Primera noche.

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El sonido del viento entre los árboles del bosque prohibido y la intensa luz de luna lo mantenían despierto.

Harry giró sobre su costado y suspiró. No había tenido tantos problemas para dormir desde que paso sus noches acampando en las tierras altas de escocia huyendo de Voldemort. Pero era normal, la guerra estaba en su apogeo y el invierno en el bosque era crudo. Allí en Hogwarts, era todo lo contrario. Su habitación era cálida y además de los ronquidos de Ron era silencioso.

Tal vez ese era el problema.

Harry se levantó de la cama, con cuidado de no despertar a nadie. Compartía habitación con Ron y otros tres chicos que apenas conocía y que pertenecían a otras casas. La habitación improvisada en la torre que durante años estuvo vacía apenas era lo suficientemente grande para los cinco, pero nadie se quejó.

Todos los octavo año, como llamaban a los que no habían podido cursar séptimo por la guerra, debían dormir allí por falta de espacio. Una solución emergente, pero no incómoda, nadie parecía incómodo, incluso si los Slytherin se habían incluido en su habitación nada más terminar la cena.

Accidentalmente, Harry pisó la cola de un gato que no vio por la mezcla de la oscuridad y su miopía. Quiso disculparse con él, pero el animal siseó y se alejó gruñendo, haciendo más ruido del que le hubiera gustado, ganándose el desprecio de sus somnolientos compañeros y un par de rasguños en el tobillo.

Harry salió de la habitación sin discreción, vistiendo únicamente su pijama y la capa de invisibilidad que su padre le había dejado alguna vez. Una mala costumbre que no había podido superar, suponía. Nadie iba a regañarlo si merodeaba por allí, ya no.

El frío del ambiente se colaba a través de sus pantuflas, congelándole la espina dorsal. Aún así, no volvió por un suéter. Usó su varita para calentarse —otro de los trucos que había aprendido al vivir a la intemperie— y bajó las escaleras, hasta el vestíbulo de los dormitorios mixtos.

La chimenea aún estaba encendida, pero no había nadie cerca. A diferencia de la sala común de Gryffindor, ésta estaba tan ordenada que lucía un poco extraño. La ventaja de que no hubiera niños, ni adolescentes, suponía. Tampoco es que ellos fueran tan maduros, pero la guerra endurecía incluso a los más fuertes.

Harry atravesó la puerta de madera y salió al pasillo principal apenas iluminado por antorchas. El viento frío corría a lo largo, extendiéndose desde la ventana. El suelo de piedra emanaba esa misma frialdad a pesar de ser verano.

Sin un rumbo fijo, los pies de Harry lo llevaron hasta el patio del ala sur. Harry se sorprendió de lo poco que conocía esa parte del castillo. El pozo y las estatuas lucían tan ajenas que le parecía un lugar completamente diferente. Tal vez nunca había pasado por allí o simplemente no había prestado atención. Una lástima porque se sentía tan... tranquilo.

Harry caminó sobre el césped, de nuevo sin un rumbo fijo. La hierva crujía bajo sus pasos las hojas de los árboles silbaban y, de pronto, ya no se sentía tan frío.

—¿No deberías estar durmiendo? —preguntó la conocida voz de Draco Malfoy.

Harry miró en su dirección. Estaba sentado bajo un sauce que parecía muy viejo. Sus hojas caían por la gravedad y se balanceaban por el viento. Estaban tan verdes a la luz de las luciérnagas que parecían de fantasía. Cobijaban a Malfoy como si fuera parte de su naturaleza.

—Viniste

—Lo dices como si fuera una sorpresa.

—No estabas en el banquete.

—No tenía hambre.

—Tampoco escribiste.

Silencio. La mirada de Draco le dijo que sabía a lo que se refería pero no comentó nada al respecto. Harry le miró acomodarse sobre su lugar en el suelo. La hierva y la tierra le mancharían los pantalones, pero no parecía importarle.

Draco se había vuelto mucho más relajado sin su padre cerca. Sus zapatos estaba llenos de barro y su cabello estaba despeinado, probablemente por el viento. No tenía puesta su corbata y además de su túnica, no llevaba nada que lo abrigara.

—¿No tienes frío? —Draco preguntó y sólo entonces Harry se percató de que lo estaba mirando demasiado.

—No mucho, ¿qué hay de ti?

—No, nada.

Silencio.

—¿Qué haces aquí? —le pregunta, porque no tiene nada más que decir.

—Aquí es tranquilo... era.

Harry frunce el ceño, pero su semblante se suaviza cuando Draco le sonríe o se ría de él, no lo sabe con exactitud. Sólo sabe que le hace sentir tranquilo

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2023 ⏰

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