La cena.

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El gran comedor estaba tan deslumbrante como siempre. Los pilares y muros que habían caído durante la batalla final contra Voldemort habían sido restaurados y se erguían frente a ellos casi como si la terrible guerra no hubiera dejado su huella en cada esquina. Casi.

Las velas y estandartes flotaban sobre su cabeza y el enorme banquete desprendía un delicioso aroma, pero Harry no podía sentirse del todo tranquilo y a juzgar por las expresiones de los demás, no era el único.

Las mesas se llenaban lentamente con estudiantes cautelosos que murmuraban cosas que Harry no podía distinguir y que tampoco le importaban mucho. Había desarrollado una especie de inmunidad a los rumores desde que casi siempre eran sobre él.

Atravesaron la enorme puerta de madera y Hermione los guío hasta la mesa de Gryffindor, Harry supuso que lo hizo por costumbre, pero para su sorpresa, había chicos de Ravenclaw y Hufflepuff también. Charlaban entre ellos como si así hubiera sido siempre. Fue la primera vez en siete años que Harry vio algo igual, pero también era cierto que durante séptimo año no asistió a clases y cualquier cosa podría haber pasado.

Como no había ningún Slytherin cerca, Harry miró en dirección a su mesa solo por curiosidad. Estaba considerablemente vacía y únicamente habitada por los miembros de su casa. Harry sabía por Kingsley que los Slytherin que pudieron, se marcharon a Durmstrang después de demostrar su inocencia y los que no, habían regresado a Hogwarts en condiciones muy diferentes a las de Harry.

Los juicios habían sido duros. El ministerio no tuvo piedad con nadie, ni si quiera los menores de edad, pero fue justo. Exoneró y castigó a quién lo merecía con base en pruebas, testimonios y poción de la verdad en los casos donde las cosas eran especialmente complicadas, como con los Malfoy, quienes, a excepción de Lucius, habían salido bien librados.

Inconscientemente (o tal vez no), Harry buscó la cabellera platinada de Draco entre la multitud. Con tan pocos miembros de Slytherin la tarea debía ser fácil, pero no lo halló por ningún lado. Parkinson y Zabini estaban allí, pero ninguno de los dos parecía especialmente perturbado por su ausencia. De hecho, parecían más bien abstraídos.

Harry tomó lugar en un asiento con perfecta visión a la mesa de Slytherin, pero cuando no quedó ni un alumno de pie en todo el salón, supuso que Malfoy simplemente se saltaría la cena. Tal vez estaba cansado por el viaje... Tal vez se estaba escondiendo.

La ceremonia del sombrero comenzó sin inconvenientes. Nadie se había estrellado en el sauce boxeador, ni se perdió en el bosque prohibido. Lo que en sí era extraño, pero Harry suponía que solo era cuestión de tiempo para que se acostumbrara a su nueva normalidad.

Si alguien además de Harry notó que ese año no había muchos Slytherin, no dijo nada. El sombrero había pasado más tiempo que de costumbre hablando con los de nuevo ingreso. Harry supuso que no sería fácil convencerlos de ir a una casa a la que no querían ir, aunque fuera lo mejor. Harry no iba a juzgarlos, no cuando había pedido explícitamente no ir a Slytherin cuando ingresó.

—¿Puedo tener un momento su atención? —preguntó la directora McGonagall y no era que realmente necesitara que el salón guardara silencio, porque nadie estaba hablando mucho.

«Me gustaría comenzar agradeciendo a todos su presencia. Sé que para muchos de ustedes no fue fácil tomar esta decisión, pero significa mucho para mí y para Hogwarts que estén de vuelta. Este, sin duda, es el primer paso para retomar nuestras vidas que por meses estuvieron en pausa.

Olvidar no será sencillo, pero me gustaría que aprovechemos este año para conocernos una vez más y unirnos como lo que somos; familia. Que los colores de sus corbatas y los escudos en sus túnicas no los dividan a menos que hablemos de quidditch.

Deseo que este nuevo año sea para cada uno ustedes, inolvidable y esté lleno divertidas experiencias. Hagan más amigos y aprendan cosas nuevas. Recibamos a los primeros años con alegría y despidamos a los últimos años con honores. Hagamos nuevos y buenos recuerdos.

Sin más, disfruten de su estadía en Hogwarts. Buen provecho».

Nadie agregó nada más, pero los aplausos dijeron todo lo que se tenía que decir. De repente, parecía que todos tenían un poco más de hambre y ganas de charlar.

—¿A dónde vas? —preguntó Ron cuando Hermione se puso de pie con su plato en la mano.

—Con Pansy —respondió con simpleza.

—¿Parkinson?

—Debe estarla pasando mal, no hay muchas chicas en Slytherin este año —explicó.

—¿Quieres que te acompañe?

—No va a pasarme nada —aclaró entendiendo las intenciones de Ron— Nos vemos más tarde en la sala común. No olviden que los dormitorios de los de octavo están en la torre del reloj y si no recuerdan la contraseña, la escribí en la etiqueta de sus camisas.

—¿Y cómo voy a leerla allí? —preguntó Ron, pero Hermione ya estaba lo suficientemente lejos como para escuchar—. A veces siento que estoy saliendo con mi madre —le dijo a Harry.

Un Hufflepuff que estaba a la derecha de Ron lo miró y luego se apartó unos centímetros.

—Ese es su encanto —respondió Harry divertido—. No sé qué haríamos sin ella.

—Lo averiguaremos ahora que aparentemente tiene una mejor amiga.

—Suena como si estuvieras celoso.

Estoy celoso. Pansy es linda y seguramente más inteligente que yo.

—Bueno, eso no es tan difícil.

—¿Eres mi mejor amigo o no? —Harry sonrió y Ron lo imitó—. De acuerdo, te perdono, pero sólo porque te reíste.

—Lo dices como si no lo hiciera.

—Últimamente no mucho, pero por eso estamos aquí, ¿no?

Harry asintió.

—Aquí me siento como en casa —confesó.

Pero aún siento que falta algo.

Lights in the suaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora