Capítulo 02

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—Andrea, ¿me estás escuchando? —Laura me devolvió a la realidad.

Estábamos en el comedor de la universidad. Me estaba hablando de un chico que había conocido hacía un par semanas. Un tal Eric.

—¿Qué es lo último que has dicho? Perdona, estoy un poco distraída.

Siendo sincera, mi mente estaba en otra parte. En el mismo lugar de hacía días: la nota de Paris. Le daba demasiadas vueltas, supongo que por lo mucho que pesaban los malos recuerdos. Tan solo coincidíamos en una asignatura. Por lo demás apenas coincidíamos. Ese papel había despertado la idea de que él también tenía sentimientos. Una completa locura si recordaba la clase de persona que era.

—Llevas días en las nubes. ¿Te ha pasado algo?

Una risa coqueta sonó más alto de lo normal. Nuestras miradas se posaron sobre una estudiante de segundo año sentada a tres mesas de nosotras. A su lado, Paris. No alcanzábamos a escuchar lo que decían, como mucho alguna palabra suelta. Nos bastaba con leer su lenguaje corporal. Había leído y visto suficientes historias románticas como para entenderlo. Esa mano cubriendo ligeramente su boca, el brazo de él pasando sobre la silla, tras su espalda... Hasta que se inclinó para tener cerca de su boca el oído de ella.

—¡Paris! —gritó Laura desde su asiento—. Guárdatela. No engañas a nadie. —Me gustaba que no tuviera filtros para aquel tipo de cosas. No le importaba robar la atención de la gente, ella no se fijaba en los demás.

Él se separó de la chica y miró a la que le había llamado mientras le dedicaba una sonrisa.

—No te pongas celosa, Lau. Ya sé que estás colada por mí.

No iba en serio. Ambos coincidían en algunas optativas y se llevaban bastante bien. Siempre estaban molestándose de broma.

Ella puso los ojos en blanco.

—Ese idiota siempre está con una chica diferente —comentó en voz baja—. No se toma en serio a nadie.

Esa era la fama que tenía y lo que todos pensábamos, pero yo había descubierto que también tenía una debilidad y era la chica que mencionaba en aquella nota.

Levanté la vista y lo encontré a nuestro lado. No tardé en desviarla.

—Deja de espantar a mis amigas —se quejó.

Las pocas veces que habíamos coincidido pasábamos de largo. Incluso en las ocasiones en que Laura había hablado con él estando yo delante, hacíamos como si no nos conociéramos.

—Tú deja de estar tan salido.

Me dediqué a comer, esperando que se largara.

—Estás siendo muy cruel —noté una mano sobre mi hombro—. Defiéndeme, Andrea.

Al sentir sus manos tocándome, algo se removió en mi interior. Recordé todas las veces que en el instituto se había burlado de mí o cómo le reía las gracias al resto de gente. Había olvidado el anhelo de su carta, solo había resentimiento. Fue tan desagradable su tacto sobre mi hombro que le pinché con mi tenedor.

—¡Eres idiota! —exclamé poniéndome en pie.

—¡Te has pasado!

Me lo crucé al día siguiente, en mitad del pasillo, minutos antes de que empezara la clase a la que íbamos juntos. Vi como desbloqueaba su móvil y suspiraba segundos después. Tenía una mirada de abatimiento que me hizo pensar que estaba esperando un mensaje.

Supe que nunca lo recibiría cuando me di cuenta de que aquella tal Clara desechó su regalo junto a su nota y acabó en la biblioteca.

Mi vista no dejaba de desviarse hacia él en clase, se sentaba a unos cuatro asientos a mi derecha. Me preguntaba cuanto tiempo llevaba esperando una respuesta. Busqué su número en la agenda y me quedé mirando la pantalla vacía.

Tienes buena letra.

Me arrepentí al instante. Fui a borrarlo, pero mi torpeza hizo que pulsara el botón de debajo. Maldije para mis adentros y me encogí en el asiento mientras miraba de reojo en su dirección. Estaba leyendo el mensaje.

¿Clara?

Una mentira piadosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora