Capítulo III

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*Lo siento si tiene errores ortográficos, espero que te guste*

Roger Rabbit

No dejo de observar el papelito cada cierto tiempo; mis manos tiemblan de una cierta emoción que desconozco por completo. ¿Debo escribirle o llamarlo? ¿Quiero hacerlo? Una parte de mí, grita con euforia para que realmente me atreva, y no me quede con esas ganas de volver a saber de él, pero la otra parte es mucho más sensata, y hace que guarde el papel en el bolsillo de mi pantalón.

Las horas pasan en el trabajo sin más; mi cuerpo comienza a sentirse más cansado de lo normal, haciendo que experimente ese deseo supremo de llegar a casa, bañarme y dormir eternamente. Muevo los pies de aquí para allá al terminar con mi última clienta del día, y de lo más feliz me despido de mi tía para poco después salir casi corriendo hacia casa.

Casa

Interesante palabra, siento que nunca tuve una por completo. Jamás pude experimentar ese ambiente hogareño o quizás sí, en algún periodo corto, cuando estaba en la primaria. Recuerdo cuánto deseaba salir del colegio para llegar a mi lugar seguro, donde estaban mis padres, esperándome con los brazos abiertos antes de que empiece toda la desgracia en mi vida.

No me quejo por completo, este mundo no fue muy mierda conmigo, porque me dio a la mejor hermana del mundo, pero ¿Qué sería de mí en estos momentos si Luci no hubiera nacido? Creo que estaría lejos, quizás viviendo con mi tía, pero lejos de esa casa que tanto daño nos hace. No habría ningún motivo para quedarme que no sea mi hermana.

Al subir al tren, y en casi todo el trayecto en él, tengo la esperanza de volverlo a ver. De ver a Arley. No te miento cuando te digo que literalmente en cada estación antes de llegar a casa, deseaba que él entrara y me sonriera cómo lo hizo al verme por primera vez.

Pero no lo vi.

*

—¿Cómo te fue hoy? — es lo que pregunta mi hermana al verme llegar.

-—Bien, Luci. Fue un día interesante.

—Te están brillando los ojos. ¡TIENES UN BRILLO EN LOS OJOS!

Detengo mi andar hacia la cocina cuando escucho el gritar de ella; mi cuerpo se queda estático, y mi corazón bombea con velocidad al recordar ese cabello rojizo, esos ojos castaños, casi verdes, y esa sonrisa peculiar.

Respiro profundamente, y vuelvo a mi andar.

—Será el brillo de: Oh, hoy fue un día muy cansado.

—No tiene nada que ver, aburrida.

—Tiene mucho que ver, listilla.

—¿No me dirás?

—Deja de ver cosas donde no las hay, y ven para que cenes.

Su sonrisa recae por completo cuando a pasos dudosos se acerca a la pequeña mesa que tenemos en nuestro comedor.

—¿Y mamá?

Dios, mi madre. No sé, bueno, no sabemos nada de ella hace aproximadamente unas semanas. Pienso que quizás se aburrió de nosotras, así como papá y que se fue. Nos abandonó, pero eso no le puedo decir a Luci, la destruiría por completo, y lo último que deseo es que ella se sienta de esa forma.

Quisiera poder cuidarla de cualquier mal, pero no puedo. No puedo cuidarla.

—¿Te acuerdas de ese lugar donde la fuimos a visitar esa vez?

Ella asiente.

—¿Su trabajo en donde hay muchas personas que lloran? — En realidad, aquel lugar es un centro de rehabilitación para drogadictos y alcohólicos.

—Sí, ese. Mamá tendrá que quedarse unos días ahí, porque hay muchas personas llorando y tiene que cuidar de ellas.

—¿Y nosotras?

—Yo cuido de ti, Luci.

—Pero...

—¿Pero?

—¿Quién te cuida a ti?

Buena pregunta, no dejé de pensar en ella durante toda la cena, incluso cuando ayudé con sus tareas a Luci, seguí pensando en eso. ¿Quién cuida de mí? Siempre me he cuidado sola, siempre he visto por mí, pero que se sentirá ser amado por alguien más. Ser la prioridad de alguien.

Aun no estás lista.

No, creo que no estoy lista para saberlo.

Cierro la puerta del cuarto de mi hermana, y sin planearlo millones de lágrimas recaen; mi rostro se empapa y mi corazón se oprime al sentir todo esto. Al pensar que quizás no poder ser capaz de cuidar de Lucia. De no poder darle la vida que ella merece, porque ya no se trata de mí, sino de ella.

No puedo dejar que ella sufra lo que yo sufrí.

Sin poder evitarlo, busco las botellas de cervezas que mi madre siempre tiene en la refrigeradora; sintiéndome el peor ser del universo, agarro tres de ellas, y corro hacia mi habitación para encerrarme ahí con esta porquería que siento.

La primera botella me hace sentir de que quizás nada vale la pena en esta vida. En mi vida.

La segunda, me hace pensar que quizás Luci estaría mejor cuidada por mi tía Rous, porque realmente no soy un adulto responsable que puede velar por una niña, es decir, no siquiera puedo conmigo misma, menos podré con ella.

La tercera botella, me hace hacer una locura tremenda; entre lágrimas y la vista borrosa, agarro el celular para marcar un número cuyo propietario apenas he conocido hace unas horas.

Escuchando el sonido de la llamada, pienso que quizás no va a contestar, porque literalmente es demasiado tarde como para que esté despierto, sin embargo, no pierdo las esperanzas, porque quiero escuchar su voz. Necesito oír nuevamente esa preocupación que sentía hacia mí, como si le importara.

Pero nada, no contes...

—¿Mel?

Cierro los ojos, solo para disfrutar de su voz.

Cierro los ojos, solo para imaginar que está conmigo ese desconocido.

—Sé que me escuchas— es lo que dice al notar mi silencio, y al solo oír mis sollozos, porque ni siquiera puedo hablar. Tengo un nudo en la garganta que no me lo permite. —Sabía que me llamarías. Dime loco o lo que quieras, pero tengo la sensación de que eres lo que he estado buscando durante mucho tiempo.

No puedo dejar de llorar.

—Mel, dicen que una mirada jamás miente. Creo que hoy puedo decir que es verdad; tu mirada. No quiero sonar cómo un enfermo poético, pero pude verte a través de ella. No sé cómo explicarte, tampoco sé si me creerías. Quizás esta locura hizo que te diera mi número, y sinceramente no me arrepiento de hacerlo. Por algo me llamaste, lo sé. Permítete averiguarlo, y permíteme saber si tengo razón con esto que sentí cuando te vi en ese tren.

Sin dejar de llorar, cuelgo la llamada.

Recuerdo haber soñado con él como una maldita enferma. No sé si alguna vez te pasó, pero se sintió tan real. Hubiera querido que lo sea.






*

Complicado.

Hace casi seis meses, dejé de escribir. No mentiré diciendo la razón, solo no me sentía con las ganas de hacerlo. Por un momento, pensé que quizás esto no sea para mí.

Qué estúpida soy.

He vuelto a escribir, y no te puedes imaginar lo tan feliz que estoy. Me siento completa. He pensado que puedo actualizar dos veces a la semana esta historia, porque quiero hacerlo. Entonces, espero lograrlo. Igual voy actualizar, haré todo lo posible para hacerlo.

Gracias. Quizás esta historia lo leas después de tres años o cuando esté muerto, pero ojalá pueda llegar a cada persona que lo necesita.

Espero llegar a ti <11

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⏰ Última actualización: May 27 ⏰

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