No le volví a decir nada. Bloqueé el teléfono y no lo miré en las próximas horas. Continuaría creyendo que le había escrito Clara si no lo desmentía. Tampoco tenía una foto mía de perfil que pudiera delatarme.
Horas más tarde, mientras me encontraba en la biblioteca, recibí otro mensaje.
¿Eres tú?
Sabía que la mejor opción era no responder. No volver a decir nada para no complicar las cosas. No obstante, una parte de mí se movía por el rencor. Por tomarle un poco el pelo no pasaría nada. A fin de cuentas, él me había minado la moral por mucho tiempo y encima pretendía que no había pasado nada.
Sí.
Sentí un cosquilleo en los dedos al instante. Una especie de subidón por esa mentira.
Regresé a mis labores, arrodillada en el suelo mientras organizaba los volúmenes de poesía nacional. Estaba concentrada cuando una voz me reclamó.
—Disculpa.
Pude verlo al voltearme. Todo se tensó. Temía que me hubiera descubierto.
—¿Qué quieres? —Mi voz sonaba entre sorprendida y hostil.
Su rostro se contrajo levemente.
—La Sra. Martínez me ha dicho que podía encontrar unas enciclopedias botánicas aquí.
—¿Botánicas?
—Es para un trabajo de análisis del entorno.
Él estudiaba Bellas Artes. Yo Historia. Por eso coincidíamos en algunas materias, como Historia del Arte.
—En internet también encuentras.
—Ya lo sé, pero prefiero tener varias fuentes de información.
Era ver esa cara que me decía que no tenía preocupaciones y sentir cómo brotaba su exceso de confianza, que me removía la rabia.
Forcé una sonrisa al darme cuenta de que estaba siendo desagradable.
—Claro. Acompáñame.
Lo guie por el pasillo hasta llegar a la zona de las enciclopedias. Señalé la localización del medioambiente.
—Gracias —Fui a marcharme, pero volvió a hablar—. No sabía que estabas de voluntaria aquí.
—No somos amigos, es normal que no lo supieras.
—Venga, no seas tan borde conmigo —se quejó teatralizando la voz—. Me gustaría que nos lleváramos bien.
En el instituto yo no existía para él. No entendía por qué de repente tenía interés. Pese a ser cortante, él seguía manteniendo la sonrisa.
—¿Te ha pasado algo? Pareces de buen humor...
Las comisuras de sus labios se ampliaron todavía más.
—¿Tanto se me nota?
Esa chica debía gustarle muchísimo. Una simple palabra de, supuestamente, ella, le había puesto así de contento. Me compadecí de él, que ignoraba la verdad.
—Tienes cara de bobalicón desde que terminó la clase de ética.
No se borraba esa expresión. Tenía ganas de darle un puñetazo.
—Bueno, tengo que seguir con esto —dije, deseando que se fuera.
Me dio las gracias y fue a que la encargada registrara los volúmenes que iba a sacar.
Esa noche recibí otro mensaje de él.
No sé si me has escrito por un capricho temporal, pero aun así me alegra.
Me quedé paralizada con el móvil entre mis manos, pensando en si debía responder o no.
De haber sido otra persona, hubiera sido sincera al instante. Le hubiera dicho la verdad: que Clara lo había rechazado al donar ese libro. No obstante, a mi mente vino el día que me tiró del pelo en mitad de la clase, en 4º de secundaria.
—¿Por qué siempre te peinas como una vieja? —se burlaba de mis trenzas.
Las carcajadas del resto de compañeros resonaron. Yo me encogí en mi asiento, deseando desaparecer, con la cara colorada.
—¿Sabes que existen las lentillas? —Esta vez habló su amiga del momento, Jessica. Siempre iba perfectamente arreglada. Lo contrario a mí—. O por lo menos unas gafas más bonitas...
Mis lentes eran rectangulares, de pasta color morado. Mis ojos se hacían más pequeños cuando los llevaba. Eran lo mejor que podían costear mis padres en aquellos momentos, con toda la crisis económica en auge.
Paris se rio en ese momento, apoyando su trasero sobre mi pupitre.
—Déjala, creo que simplemente es una vieja en el cuerpo de una persona joven.
Me llevé las manos a mis gafas actuales. Eran ovaladas, más grandes y de montura fina. Sentí la bilis subir por mi garganta de la rabia que me provocaba pensar en ello. Nunca supe por qué la tomaron conmigo.
No era un capricho. Realmente quería escribirte. Me gustó mucho tu regalo.
Miré de reojo el libro en cuestión. Me lo había llevado a casa sin que se dieran cuenta.
¿Cómo estás? ¿Cómo te va todo?
Mordí mi labio inferior mientras pensaba qué debía responder. No sabía nada de esa chica, así que no podía entrar en detalles personales.
Bien. Ahora mismo estoy viendo una serie sobre asesinatos reales.
Chasqueé la lengua, arrepentida de ese detalle.
¿Cuál?
Sonreí al ver la oportunidad de seguir con mi mentira.
La conversación derivó en otros true crimes, en series y películas. Incluso olvidé de que sus mensajes no iban dirigidos a mí. No fue hasta que dijo su nombre que volví a la realidad.
Es como si hubiéramos vuelto a ese año. Me alegro de poder hablar contigo como antes, Clara.
El móvil se me resbaló de las manos, golpeando mi cara.
No volví a responderle aquella noche.
***
¡Hola!
Espero que os esté gustando la historia, la estoy haciendo un poco más extendida porque era un relato en un inicio. ¿Qué pensáis de los personajes por ahora?
Os leo <3
ESTÁS LEYENDO
Una mentira piadosa
RomanceAndrea se refugia en los libros para escapar de la vida real. Un día, encuentra una nota de amor escrita por Paris, uno de los culpables de su baja autoestima. Movida por el rencor y la curiosidad, se hace pasar por la chica a la que iba dirigida...