Valyra, la bastarda de Daemon.

4

Tres meses después se supo del embarazo de Valyra. Daemon estaba hecho una maldita furia cuando ella le contó que el padre era Aemond.

— ¿Con él? ¡Él!

Rhaenyra le tuvo que mantener calmado mientras Daemon caminaba nerviosamente por el suelo de aquella sala de reuniones.

— Lo hecho, hecho está. Pediremos que Aemond vuele hasta aquí y se casen. Mi padre no podrá negarse.

Y así fue, sin embargo cuando volaron a Desembarco del Rey había un mayor problema, uno que incluía la desaparición de Helaena, Aegon y sus hijos.

Alicent y Otto estaban totalmente atados de brazos. Nadie jamás aceptaría a Aemond como futuro Rey. Los negros habían ganado el juego que aún siquiera había empezado.

La boda se celebró en Desembarco del Rey. Acudieron toda la familia de ambas partes, inclusive llegó Daeron.

La mano de Aemond en ningún momento soltó la de Valyra. La veía como quién miraba un tesoro, ambos habían conseguido frenar una guerra civil y todo su plan iba perfecto.

Esa guerra la ganaron los hijos de los verdes y negros, no los mayores.

Se quedaron en Desembarco del Rey donde poco después murió Viserys y Rhaenyra fue nombrada reina, con Jacaerys como su heredero.

Aemond pidió Roca Dragón, que la joven reina le entregó gustosa, con la aprobación del Rey Consorte que desde luego que no deseaba tener a los Verdes en Desembarco del Rey.

Poco después de mudarse a Roca Dragón, volvieron Helaena y Aegon junto con sus hijos. Alicent por un momento se sintió al fin feliz. Sus hijos estaban bien, los cuatro con ella. Otto fue consumido por el alcohol, no poder superar la perdida le hizo volverse un simple mueble más del castillo. Demente, comenzó a olvidarlo todo.

Aemond estaba tumbado en el césped de las afueras de Roca Dragón. Tenía a Valyra a su lado, en cuyo vientre inflado ahora estaba su mano. La acariciaba con ternura, dejaba besos en sus mejillas y le contaba alguna historia de ellos de jóvenes, en aquel tiempo en el que no estuvo ella.

— Me gusta cuando sonries—dijo ella contenta.

Últimamente Aemond estaba tranquilo y sonriente. Era alegre, estaba genuinamente feliz y eso le llenaba a ella el pecho de alegría.

Por otro lado, Aegon había dejado de beber, haber abandonado aquel tóxico ambiente y haber tenido que encargarse de su familia le sentó tan bien que pronto se volvió un hombre responsable. El amigo inseparable de la bastarda.

Cuando aquel bebé nació, le llamaron Aemon Targaryen, quién pronto fue comprometido con la hija de Lucerys y Rhaena Velaryon.

Roca Dragón se volvió un lugar próspero, tenía el control de los Peldaños lo cual la hizo crecer como lugar de interés. Más personas llegaron, más aldeas al lado de la costa se formaron.

El primer hijo de Daemon y Rhaenyra fue comprometido con Jaehaera Targaryen, la cual fue llevada a Desembarco del Rey. Por otro lado, la segunda hija se Aemond y Valyra fue comprometida con el heredero de Jacaerys, Daemon Targaryen, aunque para aquel casamiento quedaba aún una larga vida por delante.

Cómo lo habían planeado, Aemond y Valyra dejaron de tener hijos. Inclusive el primero pidió una operación específica para hacerlo infértil, no se querían someter al cuidado de más niños, pese a que Helaena estaba encantada de tener el castillo lleno de ellos. Alicent también, fue una abuela feliz.

Otro día más como cualquiera, tres años después de la coronación de Rhaenyra.

El joven matrimonio estaba entrenando en el campo, ambos con espadas, sonriéndose y maldiciéndose por partes iguales, pues aún a día de hoy, ninguno de los dos era capaz de ganar al otro. Eran siempre empates que acababan en insultos susureados entre besos, en sonrisas y noches alocadas.

Pronto Rhaena recibió como regalo de Valyra un huevo lila de Silver Wing, quién había encontrado el cariño en Sunfyre. Los dos huevos restantes fueron para sus dos hijos, Aemon y Aerea.

La danza de dragones nunca se dio, al menos no de forma violenta. Los reinos se mantuvieron en paz durante mucho tiempo.