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Baela y Rhaena eran buenas chicas, lo descubrió cuando ambas fueron a pedirle perdón por lo que ocurrió. Eran princesas, eran educadas pese a que Baela se veía como la más decidida. Otra jinete de dragón, era la copia de su madre. Rhaena era más tranquila, además de que ahora que veía tener a un dragón como algo imposible, se había vuelto la sombra de Baela.

La primera conversación que Daemon tuvo a solas con su hija bastarda fue en el campo de entrenamiento. Él con una espada, ella con otra. La retó a un duelo, en el que pudo ver que estaba aprendiendo a luchar, pero era mala.
Sintió curiosidad.

— ¿Cómo conseguiste convencerlos de que te entrenasen?

— Dije que soy una bastarda y que jamás me casaré con un príncipe. Que soy una jinete y puedo hacer lo que me dé la gana porque no va a intervenir en la Corona, solo la beneficiará. El Rey lo aprobó. Luché por mis derechos, sola.

— Dejarte ahí fue lo mejor para ti.

— Para ti—le corrigió ella.

— Se acercan tiempos turbios. Es mejor que estés a mi lado.

— Me entrenarás, padre.

— Sí.

Al día siguiente murió Laenor Velaryon y en ese mismo día, todos se fueron a Roca Dragón donde Daemon se casó con Rhaenyra.

Solo Valyra pudo ver de lejos y con ojos objetivos aquella unión, en la que las pobres hijas de Daemon tuvieron que ver a su padre casarse al poco tiempo se haber perdido a su madre, mismo que ocurrió con los hijos bastardos de Rhaenyra. Aquella unión no iba a ser aprobada, traería más problemas que ventajas.

La vida en Roca Dragón fue sin embargo tranquila. Los Negros fueron buenos con ella desde el comienzo, inclusive Rhaenyra a quien pensó que se trataría de una ramera estúpida como Alicent la describió muchas veces.

Fue entrenada a la par que Jacaerys y Lucerys, aunque pronto se volvió la mejor de los tres. Una guerrera tenebrosa, era la pequeña copia de Daemon tanto en carácter, modales como en su forma de luchar.

Con quien más cercana se volvió ella fue con Rhaena. Pareciera ser que tenía una debilidad por las personas que carecían de dragones. La consoló, animó a Daemon de que fuera a buscarle un dragón con el que pudiera simpatizar. Vermintoth sin embargo nunca quiso, mucho menos los demás dragones salvajes que ahí había. Sencillamente, Rhaena no consiguió unirse a ningún dragón por mucho que lo intentó.

Un día mientras ambas estaban a lomos de Silver Wing, Valyra le dijo algo a Rhaena que recordaría toda su vida, la muestra más grande de amistad que pudo tener.

— Hazte muy amiga de Silver Wing. Si algún día me muero, será tuya. Si vuelve a tener huevos, serán huevos con afinación hacia ti. Mi hermana tendrá su dragón, lo prometo.

Cuando bajaron de aquella salida, fue ambas de la mano cogiéndose y sonriendo en conjunto. Daemon vio aquella escena con una ínfima sonrisa. Si hubiera cogidode niña a Valyra tal vez habría podido criarla junto con las mellizas.

Suspiró con pesar y sencillamente se aproximó a ambas, a las cuales abrazó y alzó un poco. Esto para la joven bastarda se hacía raro, pero no por ello dejaba de sentirlo bueno. No le había perdonado aún, pero tampoco se haría la dura y rechazaría el cariño de su padre cuando siempre lo anheló.

Los años pasaban y Valyra iba creciendo bien. Se había vuelto una joven mujer luchadora. Su cabello largo ahora era corto y por los hombros. Su mirada audaz, característica de su madre de ojos rojos. Utilizaba maquillaje negro que los hacían ver incluso más tenebrosos. Fue apodada la "Rata" Targaryen poco después, cuando luchó en la primera guerra contra los peldaños y salieron ganando.

Valyra, la bastarda de Daemon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora