"Y cuando me busques y no me halles, dirás:
Ella era única y
era mía.
Era"-Mario Benedetti.
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El sonido de los picos rompiendo los pisos se escuchaba por todo el lugar, camiones con carga venían y descargaban. Varios hombres se mantenían en espera por más camiones, mientras otros se encargaban de hacer la mezcla. Algunos ya empezaban por colocar uno que otro fierro y alambres para que las columnas mantengan resistencia.
Grupos de chicas pasaban y se quedaban admirando a los hombres forzudos y sudorosos, otras se limitaban a soltar risitas mientras caminaban más rápido.
-Ufff, esto es horrible- dijo un castaño de ojos claros, quitándose el sudor de la frente- deberíamos ser modelos de revistas hot. Ganaríamos más que trabajando aquí.
Una risa ronca salió del pelinegro que se encontraba llenando una de las tantas carretillas con una pala.
Su amigo, River, y él trabajaban en construcciones desde los veinticinco años y aunque quisieran salir y buscar un nuevo trabajo, la situación en la que se encontraban no les ayudaba mucho.
- Ya falta poco para poder irnos- respondió.
-Sí, irnos a la mierda, porque dudo poder llegar a mi departamento-
- Tal vez no llegues, pero mientras estás aquí trabaja- el pelinegro le lanzó una pala, que el castaño atrapó en el aire- el Sr. Denisse está observando.
El castaño volteó y efectivamente, un señor que pasaba de los cincuenta años, los observaba con los brazos cruzados.
-Es que te juro, Tristán, ese viejo es peor que tóxica urgida- soltó.
Tristán se limitó a reír negando.
River le recordaba a un viejo amigo que tenía, antes de que todo en su vida se fuera costa abajo. Sus comentarios sarcásticos e imprudentes, su coquetería tal vez, juraría que, si se volvían a encontrar y ambos entablaran conexión alguna, serían un gran dúo.
Recordar a su amigo, solo le hacía viajar a un sinfín de recuerdos de una refinada mujer de cabello chocolate, piel canela y ojos cafés que brillaban ante la más mínima emoción que sentía. La mujer por la que aún se esconde, por la que por más que quisiera ir a sus brazos, no podía. No aún.
Ese aún lo frustraba cada vez más. Estaba tan cerca y tan lejos de su objetivo, siempre en una balanza que se desequilibraba, que le carcomía la duda de si lo lograría al fin.
La noche cayó junto con el sonido de los grillos a las afueras del departamento, el sonido de uno que otro motor intentando arrancar o incluso el bullicio de una señora en medio de un escándalo.
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Conquistando A Era
RomanceDurante seis años, Era se dedicó a construir su felicidad, pieza a pieza, como si fuera un complicado rompecabezas de proyectos, planos y copas de su delicioso vino. Levantó una barrera sólida, diseñada para mantener el pasado a raya, un muro tan fi...