asustado empezó a correr en sentido contrario, pero cuánto más trataba a de escapar, la arena lo hundía más.

Por desesperación empezó a usar sus manos para escapar de la arena, pero era inútil.

Segundos después sintió que una rama le agarraba del muslo, y las espinas penetraban su carne. Un dolor agudo se extendió por todo su cuerpo y momentos después las ramas lo empujan hacia atras. 

Ahora donde anteriormente estaba el cuerpo de Anubis, sólo se hallaba el ser que Seth más despreciaba.

Osiris, con una sonrisa de orgullo, extendía su mano mientras Seth se acercaba a él.

— Mi Seth, mi amado. Te he extrañado tanto —dijo Osiris cuando lo tuvo en sus brazos.

Seth trató con todas sus fuerzas salir de allí, pero cada vez que intentaba deshacerse de esas ramas, más parecía rodearlo a él con Osiris.

— ¡Déjame en paz! —gritó Seth desesperado.

— He esperado por mucho tiempo —continuo Osiris, ignorando los pedidos de su hermano — Está vez no habrá nadie que te separe de mí. Ni siquiera Horus.

Seth, ya sin saber que hacer empezó a gritar.

— ¡Horus! ¡Ayúdame, por favor Horus! — grito con todas sus fuerzas.

Osiris sonrió y lo acercó más a él. En ese momento Seth empezó a sentir náuseas.

— ¿Piensas que mi hijo vendrá a rescatarte? Que ingenuo eres —mencionó Osiris con burla.

— ¿Qué hiciste con él? — preguntó Seth asustado.

— ¿Te refieres a ese maldito que te arrebató de mi lado? Pues… diría que ahora ya no será una molestia en nuestra huida al Duat.

En ese momento Seth parecía que se iba a desmayar.

No, Horus, no. Seguro está mintiendo, de seguro que sí. Pensaba Seth.

Pero segundos después, Osiris se movió a un lado para mostrar una cabeza. La cabeza que era de su hijo Anubis, ahora tenía una máscara azul de un ave.

Esa máscara era de Horus sin duda alguna. Pero no podía ser él. Claro que no.

Sin embargo la máscara fue separada de la cabeza por el viento, demostrando sin duda alguna que era él. Era Horus, decapitado.

— ¡Noooo! — se levantó Seth sudoroso y agitado. Todo lo que hace segundos había visto desapareció, sólo para estar en su campamento.

Era un sueño, solo un sueño. O más bien una pesadilla.

Seth trató de tranquilizarse, pero era imposible, su corazón estaba por salirse del pecho y las ganas de llorar eran inmensas.

La imagen de Anubis decapitado, Osiris y Horus vinieron en su cabeza como un relámpago, y no pudo contenerse más. La lágrimas salieron de sus ojos como río después de una larga lluvia.

Seth pensaba que esas pesadillas ya nunca más pertubarian sus sueños. Pero no era asi. Lo sintió tan real.

Se abrazó a sí mismo y empezó de decir:

Horus, te necesito.

KABUS · Horuseth [Ennead]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora