Capitulo 1

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Hoy había sido una noche, que al igual que las anteriores, habías recibido a ese hombre en tu casa y en tu cama.

Aún era un poco extraño el explicar como habían llegado a ese punto, más si se toma en cuenta que a simple vista no hay mucho en común entre un hombre como él, quien ha vivido inumerables misiones por todo el mundo, siempre arriesgando su vida y tomando la de otros. Todo en pos de mantener la paz para el resto del mundo, para gente como tú.

Como tú, una mujer con una vida ordinaria.

Tú no tenías misiones, tú vida no peligraba más allá de no sufrir un asalto o un atropello al cruzar la calle. El mundo no dependía de ti, podías faltar a la oficina cualquier día y no pasaría absolutamente nada.

Pero quizá por eso mismo es que habían congeniado tan bien.

Nunca hacías preguntas de su trabajo, estaba claro que ese tema estaba más allá de tus límites. Y ciertamente él tampoco se veía muy interesado en tocar ese tema.

No, él prefería aprovechar el tiempo contigo de otras maneras.

Las palabras no eran lo suyo, eso quedó claro muy pronto.

Por eso su rutina consistía en el apareciendo por las noches en la puerta de tu casa, tocando un par de veces, sin hacer mucho ruido, pero con firmeza.

Y ahí estarías tú. Abrirías la puerta y verías a ese hombre de presencia intimidante, era notablemente más alto que tú, portando una chaqueta de su trabajo, acompañado de esos pantalones tipo cargo, manos con esos guantes negros con diseño de huesos  y botas tácticas. Y lo más característico de él, su máscara con forma de la parte superior de un craneo.

No se dirían nada.

Le permitirás pasar y cerrarías la puerta detrás de él. Una vez dentro lo seguirías hasta tu sala en donde él tomaría asiento en uno de los sillones, se dejaría caer cansado y por unos momentos dejaría caer su cabeza hacia  atrás mientras cierra sus ojos.

El siempre lucía tan cansado.

Sin esperar ningún tipo de invitación te acercarías y te sentarías a horcajadas sobre él.

Con tus manos comenzarías el recorrido por su buen trabajado cuerpo, comenzando por su cuello, al cual tendrías acceso al bajar el cierre de esa chaqueta.

Procurabas dejar en tu recorrido por esa zona delicados besos, siempre procurando no levantar demasiado esa máscara. Al poco tiempo esa chaqueta estaría tirada en alguna parte de tu sala, mientras te dedicabas a deshacerte de la siguiente, una playera que se ajustaba perfectamente a su pecho y abdomen.

Adorabas el contacto con su piel, a pesar de ser un hombre de apariencia fría su cuerpo era todo lo contrario. Su piel era tan cálida.

Jamás fue un problema para ti todas esas cicatrices. Algunas nuevas y otras muy antiguas, no importaban, eran parte de él y tú lo encontrabas perfecto.

Sabias que podías seguir con tu labor al no recibir ninguna negativa por parte de ese hombre, no te había detenido antes asi que no esperabas que lo hiciera en esta ocasión.

Los gemidos roncos que dejaba escapar ocasionalmente eran tu señal de estar haciendo bien tu trabajo. Generarle placer era satisfactorio para ti.

Y como era de esperarse, el era alguien a quien podía considerarle dominante. Una vez que él se sentía listo, sus manos se ponía en acción sobre tu cuerpo.

Podías sentirlas sobre tus piernas, colocándose debajo de tu pijama que solo consistía en una playera algo holgada que solo llegaba a la mitad de tus muslos.

En algún punto se habrá deshecho de sus guantes, y podrás sentir ese toque áspero pero tan agradable.

Lentamente subiendo desde tus piernas hasta tus caderas, las cuales sujetaría con firmeza a la vez que podías sentir como un bulto crecía en su entrepierna y comenzaría un movimiento con sus caderas, frotándose contra ti.

En menos de un segundo tu pijama habría desaparecido, dejando totalmente expuestos tus pechos ante el, ya que no utilizabas un sostén en ese momento. Eso facilitaba su trabajo, tenía libre acceso, ahora sus manos estaban ocupadas masajeando tus pechos, deteniéndose por momentos en tus pezones, provocándote más de un gemido en el proceso.

Pronto el resto de su ropa sería un estorbo, por lo que decidió que era momento de ir a un lugar más cómodo.

Se levantó de ese sillón contigo encima, te sujetaste con fuerza de su cuello rodeándolo con tus brazos, mientas que tus piernas se cerraban sobre sus caderas.

No te consideras especialmente delgada o liviana, y aunque  el nunca hizo algún comentario negativo sobre tu cuerpo, también podías estar segura que para alguien con su musculatura cargar con alguien como tú no le era ningún problema.

El camino a la habitación fue rápido.

Tan pronto te depósito en la cama, se deshizo del resto de su ropa, excepto de su máscara. Volvió a ti, sus manos recorrieron cada parte de tu cuerpo desnudo. Te hacía sentir tan deseada.

Sus manos eran expertas en el manejo de todo tipo de armas, explosivos, e incluso en pelea cuerpo a cuerpo. Y ahora tú querías agregar a la lista su habilidad para provocarte tanto placer.

Podías ver en su mirada cómo disfrutaba el hacerte temblar con su toque.

Ese toque llegó a tu entrada, primero uno, luego dos y después un tercer dedo. Estaba asegurándose que estuvieras lista para recibirlo. Tu humedad era una clara señal de que lo estabas y el lo noto enseguida.

Se tomó su tiempo y se acomodó entre tus piernas, tomó su miembro ya erecto y en una especie de juego tortuosos, comenzó a frotarlo con tu entrada.

No solo era un hombre grande en estatura, todo era proporcional. La primera vez fue algo doloroso, lo recordabas muy bien. Pero ahora era todo muy diferente, ahora lo disfrutabas y lo deseabas tanto.

Al sentirlo entrar no pudiste dejar escapar un gemido en una mezcla de placer y ligero dolor. Pero pronto todo se volvió una ola de sensaciones llenas de placer.
Sus embestidas eran con fuerza, siendo el reflejo de su deseo por ti, pero sin llegar a lastimarte.
Tus pechos rebotaban en cada movimiento, deleitándolo con esa vista, mientas que sus manos sujetaban tus caderas para profundizar en ti.

Tú no te contenías y tampoco es que pudieras hacerlo, la habitación se llenaba con tus gemidos y ocasionalmente con los suyos.

Tampoco se limitaban a una sola posición, cada cuánto te cambiaba y tú te dejabas ser por él. No importaba el cómo, solo querían disfrutar del momento.

Pronto sentirías el clímax, con tu cuerpo comenzando a temblar, la fuerza en tus piernas se iría, y una corriente eléctrica se sentiría por todo tu cuerpo mientas podías sentir como aquel hombre llenaba tu interior con su semilla.

Ambos permanecerían acostados en aquella cama, tú sobre su pecho, abrazándolo, mientras sientes como una de sus manos está jugando con uno de los mechones de tu cabello.

No dirían nada, como tampoco lo hicieron la ocasión anterior y como tampoco lo harían en la siguiente.

Solamente se quedaron así hasta que el sueño te alcanzó.

Lo siguiente que escuchaste fue tu alarma sonando, ya era de levantarse para ir a tu trabajo.

Te levantaste y notaste cómo te encontrabas sola en aquella cama, solo cubierta por una sábana blanca. No había rastros de él.

El sol estaba por salir, y como un fantasma, desapareció antes del amanecer.

Ghost...- pronunciaste como un suspiro su nombre o lo que tú conocías como su nombre.

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