I

492 39 69
                                    

Lo que sucedía tras vestidores solo podía ser definido mediante una corta y simple frase:  auténtico pandemonio, extraído directamente del averno para atormentar a los modelos que intentaban con todas sus fuerzas mantenerse firmes en su labor, mientras órdenes eran gritadas hacia cualesquiera que tuviera la desgracia de oír y en todas direcciones cual
proyectil en pleno campo de combate.

Él sentía esa emoción familiar en la boca del estómago mientras las manos volaban sobre su rostro con precisión.

Estaba nervioso. 

Y con justa razón,  este era uno de esos eventos que causaban el mayor impacto, también era completamente consciente del peso de la marca bajo la cual había sido contratado. Eso no lo ayudaba en absoluto,  al contrario aumentaba la presión que yacía sobre sus hombros. Él no estaba nervioso, ni asustado.  No. Él estaba aterrado.  Su primer y único error había sido hacía años antes, pero aún lo recordaba con claridad.

Un conjunto que colgaba de una percha fué dejado en sus manos, se espabiló, y se concentró en su próxima actuación, apartó de su pensamiento cualquier cosa que no fuera profesional y luego de cambiarse inhaló profundamente,  una… dos… tres veces.

Cuando desfiló por aquella pasarela con pasos firmes no vió a nada ni a nadie en particular,  podía pretender estar por encima de todos en ese momento,  con la mirada en un horizonte lejano, mientras las luces lo enfocaban, fueron solo un par de minutos, pero había sido suficiente. 


Él no había asistido por voluntad propia, había sido más una especie de chantaje vil de parte de su progenitor, si recordaba con exactitud sus palabras habían sido: "Has estado evadiendo tus responsabilidades con esas constantes distracciones tuyas, es hora de que hagas algo de utilidad". Claro, como si no tuviera suficiente trabajo ya, además esas distracciones como su padre les llamaba, no eran asunto suyo, no habían afectado su trabajo ni mucho menos mermado su rendimiento laboral, él no era ningún robot; tenía una vida, y fuera cual fuesen sus elecciones durante su tiempo libre, no eran incumbencia de nadie más que él mismo.

En lo que respectaba al enorme y vasto mundo de la moda, podía decirse que él era más bien un ignorante.
No estaba bien versado en aquel arte, por lo que se limitaba a mirar casi con desinterés a los modelos que se presentaban con distintos atuendos, muchos de los cuales le parecían más bien exagerados.

Hasta que lo vió, por supuesto que lo hizo, habría resultado imposible no notarlo…

Era hermoso, incluso más allá de las palabras, tanto que se perdió en aquel rostro altivo y distante. El cabello castaño peinado parcialmente hacia atrás,  con algunos suaves mechones castaños cayendo por su frente, tenía mejillas rellenas, unos ojos que parecían esconder su interior, y sus labios… rojizos, brillantes, de apariencia suave, y regordeta.

— Diablos… — Murmuró, observando al hombre que portaba en la parte superior una chaqueta con un cuello "v" en color azul, un pantalón verde olivo, un collar cuyas cuentas asemejaban caracolas aladas.
que descansaba cerca de un bonito lunar en su pecho.
— ¿Quién es ese chico? — Preguntó a su asistente sentado a su lado. — Está muy bueno… — Terminó por decir, olvidando por completo el sentido de la decencia y la compostura.

— Es Park Jimin, señor — Respondió
automáticamente el hombre. Y Yoongi prestó especial atención a la manera en que caminaba, con precisión, era rápido y confiado, había… algo a su alrededor… como un aura dominante que te obligaba a mirar y no apartar la vista, era como si dijera: "mírame, estoy aquí… sabes que soy mejor que el resto".

Park Jimin le gustaba, le gustaba más allá de lo razonable.

— Pero debería saber… — Advirtió con cuidado el asistente, pero para Yoongi su voz parecía lejana, había perdido el interés en lo que le decía — Que él ya está comprometido con el mejor amigo de su padre.

Own it. [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora