4| Verminofobia

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Como Roy dijo me recogió a las 9:00a.m. pero como nunca prometo puntualidad lo invite a tener un segundo desayuno y salimos a las 10:00 a.m. empezamos nuestro mini viaje; él prefiere trotar para hacer cardio y yo la bicicleta para ahorrarme el transporte, es la única razón, aparte escojo mi velocidad. No he terminado de frenar frente a una gran casa pintada de lila y blanco y ya me estoy arrepintiendo de estar acá.

—¡Genial! de todas las personas en el mundo, él —susurra Roy en mi oído.
Bajo de la bicicleta y la recuesto en un poste, cuando lo que debía hacer todo lo contrario y salir rodando al infinito y más allá.

Como si lo hubiésemos invocado con la mirada, me ve y sonríe de oreja a oreja —¿Cass? ¿Cuánto tiempo sin vernos? —se empieza a aproximar a nosotros y yo estoy deseando mi propia muerte.

—Hola Francisco —saludo con cordialidad, veo que se aproxima y esquivo el que me abrazo o saludo de beso. Alguien sáqueme de esta incómoda situación.

—Lo siento, creí que estábamos bien —se disculpa y retrocede un poco.
—Hola Roy, es bueno verte.

—Lo mismo digo Karpan, —chocan los puños— se te ve genial la barba —halaga mi amigo y lo miro un poco mal, lo peor es que Roy tenía razón, honestamente le sienta bien.

—Estamos bien, solo... —no me toques, ni actúes como si fuéramos amigos porque no es así— Mantén distancia, tú sabes, virus.

—Claro, no sabía que tenías verminofobia —ríe nervioso y se balancea en sus pies.

No, tengo francisfobia, cuando se me aparece uno me dan ganas de llorar, salir corriendo y así.

—Si, empeora con el tiempo —empieza Roy a seguirme el juego—, y eso que no la has visto, lleva guantes a todo lado, hoy se los quitó porque la obligue, estoy ayudando a que lo supere —improvisa el condenado.

—¿Y por eso la trajiste a una venta para que toque cosas sucias y usadas? —deduce Francisco.

—Exacto —dice un Roy muy serio y preocupado.

—Si, deberíamos ir a ver cosas —señalo, tratando de zafarme de Francisco.

—No hay tiempo que perder.
Roy y me toma por los hombros para hacerme caminar.

—Bueno, adiós adiós Fran.

—Adiós, adiós Cass ¿te puedo escribir más tarde? —se despide y camina lejos de la casa, supongo que nada le gustó porque lleva las manos vacías.

—Adiós —alzo la mano y doy una eufórica despedida.

—¿Ya le avisaste que cambiaste tu número? —me suelta y se pone enfrente— ¿Le digo que lo actualice? le va a escribir a tu abuela y quien sabe qué.

—No y no, dejemos que lo descubra con el tiempo —doy la vuelta y camino delante.

En caso de no ser mencionado, Francisco Karpan es mi ex, no es que sea toda una tragedia griega lo que pasó entre nosotros, pero tampoco es mi persona favorita y menos para encontrarlo así como así, es 2 años mayor que yo y por suerte ya no está en la misma escuela, supongo que está aplicando a universidades o que se yo, rompiendo corazones por ahí.

—Seguro.

Miramos a nuestro alrededor y la verdad es que tardamos en venir, quedan pocas baratijas y algunas están en mal estado, Roy coge cosas, inspecciona y las deja donde estaban, le gusta el orden, yo trato de hacer lo mismo, sé que la persona que medio organizó quiere sus cosas como las puso. Seguimos mirando, pero es de lo más raro, no hay nadie pendiente de los objetos, alguien podría robar algo, ese alguien soy yo, ¿y si tomo algo y los guardo entre los pantalones o la blusa? examino en los techos y esquinas, no hay señal de cámaras.

El desastre de tu magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora