Capítulo #4: Pete

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Meses después recibimos la llamada que tanto temíamos. Vegas dormía mientras yo me paseaba por la otra habitación acunando a Venice, a la que le estaban saliendo los dientes. Mis brazos se estaban cansando después de dar la millonésima vuelta a la habitación cuando Vegas irrumpió por la puerta, sobresaltándome lo suficiente como para casi gritar.

—Porsche acaba de llamar. Necesita mi ayuda.

—¿Los rusos? —adiviné.

Vegas asintió lentamente y me moví con rapidez, buscando a Macau y al niñero para que se hicieran cargo de Venice y yo pudiera prepararme para salir.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Vegas, atándose las armas al cuerpo mientras yo hacía lo mismo.

—¿Qué parece que estoy haciendo? ¿De verdad creías que te iba a dejar ir solo?

—Pero...

—Nada de peros, Vegas. Si crees que voy a dejar que te pongas en peligro sin que yo te respalde, estás más loco de lo que pensaba.

Por un momento, nos miramos las caras. No iba a echarme atrás y él lo sabía. Le quería demasiado como para quedarme de brazos cruzados mientras se ponía en peligro. Sabía que pensaba en mi seguridad y en quién cuidaría de Macau y Venice si le ocurría algo, pero si yo estaba allí para asegurarme de que no le ocurriera nada, problema resuelto.

Exhaló con fuerza y cruzó la habitación a grandes zancadas, acercando mi cara a la suya para besarme profundamente. Le devolví el beso con toda mi alma antes de separarme y decirle: —Deja el resto para cuando volvamos.

Vegas asintió, cerró los ojos con solemnidad y apoyó la frente en la mía. Me balanceé con él, compartiendo respiraciones, y luego salimos por la puerta y nos apresuramos a reunirnos con Porsche.

Sólo perdimos a algunos guardaespaldas y a nadie que yo conociera bien. Por suerte, controlamos la situación antes de perder a nadie más. Porsche estaba de pie, jadeando y cubierto de sangre, Kinn a su lado en un estado similar.

—¿Y ahora qué? —preguntó Porsche.

—Ahora tenemos que conseguir información. —dijo Kinn, asintiendo con la cabeza en dirección a Vegas.

Claro, traumatiza a mi amante una vez más porque eres demasiado cobarde para hacerlo tú mismo.

En lugar de expresar mis verdaderos sentimientos, miré a Vegas, que observaba a su primo.

Vegas asintió con la cabeza. Me preocupé. Hacía tiempo que Vegas no torturaba a nadie. Se había convertido en una persona diferente desde entonces. Ahora conocía el amor y el cuidado. No sólo me tenía a mí, sino que era padre, joder.

Acercándome a él, le limpié la sangre de la cara con la manga de la camisa mientras le susurraba: —¿Estás bien para hacer esto? No tienes que hacerlo. Yo puedo hacerlo.

Cogiéndome suavemente de las muñecas, Vegas se inclinó hacia delante y me besó la punta de la nariz.

—Estaré bien, amor. Pero te necesitaré más tarde.

—Lo que sea, lo que necesites. Me quedaré cerca.

—No, —negó con la cabeza. —No hace falta que mires.

—No te escondas de mí, Vegas. —le advertí. —Puedo soportarlo.

Le di un beso en los labios y él me rodeó la cintura con la mano, apretándome más contra él. Podía sentir su corazón martilleando en su pecho por la adrenalina. ¿O era el mío?

—Sé que les van las cosas raras, pero quizá lo dejemos para más tarde. —dijo Porsche, riendo.

Me aparté, haciendo un gesto grosero con la mano en dirección a Porsche, y seguí a Vegas a la habitación contigua, donde había dos hombres encadenados a sillas y sangrando profusamente.

The Devil's Boxer [VegasPete]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora