Así que sí, Theo no podía aparentar felicidad cuando lo único que quería era aventarse por la ventana de su apartamento o, en especial, hundirse en su miserable vida y su tristeza.
También puede que el chico esté siendo un poco dramático o ermitaño...
Sólo otro oneshot de Boreo por San Valentín. Y sí, sé que ya pasó, pero eso no me detendrá a publicar esto.
Tomen en cuent lo siguiente:
- Esto pasa años después de que devolvieran el Jilguero. No me pregunten cuántos porque ni yo sé.- Todos están felices menos Theo, no hasta que llega Boris.-Theo lucha por mantenerse sobrio porque fue a rehabilitación. -Final abierto, pero se sobreentiendo que estarán felices.
-Smutt.
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Desde hace mucho tiempo las festividades eran un tema aburrido e insoportable para Theo, no le complacía fingir que todo estaba bien y tener que aguantar largas horas con una sonrisa forzada a la espera que el día acabará. No cuando el familiar dolor que invadía su cuerpo se acentuaba con más fuerza sobre su corazón. No podía seguir fingiendo cuando veía que todos estaban verdaderamente felices. Mucho menos cuando Pippa estaba con el idiota de su novio. Ni cuando Kitsey lucía un anillo de compromiso al lado de un orgulloso Tom Cabble. Sobre todo, no cuando Boris se encontraba al otro lado del océano festejando con cualquiera de sus muchas mujeres y amigos, dejándolo solo y añorando su presencia.
Así que sí, Theo no podía aparentar felicidad cuando lo único que quería era aventarse por la ventana de su apartamento o, en especial, hundirse en su miserable vida y su tristeza.
También puede que el chico esté siendo un poco dramático o ermitaño, inclusive un idiota. Sea lo que sea, no pueden culpar a Theo por no sentirse motivado a disfrutar un 14 de febrero.
Podía reírse de sí mismo. Se encontraba solo y eso era lo que más miedo tenía, quedarse con la soledad que lo atormentaba constantemente. Aún y cuando estaba con alguien se sentía solo, incomprendido, ahogado...
Malhumorado en la penumbra de su sala con la televisión prendida en un documental sobre el origen del universo comió sin ganas un rollo de sushi y bebió lentamente una cerveza.
Tenía una cena en la noche en la casa de los Barbour, él no pensaba ir, pero la señora Barbour había insistido tanto que no pudo negarse y sabía, por la mirada inquieta de Kitsey, que no era una buena idea rechazar la invitación. Y aunque tenía la seguridad que todo sería desastroso por su propia presencia y la de Tom, no podía sólo no ir.
Miró la hora, 4:30 p.m., tenía el tiempo suficiente para dormir un poco o beberse todo el paquete de cerveza que había comprado.
No, pensó. No voy a perder la sobriedad de seis meses.
Aburrido sacó un cigarro y lo encendió sin ánimos. Eso es lo único que unía a su versión adolescente/huérfano que se culpaba por la muerte de la única persona que parecía amarlo de verdad. No más pintura, no más estafas, no más alcohol que le nublaba los sentidos ni drogas que lo hacían sentir eufórico. No más nada. Ni siquiera Popper, ni Boris.
Ante los últimos pensamientos cerró los ojos con cansancio. La nostalgia le pegó fuerte, justo en su pecho. No sabía a quién extrañaba más: a su madre, a un perro blanco mal bañado o al chico que lo había acompañado en su adolescencia.
