Capítulo VI

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Hay personas con las
Que tenemos una conexión
Única y misteriosa,
Personas con las
Que somos felices

Desde siempre.

- Rafael Cabalier

EMMA

España.
Realmente nunca creí que viajaría a otro País por haber ganado un concurso del colegio.

Resultó ser el mejor viaje. Levanté la vista hacia aquel edificio enorme que tenía en frente, con ventanales grandes, torres y con un encantador estilo victoriano. Aquella construcción pertenecía al instituto San Fénix de Brann.
El colegio que nos daría posada durante por lo menos unas tres semanas.

Estaba recogiendo mis maletas con un poco de dificultad hasta que un chico de cabello cobrizo se acercó.

— ¿Puedo ayudarte con eso? — dijo con ese acento español.

— Eh... Si, por favor.

El chico recogió mis maletas y las puso en uno de esos carritos con rueditas para que fuera mucho más fácil para mi trasladarlas.

Al terminar se volvió hacia mi y me extendió su mano.

— Soy Rubén — tomé su mano ya un poco sonrojada —. ¿Tu eres?

— Emma.

— Un gusto.

— ¡EMMA, ¿DÓNDE RAYOS TIENES MI TELÉFONO?! — gritó mi amiga acercándose.

— Nos vemos — murmuró Rubén, alejándose mientras me guiñaba un ojo.

— ¡EMMA! ¡TE ESTOY HABLANDO! Alex Mirex acaba de actualizar y necesito leer el..... ¿Emma?

— ¿Viste eso? — dije anonadada.

Vallolet siguió mi mirada hasta el chico de cabello cobrizo que aún entraba a el instituto.

— Ay no puede ser — suspiró Vallolet —. ¿Quieres que te recuerde lo que pasó con aquel chico del colegio que visitamos el año pasado?

— ¡Pero es que el estúpido no me había dicho que tenía novia!

— ¡Te la pasaste llorando por él casi un mes!

— Relájate, no pasará nada.

— Si, no pasará nada, por qué no permitiré que ese idiota se te acerque.

Volví los ojos y le saqué la lengua.

Unos estudiantes a los cuáles llamaban "monitores". Nos guiaron dentro de la construcción. Que, nuevamente, nos deslumbró. Vaya, ya quería yo irme a estudiar a España.

Nos detuvimos en un auditorio gigante y nos sentamos en los asientos de delante. Nos explicaron unas cuantas cosas sobre nuestra estadía y luego nos dieron el espacio de ubicar nuestras habitaciones.

— Ay, no — murmuró Vallolet, observando el papel pegado en la pizarra verde.

— ¡De ninguna manera! ¡No pienso dormir en la misma habitación de esa... !

— SHHHH — estímulo mi amiga con los ojos muy abiertos —. ¡Baja la voz!

Giré los ojos hastiada.

— Que más da, ya sabe que la odio. Y no voy compartir cuarto con ella. Y aún peor, nos dejaron separadas, ¿Quién hizo este estúpido papel?

En la lista que observamos, estaban repartidas las habitaciones de las chicas. A mí, muy desafortunadamente, me habían puesto con Patricia y otras dos chicas que no conocía. Y a Vallie, con Jules, y otras dos chicas con las que se hablaba muy poco.

Amistades InquebrantablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora