†OhmPerth†

276 11 21
                                    

Era Noche Buena. El último sábado antes de Navidad a las 4:40 y casi el final de la hora de la reconciliación, y también muy cerca de la última noche de una vida que idealistamente desperdicié hace veinte años.

La mayor parte de la congregación ha dejado de venir a confesarse por completo. Solo había tenido dos personas en las últimas dos horas. Estoy harto de escuchar las mismas confesiones de los mismos pecadores impenitentes. Mienten cuando dicen que lo sienten de verdad, y yo les concedo el perdón porque tengo que fingir que les creo.

No importa lo que haga con esta vida que he dedicado a alguien a quien nunca he visto, ya nada parece importarme. Me siento aislado de todos y, a veces, solo quiero extender la mano y abrazar a alguien sin motivo, a cualquiera en la congregación, y no dejarlo ir.

De repente se abre la mampara y es él, mi amigo, el Padre Perth, justo lo que necesitaba. Estoy al final de mi cuerda últimamente, estoy solo. Claro que tengo amigos, pero pasar todas las noches solo sin un cuerpo caliente para abrazar realmente está empezando a afectarme. Algunos de los otros sacerdotes que conozco tienen amantes, pero eso es arriesgado y no soy muy… extrovertido. El Padre Perth es uno de los fuertes, o al menos en todos los años que he sido su confesor nunca me ha indicado lo contrario.

Si no fuera un sacerdote, juraría que es un súcubo, ya que me ha violado en mis sueños muchas veces. Tiene el cuerpito como los dioses, perfectamente esculpido. A veces, incluso mirar la parte de atrás de sus hombros me pone cachondo. Ha sido un desafío ocultar mi atracción. Sus ojos celestes fue lo primero que me llamó la atención, estaban cubiertos con largas pestañas que dan la ilusión de rímel. Entonces noté sus lindas mejillas y sus labios carnosos. ¿Cómo alguien podría resistirse a él?, estaba más allá de mí. En el momento en que abrió la boca para hablar, mi polla saltó completamente erecta palpitando dolorosamente debajo de mi sotana.

Nunca me había masturbado antes de que apareciera esta musa, quince años y nunca en todo ese tiempo recurrí al amor propio. Dediqué mi vida a esta vocación, llenando cada momento con el servicio o el estudio, sin dejarme tener nunca el tiempo suficiente para pensar en tales distracciones.

Luego, hace cinco años, me presentaron a este ángel hecho hombre y he sido su confesor desde entonces. Rápidamente nos hicimos amigos, pero cada vez que él está en la habitación, trato de sentarme de manera correcta y esconder mi erección debajo de la mesa. Cuando nos abrazamos evito presionarme contra él. Si fuera más fuerte, le habría pedido que buscara otro confesor hace tiempo, y le diría que ya no podía ser su amigo, pero su sola presencia en mi vida hizo saltar mi corazón, mis entrañas y me encontré luchando en contra de mis deseos, teniendo que ignorar las imágenes borrosas que al azar aparecían en mi cabeza. No me atrevía a fantasear, a ver completamente su rostro e imaginar su hermoso cuerpo descubierto en mi mente. Era demasiado doloroso.

Si fueran más sabios, o si supieran de mi debilidad por los hombres hermosos, nunca me hubieran presentado al Padre Perth. Pero, de nuevo, hay tantos de nosotros que dudo que hubieran podido encontrar un sacerdote completamente heterosexual, indiferente a su belleza y los años sin una mujer en la que pudieran confiar en sus vidas.

Todos tenemos suerte de que este hombre sea tan fuerte. En todos los años que hemos sido amigos me había confiado numerosas atracciones tanto de hombres como de mujeres y me pidió que rezara para que se mantuviera fuerte. Así que he estado de rodillas pidiéndole a Dios algo que realmente no quería, pero ansiaba querer para él.

—Bendíceme Padre, porque he pecado… — Su tono sumiso, me atrapa cada vez. Su voz nunca es rancia y siempre trata la confesión como el sacramento que se supone que debe ser. Aprieto los puños a los costados y lucho por mantener la cara seria. —Yo… esto es tan difícil…

ßεηdíςεmε Ƥαdrε ᴳʰᵒˢᵗ ˢʰⁱᵖDonde viven las historias. Descúbrelo ahora