Introducción

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La primera vez que sucedió, Serim solo tenía 15 años.

Yang Jeongin era cruel y desalmado. Tenía el don de iluminar la vida de todos pero cuando le daban la espalda la oscuridad lo cubría como penumbra.

Serim era vulnerable, torpe y dócil. No poseía nada especial, notas pasables y el don para causar lastima a quien lo viera.

También Serim era gordo, algo (demasiado) feo y desagradable a la vista de la mayoría.

Eso molestaba a Yang Jeongin.

Tanto que decidió mostrarle el infierno desde el inicio de la preparatoria.

Algunos dichos eran más que verdades, el infierno no está abajo, estaba aquí, en la tierra.

Pero no era el lugar, era lo que lo habitaba.

El infierno estaba en nosotros, los mismos humanos eran totalmente capaces de causarse el peor de los daños solo para su placer retorcido y egoísta.

El ser humano nunca será capaz de lidiar solo su propio dolor.

Si duele, otro debe sufrir peor dolor.

Si no lo soportas, otro debe soportarlo junto a ti. Sea o no tu elección.

Pero Serim nunca compartió su sufrimiento, nunca entregó un dolor peor a otro. Debe ser por eso que cuando su cordura tocó lo más profundo de aquel infierno:

Se le fue otorgado otra oportunidad.

Llovía. Más que lluvia, se trataba de una tormenta. Eran las 22:56hs cuando Serim lo revisó y él apenas había llegado a casa, empapado, exhausto, congelado con señal de hipotermia y muerto, tanto por dentro como por fuera.

El pelo algo rizado obstruía su vista, junto a eso el mareo y dolor de cabeza lo mantenía caminando prácticamente a ciegas. Se tambaleaba por su hogar, totalmente oscuro y siendo iluminado frecuentemente por la cantidad de relámpagos que traía consigo la nocturna tormenta.

Llegó a su cuarto y en un intento de no sentirse solo esos últimos momentos de consciencia, prendió la luz. Siguió avanzando dejando rastros de huellas por tener los pies desnudos y totalmente mojados.

Junto a su caminar, la cantidad de sangre que goteaba en la madera era problemático.

Se arrojó al borde de su cama buscando un descanso, pero no tuvo las fuerzas de arrastrarse hasta una mejor posición y terminó deslizándose al suelo cayendo sobre su trasero con un quejido quebrado y pobre.

Observó el camino de humedad que había hecho, el agua escapaba de sus prendas y creaba un charco que iba haciendo contacto con las gotas de sangre en el suelo, con las que seguían cayendo de cada herida en su cuerpo: brazos, piernas, pies y rostro.

Cada parte no pudo salvarse de heridas esa vez.

Justo a un extremo, a izquierda suyo se hallaba aquel espejo de cuerpo completo, le tenía repelús y aún así lo usaba todo el día para mirarse horas y horas. Preguntándose que había hecho tan mal para merecer todo aquello.

After The Storm | HyuninDonde viven las historias. Descúbrelo ahora