Huldra

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Naruto no es mío si no de Masashi Kishimoto.

Advertencias de esta historia:

-Pareja Crack

-Lemon

-AU

Pareja principal: Gaara/Hinata

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 El crepúsculo hacía poco que había teñido el cielo de su preciosa gama de colores, un paisaje que otras veces apreciaría con sumo agrado, pero que el día de hoy no lograba captar su atención. Todo su interés estaba centrado por completo en los gritos y chillidos, felices, que se escuchaban por las calles.

Veía y escuchaba con plenitud a través de la ventana de la habitación, sentado en la cama, a los niños de la aldea jugar a las pilladas o a los guerreros con palos de madera en el exterior. Sus ojitos tristes apreciaban como la gente, animados y con contagiosa alegría, se preparaban para festejar el comienzo de la primavera con abundantes platos de comida y bailes durante toda la noche.

Sentado con su cálido pijama blanco puesto y las cobijas a su alrededor, abrazaba casi con cierta desesperación el oso de peluche con el que dormía con envidia. Era doloroso ver cómo todos se divertían afuera y él no podía, ¿Porqué siempre tenía que estar encerrado en casa? También quería salir y jugar, mancharse de tierra y césped, sudar y cansarse por divertirse tanto, quería tener amigos como sus hermanos, a los que veía divertirse en la calle ahora mismo.

Esa sensación de humedad en los ojos comenzaba. Se frotó los ojos acallando un lloro que no quería exponer. Su padre decía que los hombres no lloran, y él como uno no pensaba hacerlo.

Ignoró los pasos que se escuchaban acercarse a la puerta de la habitación y como ésta, apenas sin hacer ruido, se abría y entraba a la habitación el olor inconfundible de la leche caliente. Al final dirigió la mirada hacía la entrada tras escuchar un jadeo de sorpresa y pavor.

-Gaara, vida mía, ¿Qué haces levantado de tu cama? -Su madre dejó la bandeja que portaba en una mesita junto a la cama y se acercó preocupada y veloz hacía él – Tienes que reposar, estás enfermo y no te puedes esforzar.

Lo tomó en brazos para recostarlo en el colchón y volver a taparlo con las mantas mullidas de la cama. Las mejillas rojas en la tierna cara de su hijo no le auguraba nada bueno, por eso la tristeza se hizo presente al comprobar lo pensado al besar su frente para comprobar la temperatura, volvía a tener fiebre.

Sonrió enseguida para que su pequeño no viera la pena en sus facciones y se alarmara por ello. Era inaceptable como la vida no le daba tregua alguna a su niño, era tan triste verlo pasar su vida postrado en la cama. Alguien tan pequeño e inocente no se merecía eso.

-Te traje leche caliente con miel, y un trocito de pan con nueces y arándanos recién hecho, como a ti te gusta.

-¿Mami?

Se sentó a su lado con la merienda en el regazo, removiendo bien la leche para que no notara el medicamento que había puesto en el.

-Dime -Acarició su sonrojada mejilla con cariño, sonriendo al verlo tomar un sorbo pero tornándose seria al ver la tristeza en los bonitos ojos de su hijo -¿Qué te pasa mi vida? ¿Te duele algo? ¿La garganta, cabeza, oídos?

Había dejado de toser un par de días atrás, cosa por la que pudo respirar más tranquila al ver algo de mejora en su salud. Más no quería decir que no padeciera otras dolencias diferentes, no sería la primera vez que se le pasaba una cosa y le empeoraba otra. La delicada vitalidad de su pequeño era tan frágil como el más fino cristal.

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