Máscara de niña

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Una espesa lágrima recorrió mi mejilla para ir a parar en mi camiseta azul. Mis manos ya cansadas de agarrar ese cuchillo se derrumbaron y un suave tintineo se escucho cuando el cuchillo cayó al suelo.

No quería levantarme, no quería afrontar el mundo. Mi único deseo era volver atrás, cuando aún no sabía lo que era asesinar a alguien, esos tiempos donde el mayor problema que podía tener era enfadarme con mis amigas.
Pero me era imposible volver al pasado.

Aunque una parte de mí le gustaba la persona en la que me había convertido.
Más fuerte, más decidida, ya no era la niña que le temía a la oscuridad. Ahora, yo era la oscuridad de la que debían temer.

Esos últimos pensamientos me animaron a levantarme y recoger el cuchillo.

Iba a acabar lo que había comenzado, y nadie me pararía.

A paso rápido me dirigí a la sala donde se encontraba mi próxima víctima.

Llegado al umbral, me paré unos segundos para luego irrumpir en la sala.

En ella un hombre, que apenas si llegaba a los cuarenta años, me miró con sus ojos verdes, sorprendido.

El pelo lo llevaba por los hombros y lo tenía de un marrón clarito que me hacía recordar el chocolate.
Llevaba unos pantalones desgastados y una camiseta verde esmeralda.

Me acerqué a él, con cara inocente y los brazos detrás de la espalda, cosa que me hacía parecer más dulce.
Pero detrás de esa máscara una mente psicópata se escondía.

Cuando estuvo a unos cuantos pasos de mí, salté hacía él, lista para acabar con su vida.

Antes de que pudiera reaccionar, se encontraba en el suelo con el cuchillo clavado en el pecho. Me acerqué a su cadáver, sus ojos reflejaban duda y miedo.

Preguntándose seguramente como una niña de diez años podía haber acabado con la vida de una persona.

Si tan solo supiera la de asesinatos que había cometido...

Historias PsicópatasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora