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Cuando Alicent se enteró de la cercanía entre Aemond y Valyra pensó que comprometerlos sería una opción para un futuro, pero cuando se lo comentó a su enfermo marido, él dijo que esta tarea era una de Daemon Targaryen, era su hija.

Cuando descubrieron que Valyra estaba siendo enseñada a pelear por Aegon sin embargo, todo se tornó turbio.

Alicent no quería que la chica supiera de espadas. Era una mujer, tenía que ser una dama. La habían traído aquí para que fuese la dama de Helaena, no una soldado.

Era una noche de cena cuando Alicent expuso a Aegon ante su marido.

— Parece ser que Aegon ahora ha adquirido otros pasatiempos.

Lo cual agradecía, pues a la próxima que viera borracho a su hijo de nuevo no sabía que haría. Se mantenía a raya, cuerdo, más o menos.

— ¿Ah sí?

Pero Viserys estaba muy ausente. La enfermedad y sus intereses propios le hacían no sentir interés real por lo que ocurría con sus hijos, le daba prácticamente igual.

— Entrenar a Valyra con la espada.

Toda la mesa se tornó silente. La joven muchacha en cuestión miró con fijeza a Alicent, luego sonrió.

— O ir a Pozo Dragón a escondidas.

Lo que Viserys pensó de inmediato fue que sin duda, aquella chica era hija de su hermano.

— Lo siento si le ha molestado, Reina—empezó a hablar— Pero soy una bastarda.

— ¿Eso qué tiene que ver? —preguntó ahora Alicent.

— Que no veo por qué debería de no entrenar, o de montar en mi dragón. Ser un jinete es lo mejor que le puede pasar a un Targaryen. Mi padre es jinete, ha luchado para la corona en más de una ocasión. Yo, yo no me casaré con un príncipe. No seré esposa que dará hijos. Soy una bastarda, eso sería mal visto por los Lores de Poniente. Lo tengo muy claro, no voy a vivir en un cuento de hadas que no me haga ver mi realidad. Por eso nunca se contempló que fuese prometida de Aegon, por eso aunque sea cercana de Aemond, seré su mujer. Siempre seré una bastarda, está en mi sangre.

Alicent se había quedado callada, buscando auxilio en Viserys quién ni siquiera se había mantenido concentrado en lo que la otra decía.

— Por eso pido permiso oficial para ser entrenada y para montar en Silver Wing. Lo siento, tuve que haberlo hecho antes pero no quería decepcionarla, Reina. Siempre me trató bien y me vio con buenos ojos, quería ser lo que tú querías pero al final del día, soy una bastarda.

— Es bueno que algunos lo tengan tan claro—comentó Aegon con gracia.

— Deja a la niña hacer lo que quiera, Alicent. Es joven. Los jinetes de dragón son valiosos para este reino. Y tiene razón, siempre será una bastarda de mi hermano, una abandonada—Viserys al fin habló, pero luego procedió a toser con violencia dando por finalizada la cena.

Así es como oficialmente comenzaron a entrenarla, Criston Cole en cuestión, aunque Alicent no le volvió a hablar de buena manera jamás.

Seis meses después ocurrió lo que nadie se esperaba, Laena Velaryon murió. Montados en sus dragones, con Aemond detrás de Valyra a lomos de Silver Wing, todos se dirigieron hacia Marcaderiva.

Cuando Daemon Targaryen vio a su hija de 13 años ser prácticamente una joven belleza, su mundo se cayó por los suelos. Era jinete de dragón y además portaba una espada en su costado. Su vestido no era de una princesa sino uno largo y suelto, con un corsé-armadura. Su cabello en una trenza larga y baja hacia atrás, su mirada fría.

Valyra, la bastarda de Daemon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora