1. No me mires

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ADAL FRANK SCHMIDT

Todas las mañanas salgo a correr, siempre a la misma hora: a las 7:30 de la mañana ni un minuto antes ni un minuto después, recorro 7 km por rutina y más de 10 km cuando estoy pensando en algo, correr me ayuda a despejar la mente, el aire en mi rostro, mis pies a trote, el dolor del cansancio se esfuma con mis pensamientos o con las canciones que elija se disuelven aquellos pensamientos.

En pocas palabras correr me hace olvidar.

La misma ruta, tres vueltas, trote en el parque, dos vueltas por esa casa, ir a la área verde del condado, correr en el camino rocoso del área, descansar en ese árbol y seguir corriendo hasta llegar a mi casa...

Todos lo días eran así, la misma rutina, correr, trotar, correr, descansar y correr.

Excepto hoy.

La alarma sonó a las 7:15, era tarde, debía decidir entre correr o desayunar. Por supuesto que elegí correr, así que a las 7:25 salí de mi casa, haciendo lo habitual.

Solo que, no se porque me detuve antes a descansar, tal vez porque no desayuné, tal vez porque el día anterior me desvelé y mi rendimiento bajó o solo tal vez... hoy no tenía ganas de correr.

Tomé asiento en la banca de madera, que nunca la había visto, a pesar de correr por aquí desde hace 7 años, a ver visto el mínimo detalle en mi entorno, el nido en aquel árbol torcido, la hierba venenosa en el lado izquierdo del camino, hasta la pequeña piedra que deje en el árbol hueco cuando me propuse a correr.

Como era posible que este gran detalle paso desapercibido, era una banca muy bonita, detalles y relieves, estaba seguro que contaban una historia ¿cómo algo tan hermoso estaba escondido aquí...?

Descanse mi cabeza, viendo las copas de los árboles y el cielo que a penas se percibía, mis manos a cada lado de mis piernas, estás estaban extendidas y entonces cuando intente levantarme sentí algo abajo de las tablas donde estaba sentado.

Levante la cabeza, y mire debajo de mi asiento.

Ahí estaba pegado una libreta negra, cubierta con plástico, parecía que llevaba días ahí, como si estuviera esperando a alguien.

Con curiosidad y con mucho cuidado despegue la libreta, poco a poco desenvolví el paquete, era pequeña como una agenda.

Sin pensarlo mucho abro la libreta. Y lo primero que vi fue "Diario de IG". Inmediatamente la cerré. No podía abrir la: era de alguien, no podía leerlo así nomás era algo muy personal, no es lo correcto. Siempre respete el espacio de los demás a pesar de todo, pero...  inicie el día ignorando mis "reglas", este día era distinto a los demás así que, sin más, abrí nuevamente la libreta y pase a la segunda hoja.

«Hola, desconocido o desconocida

No sé quién seas y realmente no me importa, con tal de que leas todo.... estaré en paz.

Tengo reglas para que leas esto.

Primera, no dejes de leer, quiero que te quedes justo ahí, no ofreceré disculpas si duras horas ahí, así que si no quieres quedarte 2 horas ahí sentado es mejor que dejes esto donde lo encontraste.

Segunda regla, cuando termines de leer ve al punto B y deja el diario ahí.

Si el punto B ya está marcado con una línea o con una rayadura, entonces déjalo en el punto C, si ya todos están rayados, felicidades eres la ultima persona en leerlo, aun no veas el mapa hasta que termines de leer este diario. Son dos simples reglas, no será difícil acatarlas. Oh, se me olvido la ultima regla, pero esta regla es para la persona que está el último punto (F).

Las grietas de IvetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora